Un desagradable encuentro.

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Krisia

Dolor.

¿Qué es el dolor?
Según los médicos, se trata de una sensación de molestia o malestar que afecta cualquier parte de nuestro cuerpo.

No podía estar más de acuerdo con ellos.

De hecho, en este momento, yo sentía un enorme dolor en mi pecho y estaba completamente segura que no se trataba de un pre-infarto.

Marcos llegó poco tiempo después que regresamos al hotel, nos encontró en su oficina, mientras Jeancarlo firmaba unos papeles y yo leía uno de los libros que tomé de la pequeña biblioteca.

―Señora ¿Cómo se la pasó el día de hoy? Espero que bien.

Comentó el enfermero después de revisar a Jeancarlo, mientras nos dirigiamos al estacionamiento.

―Claro que si―respondí sonriente―Jean preparó un almuerzo precioso en el jardín, dime ¿quien no la pasaría bien con un hombre tan atento?

Marcos extendió sus labios en una amplia sonrisa y me miró aliviado.

―Me alegra escuchar eso, si le soy sincero, creí que el señor se enojaria por que la traje sin avisar.

Yo bufé con burla y le hize un movimiento con la mano para descartar la idea.

―Para nada, es más, él mismo me dijo que era una de las mejores sorpresas que le habían hecho.

―Que bueno que las cosas resultaron de maravilla, ojalá que regrese a visitarnos pronto.

―Si me la voy a pasar tan bien como hoy, no tengas duda que te tomaré la palabra.

Ambos soltamos unas risitas y llegamos al auto.

Me subí al asiento trasero y recliné mi cabeza para que mi frente tocara el cristal de la ventana.

Cerré los ojos esperando que Marcos comenzara a conducir, pero la suburban continuaba en su lugar.

Escuché el zumbido de la silla de ruedas avisandome que Jean acababa de llegar.

Inesperadamente abrió la puerta trasera del lado del conductor y comenzó a subir.

Me apresuré para ayudarlo, pero él me rechazó mirándome con furia y haciendo gestos para que yo no me acerque.

Marcos se acercó y levantó levemente a Jean, pasando el brazo de mi amigo por sus hombros, mientras él, con la otra, agarraba la cabecera del asiento delantero.

Jean alzó sutilmente sus caderas y con sumo cuidado se fué sentando hasta acomodarse por completo.

Era verdad que tenía poca sensibilidad, pero me alegraba de sobremanera que no fuera nula.

Miré por la ventana la extensa carretera.

Comenzaba a caer la noche y se podía divisar a lo lejos, los últimos rayos de sol.

Jeancarlo me examinaba en silencio, con sus serenos ojos claros y su cejas pobladas ligeramente unidas; era extraño, ya que después de consolarme en el patio de la hacienda, comenzó a evitar mi mirada.

¿Quién diría que aquel hombre soberbio y resentido, se convertiría en mi paño de lágrimas?

Desde que bajé la guardia frente a él, contándole acerca de mi patética vida, no me había hecho ningún tipo de preguntas y estaba enormemente agradecida por ello.

Giré mi rostro para encararlo y me sorprendió que no me evitara.

Sonreí y me acerqué despacio hacia él.

A destiempo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora