Yo estaré contigo.

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Jean

Ella era tan pequeña.

No encontraba las palabras adecuadas para poder expresar este sentimiento que me producía tener su menuda figura recostada en mi pecho y su esbelta cintura rodeada por mis brazos.

Y es que Krisia no era consiente de la tranquilidad que se producía en mi interior, cada vez que observaba su cadencioso respirar.

Su sola presencia pudo transformar un acostumbrado día mediocre a una increíble mañana.

Mirarla así, tan indefensa, despertaba en mí un desconocido instinto sobre protector; quería preservar este instante y mantenerla siempre de esta manera, bajo mi abrazo, para que nada ni nadie pudiera hacerle daño.

Tenía claro que yo no era la persona con derecho sobre ella, que mis deseos sólo se quedarían como eso, como simples deseos.

No era yo, el hombre, al que le correspondía velar por su bienestar, pero eso no impedía que lo quisiera con todo el corazón.

Este sentimiento de plenitud que ella provocaba en mi, hasta ahora nadie había sido capaz de revivirlo.

Miré su cabello castaño a unos centímetros de mi e instintivamente comencé a acariciarla.

Mi dedos se enredaban ansiosos por sus cabellos, pero a Krisia no parecía molestarle.

Mi pequeña preguntona estaba acostumbrada a las repetidas muestras de afecto, mientras que yo, tenía años sin tocar a una mujer que no fuera mi madre.

Aún no sabía que era lo que la estaba perturbado, pero estaba decido a averiguarlo y de ser posible, eliminarlo de su vida.

Jamás voy a perdonarme por haberle dicho esas estupideces.
Su cara contraída por el dolor, era una imagen que no se borraria con facilidad de mi memoria.

Me sentía como un verdadero idiota por ser el causante de llenar de lágrimas esos ojos que tanto me gustaban.

Ella se sentía tan frágil, como si cualquier movimiento o una simple palabra fueran a romperla.

―Jeancarlo―Musitó Krisia sobre mi pecho―No deberías tratarme así. Me voy a acostumbrar a que estés de buenas y después será un problema para ambos.

Ella soltó unas risitas y yo bufé en respuesta.

―¿Te das cuenta de que con nada te doy gusto? ―le pregunté con sarcasmo― ¿Te agrada más cuando te trato de manera indiferente? Si tu quieres, puedo volver a hacerlo.

Sonreí entre dientes esperando su reacción.

Ella colocó sus muñecas en mi pecho, tomó impulso para atrás separándose un poco de mi y se acomodó de tal manera, que nuestras miradas quedaran a la misma distancia.

Su dulce rostro me contemplaba con intensidad.

―Claro que no, menso. ―respondió irritada.

La miré sorprendido.

―¿Acabas de llamarme menso? ―inquirí ofendido.

Krisia soltó unas carcajadas y comenzó a aplaudir de manera divertida.

―¿No me digas que nadie te había llamado así en toda tu vida? ―ironizó la pregunta.

Negué molesto y ella se regocijó alegre por su nuevo descubrimiento; se acomodó de nuevo recordando que aún permanecía sentada en mis piernas y me dió un ligero golpecito en el hombro.

―Me alegra ser la primera.―contestó juguetona y me guiñó un ojo.―Exageras Jeancarlo. No deberías darle tanta importancia, sólo es una forma de vacilar con los amigos.

A destiempo...Where stories live. Discover now