30. La mujer de Benedetti.

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Adeline Harlow.

Vuelvo a la habitación luego de haber llamado al capitán de la policía para que Kael hable con él. Al abrir la puerta me encuentro con nada más y nada menos, con Kael y su gran vista de pechos de una enfermera que le está acomodando la almohada.

— Yo lo puedo hacer, no te preocupes. — digo quitándole la almohada, ella se retira y va hacia donde está Rocco, quien se muere por su atención. — Definitivamente ustedes se mueren por la atención de todas las mujeres. — Kael me mira como todo un niño inocente.

—No tengo culpa, ella me vio incómodo.

— Claro y yo soy virgen.

— Podrías.

— Síguete haciendo el loco y créeme, pondré un candado en tus pantalones y los de Rocco.

— ¿Qué tiene que ver él aquí?

— Mucho, porque por si no lo sabes, es un imprudente.

— Siempre ha sido así.

— Bueno, hoy se ha pasado con una chica que ayudo a que ninguno esté muerto.

— Oye. — llama Rocco. — ¿Quién carajos se viste así para vender huevos de chocolate?

— Pues ella, ¿Sí? No todas deben ser prostitutas.

— Adeline, yo estoy con Rocco, lo lamento, pero en serio su vestimenta me parece rara, yo digo que lo hace para los hombres o mujeres que tienen fetiches con los conejos.

— Eso es enfermizo.

— Lo sé, pero no podemos evitar pensar eso ante ese tipo de vestimenta, a mí me parece enfermizo vestirse de conejo, además de que no parece ni un conejo.

— ¿Ves? Sabía que Kael entendería. — dice Rocco, volviendo la vista hacia la enfermera de pechos grandes.

— Ustedes dos me van a sacar de quicio, yo me voy a buscar a tu familia. — digo y Kael me toma la mano.

Meine Göttin, no te enojes, ¿Sí? Fuimos sinceros.

— Tu sinceridad un día de estos va a matar a alguien. — digo y salgo de la habitación dejándolos con la enfermera.

Cuando estoy en recepción, veo llegar al capitán, entonces me acerco.

— Señorita.

— ¿Qué tal, capitán? Yo fui quien lo llamó, Kael está en el cuarto 506 del cuarto piso, es una zona VIP, lo acompañaré. — este asiente y subimos al ascensor junto a sus acompañantes.

El silencio es sepulcral, estoy a punto de romperlo, cuando las puertas se abren, los guío hasta la habitación y cuando toco la puerta, la abre la enfermera de pechos grandes a trompicones, acomodándose el uniforme. Entro sin importarme que esté frente a autoridades, miro a ambos y Rocco está lleno del labial de la enfermera, miro hacia Kael y veo un ligero brillo en los labios, contoneo las caderas hacia él, haciendo que mis tacones resuenen más de lo que deberían.

— Kael... —le llamo, él alza la vista de su crucigrama. — ¿De quién es ese labial?

— Tuyo, me besaste.

Con amor, el diablo.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz