14 | La caída de la Muralla

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Año 850, Stohess

𝒱𝒾𝒸𝓉𝑜𝓇𝒾𝒶


Probablemente era curioso como mientras Erwin y Levi están en el exterior matando titanes, yo estoy en el interior cocinando galletas para mi padre, las cuales no logró ni terminar de enfriar cuando él ya se las ha comido.

Los años no pasan en vano, y noto como Kenny está más deteriorado en cada visita, aunque debo agradecer que en todo este tiempo, no volvió a dejarme sola, ni siquiera cuando Rod Reiss volvió a buscarme.

Lo que se mantiene intacto, es su desagradable humor.

-¿Piensas casarte con el rubiecito de perfecto cabello y ojitos azules?-se burla, y deseo con toda mi alma controlar esa silla desde lejos para hacer que se caiga-¿Qué pensará de que su suegro es un asesino?

-Conociendo a Erwin te hace una entrevista para analizar tu cerebro y potenciales causas, además no vamos a negar que tu exquisito trabajo como asesino de la Policía Militar le ha facilitado las cosas a la Legión. Pero respondiendo a tu pregunta, no hemos hablado de matrimonio, no creo que Erwin sea ese tipo de persona-me sincero.

-Que mal, quería hacer mi gran revelación llevándote al altar-carcajea, y yo no puedo evitar sonreír burlona ante la imagen de Kenny llevándome al altar.

De seguro Levi le lanzaría una silla y Hange aplaudiría emocionada por el espectáculo.

De los cinco años que llevo viviendo en la Legión, poco queda de mi vida en palacio. Me despedí de los baños calientes, de los bailes cada mes y sobre todo, de mi vida tranquila.

Ahora tomaba duchas frías, presenciaba entrenamientos de combates, me pasaba el día entre números y estrategias, y cada expedición significaba despedir a alguien.

Lo único que me recordaba mi vida de hace años, era el collar que mi adorable padre me obsequió, a los cuales les agrego unos pendientes a juego. A veces pensaba en sí los había comprado o los robo, pero es mejor ignorar todo lo que provenga de Kenny Ackerman.

Aunque claro, si hablamos de cambios, podríamos decir que mi relación con Erwin es el mayor de ellos, a pesar de que a nadie le sorprende, ni siquiera a mí, porque encontrar un Erwin Smith en esta mugrosa vida, ocurre una vez cada mil años.

Pase de ser moneda corriente entre hombres ricos, a ser el tesoro mejor guardado del comandante de la Legión de Reconocimiento. El cómo Erwin me cuida, es un sentimiento superior a cualquiera que hubiera sentido, su amor, respeto y dedicación era capaz de mantenerme atada a la vida en la Legión, a pesar de que pude haberme ido hace años. Aún así, no todo es color de rosas, vivimos en un entorno austero, y eso muchas veces se refleja en nosotros.

Kenny parecía feliz de verme con Erwin, decía que al fin debía dejar de preocuparse por mi cabeza. Eso fue el día en que Erwin me pidió formalizar nuestra relación hace un año.

Todos decían que no esperara mucho de Erwin, que era un hombre de batalla, no servía como pareja, y lamentablemente esos comentarios llegaron a oídos de él, y decidió desmentirlos cada día desde entonces, por lo que cuando me invitó a una cita no me sorprendió.

Salimos en la noche sin que nadie nos notara, y llegamos al amanecer a una pequeña cascada oculta al norte de la Muralla Rose, en el distrito de Utopía. Todo parecía normal, hasta que noté a Erwin más callado que de costumbre, y fue cuando expresó la frase favorita de mi amoroso padre.

-Me he ganado el odio de mis soldados.

-Que extraño, ¿no?-me había burlado, Erwin había intentado reír, pero sabía que había más que un simple comentario.

Victory | Levi AckermanWhere stories live. Discover now