Noventa y cinco

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- Despierta. - le susurró Harry al oído. ____ no despertaba.

- _____. -volvió a murmurar.

Ella soltó un leve gruñido y se giró. Harry se quedó observando su espalda. Tenía un lunar en forma de corazón allí. Su dedo se desplazó hasta la zona y notó como ella recibía un escalofrío. Sonrió levemente y se acercó un poco.


- Gatita...
Se detiene un segundo observándola. Está en el décimo sueño. O quizás en el décimo cuarto. Y él conoce su punto débil. Comienza a hacerle cosquillas en la espalda y luego sustituye su dedo índice por sus labios. Con tímidos besos sube desde su espalda hasta su nuca, pala luego comenzar a bajar por el cuello de ella. Sí, su punto débil es su cuello. ___ se remueva en sus sábanas y luego, abre un ojo con pesadez. Sonríe al verlo tan cerca. Vuelve a cerrar los ojos y Harry sigue con el tour por su cuello, subiendo por la clavícula hasta llegar a la comisura de sus labios. Deposita un besito fugaz allí y la gira, de modo que ella queda frente a frente. ___ abre los ojos por fin y suelta un leve suspiro cansado. Él reniega aquel suspiro y le toca la mejilla, coloca su mano en su nuca y la atrae hacia sus carnosos labios. Muerde levemente su labio inferior y luego, lo deja caer. Roza su nariz con la de ella varias veces, pero no cuenta con que este simple roce pueda llenarle tanto. Sonríe casi contra sus labios y suelta un suspiro ahogado dentro de su boca cuando ___ decide darle los buenos días de una forma divertida. Gira sobre él, quedándose encima. Le responde cal beso con ganas. Las manos de Harry se cuelan en su espalda apretándola contra él y ella ahoga un suspiro dentro de su boca, esta vez, en respuesta a lo que se le acaba de clavar en el muslo. Él ríe en su boca, tirando de su labio inferior y atrapándolo en ese segundo antes de que caiga. Exploran con sus lenguas cada parte y cada rincón que aún no han encontrado y aunque se encuentran pocos lugares que no han conocido antes, no les importa. Siguen disfrutando de su beso. No es el primero, ni el segundo, y mucho menos el tercero. Tampoco el cuarto, ni el quinto. Realmente no sabría darles una cantidad exacta y cobrar a ese beso con un cierto número. Lo realmente cierto es que aún siguen sintiendo ese sentimiento en el estómago que todos sentimos cuando besamos a alguien que nos gusta. Esa sensación de volar y esas cosquillas intensas con las que muchos nos confundimos al intentar averiguar cómo se llama esa sensación. Aunque se llama amor, saber perfectamente que ese sentimiento se ha adueñado de sus cuerpos, de sus mentes y de sus corazones.

___ abandona sus labios un segundo por oxígeno, y es que no le basta con el que le regala. Roza nuevamente su nariz con la de él y luego deposita un besito mojado sobre sus labios. Y se queda ahí. Sobre él. Recuesta su cabeza en su pecho. Justo al lado de su corazón. Y se quedan en silencio. Harry comienza a acariciarle el pelo hacia abajo, y hacia arriba. Sólo se puede sentir sus corazones bombeando con fuerza y sus respiraciones algo aceleradas por el beso que se acaban de regalar. ___ cierra los ojos sobre su pecho y luego, Harry también lo hace. Danza con sus dedos entre el pelo de ella, produciéndole leves escalofríos de vez en cuando. Casi quince minutos de silencio. Simplemente disfrutando del silencio de su Holmes Chapel. Harry adora el pueblo de sus abuelos. Es una casa antigua, pero está realmente bien para ellos. Su abuela Rose nunca quiso comprarse otra, a pesar de que Des, su padre, les había dicho que él se encargaba de remodelarla. Rose no quería. Aquella casa le traía tantos recuerdos a Harry...

Allí vivió él parte de su infancia. Hasta que un día Anne decidió comprar una ubicada en el centro de Holmes Chapel. La casa de campo, era perfecta. Se olía a frescor, a campo, a aire puro. Los pajaritos cantaban siempre, a todas horas. La brisa que bailaba en el ambiente era estupenda. Ah, y el pequeño río cercano también era increíble. É liba allí todas las noches y se sentaba a contemplar las estrellas. Un día, se enojó con Anne, ya que ella no le dejaba ir a cantar a la puerta del shopping. Él había pasado por allí con sus amigos unos días atrás y una idea le azotó el pensamiento. Tocar allí con su guitarra. Se lo dijo a su madre, pero ella no lo dejó. Ella estaba trabajando y él tenía tan solo 14 años. No lo iba a dejar sólo. Se enojó con ella y salió corriendo de la casa de los abuelos. Llorando. Y encontró el río. A partir de entonces, aquel lugar se convirtió en su lugar de calma. Cada vez que tenía un problema, iba allí. Y lo mejor es que las estrellas le entendían. Había una especialmente, que siempre brillaba con fuerza cada vez que la observaba. Jack, su abuelo, lo encontró. Se sentó a su lado.

Desafío al CorazónWhere stories live. Discover now