Capítulo 47

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Narrador omnisciente.

Diecisiete años atrás

Los pasos de la pequeña princesa no son casi detectados por nadie. Tiene una sonrisa de pura emoción cubriendo su boca, mientras busca la puerta del estudio de su madre.

Los guardias no la detienen cuando llega a su destino. Le abren la puerta y la niña pelinegra ingresa en busca de su progenitora.

Sus pequeños ojos grises la encuentran. Ella está tomando alcohol, mientras firma papeles con una expresión aburrida, misma que cambia con una sonrisa al ver a su única hija llegar.

—Mi preciosa princesa —la saluda.

Ayla se apura en llegar a la silla y con un poco de esfuerzo se sube en ella. Se coloca de rodillas en el cojín para quedar a la altura del escritorio y de su madre.

—Mamá —habla la pequeña—. ¿Qué haces?

Su madre aleja el alcohol y le presta atención.

—Nada que no sea más importante que escucharte, princesa —la halaga—. Cuéntame, ¿por qué tu visita el día de hoy?

La niña, con entusiasmo, deja un panfleto en el escritorio y le señala lo que desea que lea.

—Unas mujeres están siendo alabadas por su forma de pelear en un pueblo  —habla la niña lo que leyó y memorizó para este momento—. No sé muy bien de qué es, madre, pero aquí explica los movimientos que hacen con sus cuerpos y para mí resulta ser muy atrayente e interesante.

La madre lo lee y alza una ceja con curiosidad.

—¿Y qué es lo que quieres entonces? —Eleva su vista a su hija.

Ayla al sonreír, deja demostrado que le falta un diente y eso hace que la reina sienta más amor por ella.

—Quiero que ellas me enseñen a pelear, mamá —pide.

La sonrisa de Ámbar cae.

—No —se niega.

La princesa baja los hombros.

—¿Por qué no? —quiere saber.

—Es muy peligroso —recalca—. Además, eres una princesa. Las princesas no alzan espadas, las princesas alzan sus manos y aceptan anillos para propuestas de matrimonio, hija mía. No peleas.

Ayla arruga su nariz con disgusto intencional.

—No me hagas esa cara, señorita —la reprende—. Vas a ser una reina y cada reina tiene a su rey. No espadas y escudos, de eso se encargan los hombres.

La princesa jamás ha entendido el porqué de esas creencias tan extrañas, pero confía en que crecerá y lo entenderá en algún momento.

—Me dejaste usar el arco, madre —le dice.

—Ese fue tu padre —responde—. Y si sigues así, te lo quitaré.

Niega con su pequeña cabeza varias veces y las ganas de llorar le hacen cosquillas en su interior.

—Ya se acerca mi cumpleaños, madre. —Junta sus manos en súplica—. Por favor, ¿sí? Tráelas y te prometo que cumpliré con todo lo que quieras si me permites aprender a pelear.

La madre la mira fijamente y analiza lo que su hija le dice. Sabe cómo es ella. Jamás se rendirá, hará todo lo posible para conseguir un sí y la reina no desea su insistencia. Como también, tenerla bajo su poder le beneficiará mucho en el futuro.

Ámbar deja salir un suspiro.

—Está bien —decide y la princesa celebra—, pero no te emociones mucho. Si veo cambios que no me agradan, esas mujeres se van, ¿entendido?

QUEEN OF DARKNESS (Libro 1)Where stories live. Discover now