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22 | Ni los demonios son tan malos ni los humanos tan buenos

Nunca me había sentido tan confundido como en aquel momento.

Donghae retorcía la cola de terciopelo entre sus manos. Me había hecho sentarme en la taza del váter para explicarme a qué se refería con que aquello no era un disfraz, pero llevaba un rato esperando y no decía nada.

—¿Has usado pegamento para pieles? —le pregunté, intentando menguar la tensión.

Aunque era muy difícil. Verlo así, con esas orejas deformes, con cuernos en la cabeza, con colmillos y cola. Sentí un escalofrío cuando se pasó la lengua por ellos, nervioso. Parecían tan reales. ¿En qué momento había salido de la cama y había decidido ponerse todo eso?

¿Y por qué?

¿Era algún tipo de referencia a la pérdida de mi inocencia? ¿Se estaba burlando de mí porque me había quitado la cruz? Mi fe no tenía nada que ver con mi sexualidad.

—No es eso —murmuró—. Es que no sé cómo contártelo sin que te enfades… o algo peor.

—¿Algo peor?

Se encogió de hombros.

—Si no me explicas qué está pasando sí que vas a conseguir que me enfade.

Me crucé de brazos y apoyé la espalda en la cisterna, empezando a menear la rodilla de forma nerviosa. Intenté tranquilizarme. Juro que lo intenté. Pero él no hablaba y yo no dejaba de pensar en que hacía siete horas, si no menos, había estado acariciando unas orejas preciosas, pequeñas y redondas.

No es que él dejase de ser precioso. No me habría importado verlo disfrazado de elfo o de hada, pero ¿de demonio?

Abrió la boca y volvió a cerrarla varias veces. Titubeó, pensó y retorció tanto esa cola que se hizo daño. En la cola. No, en las manos. ¿Cómo iba a hacerse daño en algo hecho de alambre y terciopelo? La soltó y se acercó a mí. Me tomó la cara con ambas manos, haciéndome estremecer con el simple roce de sus dedos.

—¿Me prometes que vas a escucharme?

—Sí —cubrí sus manos con las mías—. Eso siempre.

Sonrió y dejó que le diera un pequeño apretón a sus nudillos antes de retroceder. Miró a su alrededor hasta ver el espejo. Después avanzó hasta él y estiró un brazo. No se reflejó.

—¿Es un espejo trucado?

—No existen esos espejos, Hyukjae.

Avanzó un poco más para colocarse él frente al espejo. Ni una sola parte de su cuerpo se reflejó. Como en el acuario.

—No lo entiendo…

—No tengo reflejo —volvió a retorcer la cola con nerviosismo—. ¿Recuerdas que te dije que era un vampiro del semen?

Asentí, incapaz de decir nada.

—Pues iba en serio. Yo… me alimento con sexo.

Se me escapó una carcajada por lo ridículo que sonaba, pero cuando vi que estaba tan serio que parecía que iba a ponerse a llorar en cualquier momento, supe que no estaba mintiéndome. Pero ¿cómo podía ser eso verdad?

—¿Has oído hablar de las súcubos?

—¿Eres una súcubo?

—Soy su contraparte masculina. Me meto en los sueños de los machos y tengo sexo con ellos para alimentarme una vez al mes. Aunque no lo he hecho desde que te conozco —agregó muy rápido—. Ni siquiera me alimenté de tu entrenador.

El orgullo de un íncubo [EunHae +18]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum