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6 | Las flores odian a los demonios, ¿lo sabías?

Donghae

El baloncesto era difícil, pero merecía la pena. Nunca habría imaginado que vería a un montón de humanos atractivos cubiertos en sudor en un contexto cero sexual. Iban de un lado a otro, jadeaban, se levantaban las camisetas para secarse el sudor de la cara y se abrazaban unos a otros cuando metían la bola naranja en el aro. Era como estar en una orgía.

Y yo había estado en muchas, sabía de lo que hablaba.

Era una pena que tuviera que dejarlo tan pronto, pero si seguía follándome al entrenador, iba a enfadar a Hyukjae. Y aunque estaba para devorarlo de pies a cabeza cuando apretaba la mandíbula, enfadándolo no iba a lograr que se enamorase de mí.

Ahora que había conseguido que se tocara pensando en mi culo, no podía arriesgarme. Había avanzado un paso y no iba a retroceder cuatro.

Por eso salí volando por mi ventana esa noche y me dirigí hasta el hogar de la familia Ming. En mi forma natural me gustaba la ligera sensación de frío que recorría mi cuerpo desnudo mientras surcaba los cielos, pero cuando no estaba usando la magia me sentía como si estuviera dentro de un iceberg.

Menos mal que los humanos tenían capas y capas de ropa que ponerse para estar más cálidos. A veces picaba un poco, pero prefería rascarme disimuladamente que pasar frío.

Esa mañana no. Había convencido a ese humano disfrazado para que me diera el paquete y había salido de la calidez de mi hogar con un solo propósito: excitarlo.

El plan era aparecer solo con el tanga, sin nada más. Pero abrir la puerta había sido como entrar en una cámara de tortura. Y no en calidad de demonio precisamente. Así que me había puesto la parte de arriba. ¡Y había funcionado!

Estaba tan contento. Había sido testigo de cómo se jodía el puño hasta el orgasmo pensando en mí. De cómo su delicioso semen caía en el suelo de la ducha.

Aún podía notar el sabor contra mi lengua.

Nunca había probado nada igual. Puede que fuera porque era la primera vez que comía sin estar dentro de un sueño. O quizás solo porque cualquier cosa era mejor que la comida humana. Qué asco. ¿Cómo algo tan delicioso podía salir de seres que se alimentaban tan mal?

Sacudí la cabeza para quitarme ese recuerdo de encima. Entonces noté el suave tirón de la coleta y sonreí. Me entretuve sobrevolando edificios solo para poder recrearme en los recuerdos.

El contacto físico era jodidamente agradable. En serio. Los humanos se tocaban mucho unos a otros fuera del sexo. Al principio no había entendido por qué, pero esa tarde yo mismo me había despeinado tres veces solo para que Hyukjae se acercara a atarme el pelo con sus largos dedos.

No sabía que mi cuerpo humano iba a ser tan sensible a ese tipo de acciones. Pero me gustaba. Ahora tenía que pensar en más excusas para verlo y conseguir que me tocara.

No podía abrazarlo sin razón varias veces al día, ¿verdad?

Me raspé el labio inferior con los dientes. Y para mi desgracia, llegué a la ventana de la habitación en la que el entrenador dormía con su esposa. La abrí con un movimiento de mano y entré.

Escondí las alas, los cuernos, la cola y los colmillos y chasqué los dedos. Otra noche más, la hembra seguía durmiendo junto a él incluso en sus pervertidos sueños.

A Hyukjae le parecía mal, pero era evidente que a ese macho le ponía el riesgo a ser descubierto.

Ojalá fuese al revés.

El orgullo de un íncubo (PAUSADA) [EunHae +18]Where stories live. Discover now