5. "Adiós al silencio"

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Sasuke se demoró en bajar del auto, se sentía tan avergonzado con toda esa situación... No bastaba con que el doctor le hubiera dado una segunda oportunidad para vivir, ahora también tenía que brindarles su casa porque se habían quedado en la calle. La vida a veces parecía tener odio hacia él, sin poder encontrar nunca un trabajo estable en el que tuviera tiempo de atender a Sarada, tener que contar cada centavo para llegar a fin de mes, vender sus propias cosas por un par zapatos de niña, llevar una bomba de tiempo en la cabeza, que amenazaba con dejar a su hija sola en el mundo.

Las cosas nunca salían como las esperaba, y no se preguntaba donde estaría si no se hubiera emborrachado esa noche, hacía nueve años, pues el día en el que recibió a su hija en brazos, fué el mejor de su vida, y como quiera que fuere, aún si hubiera podido seguir estudiando, su final sería el mismo. Un tumor no distingue a alguien con estudios o riquezas, de quienes no tienen nada. Pero, ¿qué importaba su orgullo, si la podía ver sonreír y tal vez dedicarle más de su tiempo?

Al fin suspiró y salió del auto, él lo esperaba frente a la puerta cerrada, con esa bata blanca distinguida y su mirada sincera y preocupada, en la que nunca encontró ni un solo atisbo de discriminación o repulsión.

—¿Necesitas ayuda?— preguntó.

—No, no hace falta— respondió y aunque todavía le dolía un poco la cabeza, podía caminar lentamente hasta acercarse.

—Sarada, ven— llamó Naruto con una sonrisa.

Sasuke siempre sentía esa calidez al ver como la trataba, desde el primer día cuando se conocieron y lo preocupado que se mostró. La manera en la que siempre pensaba en su bienestar, y buscaba la forma de que no estuvieran separados tanto tiempo en el hospital. Cuando le sonreía a su hija, un poco de su incomodidad se iba.

—¿Viviremos aquí?— preguntó emocionada.

—Por un tiempo— se apresuró en responder y Naruto lo miró satisfecho, otra vez con esa expresión que lo hacía ponerse ansioso, casi tanto como la vista de su espalda, la que lucía realmente grande con la bata blanca cuando abrió la puerta.

—Pueden dejar los zapatos aquí— el doctor señaló un pequeño closet a un lado y luego les dió unas pantuflas antes de entrar y atravesar otra puerta —Te quedan enormes— rió al ver los pies de Sarada.

—Soy un pato— dijo ella, caminando chistoso. Su niña alegre que borraba sus penas con sus ocurrencias.

—Ten cuidado no tropieces— advirtió y entró tras Naruto.

—Esta es la sala de estar— señaló y luego a una pequeña cocina que se mostraba destrás de un arco rectangular y bastante ancho —Saqué el microondas porque no es bueno para tí, así que si quieres calentar algo, puedes usar el horno— indicó y luego abrió la nevera —Hice las compras anoche, todo es orgánico, menos la cerveza; ni se te ocurra tomarla— advirtió serio —Después te pasaré una dieta para que la sigas mientras no esté, confío en tí— señaló y Sasuke no pudo evitar sonreír por su cara graciosa —Tampoco toques el café, ni los caramelos de Sarada.

—¿Tengo caramelos?— gritó ella con un saltito y se asomó a la nevera. Naruto se inclinó y sacó una paleta, la que la niña de inmediato abrió y se metió a la boca.

—De acuerdo— suspiró Sasuke, cruzándose de brazos.

—Por lo demás, eres libre de hacer lo que quieras, mientras no suponga un riesgo— terminó de explicar y siguió hacia las habitaciones —Este es mi cuarto— abrió la puerta, permitiéndole ver desde el umbral una cama grande y blanca, un escritorio bastante desordenado y al menos tres libreros repletos.

—¡Son muchos libros! ¿Hay de cuentos?— preguntó la pequeña.

—Me temo que no— respondió y luego miró a Sasuke —Casi todos son de medicina, pero puedes revisar, por si quieres leer algo. Recuerdo que hay algunos de filosofía bastante buenos— siguió diciendo mientras ahora se dirigía al cuarto de baño —Prohibido bañarse con agua fría o muy caliente, señor Uchiha.

—Creo que me estoy arrepintiendo de aceptar— bromeó.

—Soportalo— añadió Naruto con una sonrisa malisiosa y luego abrió el botiquín —Puedes poner tus medicamentos aquí, así no andarán por cualquier parte y cayendo en manos equivocadas— señaló a Sarada con la barbilla, quien estaba distraída con la puerta de la bañera —Son fármacos peligrosos. Le he puesto un candado numérico— dijo y se inclinó para hablarle al oído —El código es 1023— susurró bajo, y Sasuke resistió el suspirar por instinto cuando sintió su perfume, el mismo de aquel día cuando lo abrazó sin pensar.

—¿Dónde dormiré yo?— preguntó Sarada, sacándolo de sus cavilaciones, y luego los siguió a ambos hasta la segunda habitación —¡Son mis hadas!— gritó, corriendo hacia donde colgaban las bailarinas que había recortado una noche, en papel de regalo.

Sasuke se quedó inmóvil, observando la manera hermosa en la que Naruto se había tomado el tiempo de decorar una pequeña cama improvisada con un sofá muy cómodo y muchos cojines, colocando sobre él las figuritas. Junto a este, la otra cama. Un escritorio y un armario terminaban la decoración.

—No tengo más camas y no deberías dormir con ella— dijo y entonces su expresión se hizo seria —No te sentirás bien cuando empiece la quimio— murmuró y Sasuke asintió, entendiendo de inmediato —¿Te gusta, Sarada? Podemos buscar una cama después.

—No, es perfecto— exclamó, trepando en él y abrazando los cojines —Nuestras cosas están aquí también, papá.

—¿Cuándo recogiste todo?— preguntó el Uchiha, algo impresionado.

—De noche, no duermo mucho— contestó y luego se frotó el cuello, mostrando una expresión agotada mientras caminaba hacia la mesa —Tus pertenencias están dentro del armario, pero no me dió tiempo de desempacar todo. Los muebles en el garage. Esta era mía cuando estudiaba en la universidad— le mostró una portátil sobre el escritorio —No es la mejor por mucho, pero funciona bien, por si quieres escribir.

—¿Quién te dijo...?— comenzó la pregunta, pero luego miró a Sarada y suspiró —Olvídalo.

—Te conviene mucho ejercitar tu mente, y eso también te hará todo este asunto más pasable. Con la medicación los dolores de cabeza disminuirán, así que cuando te sientas bien, inténtalo.

—Lo haré.

—Perfecto...— exclamó sonriente y luego pareció algo indeciso a salir —Me gustaría leer lo que escribas. Puedo darte mi opinión.

—No es la gran cosa, solo un montón de ideas tontas y fantasiosas. Flashes de sueños o situaciones que se me ocurren con los juegos de Sarada— se encogió de hombros.

—Se escucha prometedor. A veces, dentro de tanta fea realidad, hace falta una inyección de fantasía y magia, para que todo sea más llevadero— apuntó con una sonrisa triste y luego pasó a su lado —Se sentirá bien llegar a casa y no escuchar solo el silencio.

Mi héroe de Blanco (Terminada)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon