La Tierra Media, de esplendor inconmensurable, árboles con hojas color verde oscuro, otros con hojas verde tierno se mecen al compás de la brisa, la tierra debajo de estos se moteaba de la sombra de las temblorosas hojas. Las flores amarillas, brota...
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Después de abandonar la sala donde habían sido recibidos por Galadriel y Celeborn, fueron guiados por los elfos al lugar donde dormirían, que para satisfacción de los hobbits era el suelo.
Los elfos prepararon para ellos un pabellón entre los árboles próximos a la fuente y allí pusieron unos lechos mullidos; luego murmuraron palabras de paz con dulces voces élficas y les indicaron donde estaban los aposentos para que pudiesen bañarse y también les ofrecieron cuidados médicos, que Sam y Stella aceptaron enseguida, siendo entonces guiados a unos elfos que revisaron sus heridas y untaron pomadas y hierbas en ellas, mejorando la incomodidad restante causada por estas.
Stella decidió entonces bañarse, pues no soportaba ya toda la tierra y el polvo que había en sus ropas y algunas machas poco visibles en su cara, lo cierto es que todos estaban igual. Tomando los ropajes que habían dejado para ella en lecho que le habían proveído a la Compañía. Para cuando la chica regresó con un largo vestido color verde con pequeños detalles en dorado y largas mangas hasta el suelo todos conversaban animadamnte:
—¿Por qué enrojeciste, Sam? —escuchó a Pippin decir refiriéndose a cuando Galadriel había mirado a Sam— Te turbaste en seguida. Cualquiera hubiese pensado que tenías mala conciencia. Espero que no haya sido nada peor que un plan retorcido para robarme una manta.
Stella río bajito, pues las bromas de Pippin siempre la hacían reír:
— La verdadera pregunta es, ¿Gimli adora a todos los elfos ahora o solo a Galadriel? — dijo ella acercándose.
Los ojos de todos los presentes que se hallaban sentados sobre incontables y mullidas colchas, sábanas, almohadas y almohadones, pues no habían notado su presencia hasta que habló se dirigieron hacia ella, quizá era porque la habían visto durante los últimos meses despeinada, con tierra y polvo en las ropas y el cabello enmarañado y durante su paso por Caradhras incluso helado pero todos se asombraron al verla bellamente vestida y arreglada:
— ¿Acaso acabo de robarle el corazón a los miembros de nuestra Compañía? — dijo sonriendo ante la mirada atenta de todos.
— Tonterías — bufó Gimli en tono burlón.
— Es usted muy bella — dijo Sam mientras Stella se sentó.
— Gracias Sam — dijo dándole una sonrisa al dulce hobbit.
— ¿De qué hablan?— preguntó ella.
— Recuerdo que sobre Sam, pero le hiciste una pregunta muy interesante a Gimli — dijo Pippin bromeando con el enano.
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Legolas no podía despegar sus ojos de ella, desde el momento en que Stella regresó a acompañarlos, el Montaraz notó esto y más tarde cuando la chica decidió ir a explorar los alrededores cercanos junto a los hobbits, aprovechó para molestar un poco a Legolas:
