Capítulo 28

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Camino con rapidez por el pasillo principal. Las pisadas resuenan a causa de la armadura que traigo y del enojo que poseo en estos momentos. Enfoco a mis guardianas, a mi conde y a un guardia que está a mi espera, sin embargo, poco me interesa mi entorno. Al llegar me entregan mi espada, la cual coloco en la vaina —la cubierta protectora— que tengo en mi cadera con precisión.

Todos notan mi mal humor, por lo cual se mantienen callados, pero es tanta la rabia, que ni lo pienso cuando me enfrento al guardia, provocando que trague saliva por obtener mi atención.

—¿Por qué fui la última en enterarse? —investigo con firmeza.

Sus ojos escanean a los demás con nerviosismo, antes de responder o lo que su tartamudeo lo deja.

—Yo... N-no lo sé, majestad —farfulla.

Eso simplemente me saca de mis sentidos, no me contengo cuando quiero irme contra él, pero Lean me detiene del brazo antes de que llegue a hacerlo.

—Habla ahora o te enfrentarás a un castigo —le ordena.

Me quito de su agarre de mala gana —no tenemos tiempo para escuchar balbuceos—, por eso ajusto mi arma y doy un paso hacia adelante, no obstante, él toma valor y lo confiesa.

—El consejo real, su majestad.

De inmediato observo a mi conde. Con quien comparto miradas por unos segundos, dónde hacemos nuestras propias suposiciones. Después solamente sigo directo con los puños apretados.

Mi séquito está esperándome. Sin mucho esfuerzo, me subo a Naiara, dando riendas para empezar a correr con todos ellos detrás de mí.

No entiendo como ocurrió, la provincia Caliha es el lugar en donde tengo unas de mis bodegas llenas de oro y joyas —es mi dinero, ya que el del reino está en el palacio con mayor protección—. Supuestamente estaba completamente resguardado, pero sucedió algo extraño; encontraron a las guardianas que custodiaban el lugar envenenadas.

Su actuar fue claro; se deshicieron de la seguridad para poder sacar un poco de la fortuna y esconderse en la provincia con el plan de que, cuando se vieran descubiertos, fuéramos de inmediato hacia las fronteras —ya que normalmente deberían de estar en camino para huir de Muscadet—, descuidando el perímetro en donde realmente se encontraban. Y así ocurrió, pero fue porque yo no estaba enterada.

Quien me vino a avisar dijo que salió antes que ellos, por lo tanto, iban detrás de ella. Es la razón del porque vamos a esta velocidad, para no permitir que salgan de Muscadet con mi dinero.

—¡Rápido! ¡Abran paso, su majestad imperial viene!—exige alguien más adelante de nosotros.

Nos adentramos a un mercado y las personas se hacen a un lado dejándonos galopar con prisa en el centro del camino, mientras intentamos llegar al destino. No estoy en términos de nada, solo tengo un objetivo en mi mente y es asesinar al que se atrevió a tocar lo que no le pertenece, porque claramente con lo mío nadie se mete jamás y eso es ley aquí.

Dejamos atrás el mercado, fundiéndonos en un atajo, el cual posee solamente piedras y pastizales a sus alrededores, no es el camino del solitario, pero sí es la vía para llegar a este. Zacarías está a mi lado, al igual que mis guardianas, teniendo en cuenta que no vamos a una negociación.

Si yo no lo hago, nadie lo hará.

Aprieto las manos en la cuerdas, controlado mi enojo. Odio cuando ocurren este tipo de cosas —que no es muy a menudo—, pero cuando sucede, lo manejan mis arqueros. Ellos ejecutan a todos los involucrados. Mas esto es diferente, porque quieren robarme y después, cuando estén en un lugar seguro, empezar a burlarse de mi régimen y forma de gobernar.

QUEEN OF DARKNESS (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora