El nuevo santo Capítulo XXVI

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Asdras forcejeaba, pero no podía quitarse las esposas de matrimonio

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Asdras forcejeaba, pero no podía quitarse las esposas de matrimonio. Las cadenas que lo envolvían crujían. Tal vez tendría una oportunidad...

En eso, dos personas lograron colarse de la multitud, llegaron hasta el escenario.

—¡Asdras! —gritó un hombre que le lanzó una espada.

El nuevo santo reconoció enseguida esa voz, era Boulus, el arma giró en el aire y se clavó en el escenario. Pudo ver que estaba acompañado por una jovencita, era Salina.

"La salvó" pensó con una sonrisa. Debía estar con ellos, y él tenía que saltar al escenario a cortar a todos. No ahí siendo proclamado como otra divinidad de mentira.

Rugió, el metal chirriaba también. Los eslabones de su prisión salieron disparados en todas direcciones. Los sacerdotes y miembros de la obligación gritaron. Asdras con sus manos libres rompió los grilletes de sus piernas. Y de un salto tomó el acero.

—¡No soy ningún santo! —fue lo primero que dijo—. Y la Iglesia caerá hoy.

—Te pido que sepas a dónde apuntar tu furia —dijo Acónito de rodillas—. Yo, estuve obligado por mis deberes, en más de un sentido. Tienes razón con tu lucha, debemos hacer una reforma, a todo.

—¡Conquista, este hombre los miente! —gritó Asdras—. Permítanme que acabe con las mentiras. Para que sean libres.

Benictus, se levantó de su asiento con dificultad.

—¡Ya tuve suficiente de esta farsa! —dijo con una voz rasposa—. ¡Maten a ese hereje!

Varios guardias dorados saltaron al escenario, rodearon a los miembros importantes de la Institución. Y uno de ellos alejó a Crisanta.

Asdras dio el primer golpe, desvió un ataque y luego ensartó su espada en el pecho de su contrincante. Cayó el primero.

Las personas gritaron, Asdras no supo si era porque le apoyaban o lo contrario. No había tiempo para pensar, se vio en medio de una batalla, contra los dorados. Más allá, en el público se percató que había iniciado otra pelea, personas comunes luchando contra caballeros.

Asdras nunca se enfrentó a rivales tan fuertes y rápidos, tenían casi tanta fuerza como él. "Se parecen a Boulus —reflexionó para sus adentros—. De seguro son falsos profetas" meditó mientras esquivaba un sablazo.

En eso, la multitud chilló, otro grito indescifrable. Lo apuñalaron desde atrás, Asdras volteó y decapitó al hombre, la cabeza metida en su casco, rebotó con ecos metálicos en el suelo.

Más caballeros llegaban, con armaduras plateadas. De menor rango, pero en gran número era una derrota segura para el nuevo santo.

. . .

El falso profeta arremetía contra los caballeros, protegiendo a sus compañeros. Pese a que entrenó a todos los hombres y mujeres que decidieron luchar, no había manera que ganasen aquella contienda.

Devuelve mi CabezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora