1. Diosa del Olimpo.

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Kael Benedetti.

Cuando entro al bar, todos miran el porqué de tantos guardias, pues tengo a todos mis hombres cuidando en un perímetro de 10 KM, las prostitutas que he traído caminan frente a mí, Johana y Katherine, llevan faldas tan cortas que puedo ver sus bragas de encaje, tal y como me gusta.

Cuando hemos llegado a mi mesa de siempre, ambas se sientan en mis piernas, Katherine a mi derecha y Johana a mi izquierda, suena música electrónica y todos bailan a nuestro alrededor, mientras yo me dedico a meter mis manos en los coños de las mujeres que tengo en mis piernas, el gerente me trae una botella de whisky escocés, mi favorito, The Macallan fine and rare collection 1926, definitivamente un whisky que merece ser tomado por mí. La música se detiene y todos empiezan a quejarse, hasta que un reflector se centra en el escenario, me quedo sin respiración, todo mi mundo se derrumba, joder, que belleza; una mujer con cabello castaño que le cae en ondas, lo tiene peinado del lado izquierdo, un vestido negro que le llega hasta los tobillos, tiene una abertura en la parte derecha que le llega hasta más arriba de la mitad del muslo, tiene labios gruesos, se ven tan exquisitos pintados de rojo, sus ojos son verdes, igual a dos esmeraldas brillantes, cejas perfectamente peinadas y arregladas, en su mano izquierda lleva una pulsera plateada y sus aretes le hacen juego, lleva tacones del mismo color del vestido, sus piernas son tan preciosas; inmediatamente saco las manos de dónde las tenía, saco un pañuelo de mi saco y me limpio las manos, tomo la botella de whiskey junto a mi vaso y me voy a una mesa de la primera fila, al llegar empieza a sonar el instrumental de Dangerous woman de Ariana Grande, ella empieza a cantar, su voz es angelical, no, como la de una diosa, tan hermosa, tan imponente en el escenario, ella dirige la mirada a todo el público y me doy cuenta que no soy el único embelesado en su belleza y su voz. Malditos, los asesinaré por mirar a mi mujer. Mueve las caderas al son de la música, pero no camina por el escenario, cuando llega a las notas altas, las alarga aún más y joder, siento todo mi cuerpo temblar, al llegar a la nota final, su mirada se dirige a un mesero y éste le lleva un sobre, cuando lo abre y dice.

—Bien, como saben, siempre hay peticiones de canciones y el día de hoy tenemos como ganadora a Don't blame me de Taylor Swift. Entonces, empecemos.

Seguido de ésto, la instrumentación de la canción empieza a sonar y ella le sigue, con su voz angelical y con esa belleza que derrite a cualquiera, estoy a sus pies, se acabaron las noches de prostitutas. Tendré a esa mujer a mis pies, le guste a quien le guste.

Cuando acaba la canción, da las gracias y se va, ¿Cómo que ya terminó el show? Es imposible, debe volver y cantar otra canción, no puede ser, me niego a no seguir viendo esa obra de arte, hablaré con el estúpido que contraté como gerente. Dicho ésto, prendo marcha a la oficina, y cuando abro la puerta sin tocar, una de las prostitutas que se suponía venía conmigo, se sobresalta.

-Señor, no es lo que piensa, se lo puedo explicar.

—Bueno, empieza a explicar porque aquella mujer que canta, solo interpreta dos canciones.

—¿Adeline? Bueno, ese era el trato, dos canciones por quinientos dólares. —¿Quinientos dólares por esa voz? Imbécil.

—Eres un imbécil. —Le digo antes de irme y cerrar de un portazo

¿Quinientos dólares por aquella diosa del Olimpo? Está loco de remate, y más si cree que dejaré que eso siga así; llego a la mesa donde estaba inicialmente y vuelvo a pedir otra botella de whiskey escocés, cuando voy por la mitad, llamo a uno de mis guardaespaldas.

Con amor, el diablo.Where stories live. Discover now