Una decisión.

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Jean

―Señor Santillán, lo buscan.―Me informó Karen, mi secretaria.

Alcé los ojos del documento que estaba revisando y la miré.

―¿De quién se trata? ―le pregunté con cautela. Por lo general no recibía visitas inesperadas.

―Es su chofer.

―Está bien Karen. Hágalo pasar y retírese.

―Como diga señor.

Salió de mi oficina y dos minutos después tocaron de nuevo a la puerta.

―Adelante Saulo.

El hombre entró y se detuvo delante de mi escritorio.

― Buenas tardes señor Santillán, no le quito mucho tiempo, sólo quiero informarle que el paquete ya fué entregado a la señora Castrejón como usted ordenó.

―Gracias por avisarme.―le respondí, mientras le hacía un movimiento de manos para que se marchase.― Ahora regresa a tu trabajo habitual.

―Un momento señor. Antes de retirarme tengo un mensaje para usted, de parte de la señora Krisia.

Eso me tomó desprevenido. ¿Ahora qué quería esa mujer?

Saulo seguía de pié frente a mí, vacilante. Podía ver la duda en su rostro; no sabía si decirme o no.

Atisbé un asomo de sonrisa en su rostro, como si estuviera recordando algo gracioso.

―¿De qué se trata Saulo? Habla ahora que no tengo todo el día.― Lo animé a continuar.

Él al fín terminó con su lucha interna y se decidió.
Lo vi tomar varias bocanadas de aire antes de hablar. Sin duda, estaba nervioso.

―De parte de la señora Castrejón― anunció tartamudeando.―Que para la siguiente ocasión, sea usted el encargado de llevar en persona los regalos y que demuestre ser hombrecito.

¡¿QUÉ?!

―¡Pero que cabron le ocurre a esa mujer!―Le grité a Saulo.

El hombre estaba asustado y mascullaba disculpas en voz baja.

― Lo siento mucho señor, pero fué lo único que me dijo la señora para usted.

Lo miré con furia y tiré todos los papeles de mi escritorio en un arranque de coraje.

¿Qué le sucedía a Krisia? ¿Cómo podía ser tan mal agradecida? ¿es que acaso no se conformaba con nada está mujer?

Pensaba que al mandarle el libro ella lo tomaría como una simple disculpa y olvidaría el desplante que le hize esa noche.
No sé por que pensé que ella lo dejaría pasar así sin más. Cada vez me sorprendía más su actitud.

―¡¿Algo más?!― le grité.

El hombre jugaba con su corbata nervioso, tragó saliva y asintió.

― Me... me.. me preguntó donde obtuvo usted su dirección y que le agradeciera el hecho de no ser demandado por acoso.

Bufé.

¡Esto era el colmo! 

Respiré varias veces tratando de controlarme.

Ya ni lamentarse era bueno, bien merecido lo tenía; eso me pasaba por intentar ser amable con una desconocida.

―Ya puedes retirarte Saulo. Te llamaré cuando te necesite.

Tenía los nudillos blancos por la presión de tenerlos cerrados.
Él se volvió a disculpar y salió.

A destiempo...حيث تعيش القصص. اكتشف الآن