9. UNA SIRVIENTA COMO TÚ

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NARRA SUSY

Sentir sus manos, sus labios, su lengua acariciar cada parte de mi cuerpo fue algo muy bonito. Quería guardar este momento como el mejor de los sueños. No creía que esto estaba pasando en realidad, hace una semana nos dimos nuestros primeros besos y ahora estamos llevando nuestro amor a un nivel más alto. Haciendo que nuestro amor se haga más profundo e intenso. 

Deseaba que nuestro corazón se conectara no solo a nuestros cuerpos. Alan me estaba haciendo sentir muchas cosas que jamás había experimentado. Pude ver la cara de satisfacción que puso cuando le confirmé que él sería el primer hombre en mi vida. Cada toque era delicado y me sentía morir, cuando su lengua tocó mis delicados pliegues. Yo me dejé llevar por el placer y mordía la almohada para evitar gritar. Los movimientos que hacía con su lengua se hacían cada vez más rápidos y una sensación muy extraña comenzó a formarse en mi bajo vientre. Un calor recorrió mi cuerpo, por un instante creí que tendría que utilizar el baño y al tener el rostro de Alan en esa zona no quería que pasara nada vergonzoso. Se lo hice saber y solo se separó para contestarme. Me avergoncé un poco, pero, así como él me sugirió solo cerré mis ojos y me concentré en todo lo que estaba sintiendo ante sus caricias y nuevamente el calor extremo volvía llegar a mi cuerpo acompañada con la más exquisita sensación que he sentido en mi vida. Al mantener mis ojos cerrados no puedo mentir que si llegué a ver destellos como si se tratara de estrellas.

Fue un momento tan especial, que solo me daba ganas de llorar ante esto tan abrumante que sentía. Ahogué mi grito de placer en la almohada, segundos después Alan se separó de mí, bajó de la cama para quitar sus pantalones y lo que vi me sorprendió y asustó mucho a la vez. No pude guardar para mí las palabras que se vinieron a mi mente y por ende a mi boca.

—Tranquila muñeca, no te mataré, pero si dolerá. Seré lo más delicado posible, dolerá un momento, pero pasará. Esta es una introducción Susy, te presento a padawan, te asusta ahora, pero te encantará luego. Ahora... relájate muñeca o podría lastimarte —comenta mordiendo sus labios sin dejar de verme a los ojos y con ojos lujuriosos bajo su mirada a mi vagina, la cual aún seguía palpitando por lo que había experimentado anteriormente. Después de esa presentación él se volvió a subir sobre la cama y se acomodó entre mis piernas. La punta de su pene golpeó mi clítoris y me tensé un poco. Jamás pensé que algo tan grande se escondiera en el pantalón de mi príncipe. ¿Era bueno sentir miedo y deseo a la vez? Él se acerca a mi rostro y nuestros ojos se conectaron por unos segundos hasta que ambos cerramos los ojos al unirnos en un beso. Lo siento meter su mano entre nosotros para tomar a padawan y tocar mi vagina con la punta de este.

—Respira profundo, concéntrate en mis besos y en mis ojos —asentí levemente.

Unió sus labios con los míos y la presión que comenzaba a sentir entre mis pliegues era abrumadora. Más como dijo me concentro en todo lo que me estaba haciendo sentir. Un ardor que más que doler es como si me quemara por dentro. Apreté su espalda con fuerza enterrando mis uñas en él. Mientras tomaba mis labios, apreté su labio inferior algo fuerte cuando esta vez sentí un dolor punzante. Mi príncipe se abría paso en mi interior y era como estar en el infierno y el cielo a la vez.

—Mierda —susurra y aprieta con fuerza una de las almohadas, me preocupo de inmediato.

—Estas tan estrecha que me duele. ¿Tu? ¿Estas bien? —apreté mis labios con fuerza y asentí.

—Bien, porque comenzaré a moverme.

Salió y entró de golpe nuevamente en mí, cerré mis ojos y dejé salir un gemido que él calló con un beso. Sus embestidas se hicieron cada vez más rápidas y yo me sentía que moriría en sus brazos de tanto placer que estaba experimentando. Alan toma mis piernas, las junta y abraza a su pecho. Deja un beso en ellas para comenzar a entrar aún más en mí, no sentía dolor, pero sí que empujaba algo en mi interior que solo me hacía volver a experimentar ese calor por todo mi cuerpo y mi orgasmo estaba llegando de nuevo. Miré a Alan y este soltó mis piernas para venir en búsqueda de mis labios y yo me aferré a su cuerpo. Esta vez el orgasmo fue tan abrumador que lágrimas salieron de mis ojos y sabía que eran de emoción porque me había entregado al amor de mi vida. Mi interior se sintió aún más caliente y Alan dejó salir un gemido que más pareció un rugido y se desplomó en mi pecho, siguió haciendo movimientos más suaves. Ambos tratamos de recuperar nuestro aliento. Metí mis dedos entre su cabello, acariciando su cabeza. Levantó su mirada y me sonrió. Trajo una de sus manos hasta mi rostro y limpió mis lágrimas con su pulgar.

—Te amo, Alan —le confesé y su mandíbula se tensó casi de inmediato. No me dijo nada solo me besó, salió de mí y noté que se quedó observando algo entre mis piernas. Me dolió que no me devolviera él te amo. Intenté moverme para salir de mi cama, pero me fue imposible. Sentía un dolor lacerante entre mis piernas.

—Traeré algo para limpiarte. ¿Dónde está la ropa de cama limpia? —preguntó y para nada me gustó el tono de voz que utilizó. Trajo una pequeña toalla de baño húmeda y con cuidado me limpia. Siseé un poco porque si me había lastimado. Alan sí que tenía una bestia en medio de las piernas. Me limpió y me tomó en brazos, me llevó hasta el baño, abrió la regadera y dejó que el agua tibia recorriera mi cuerpo. Estábamos debajo del agua y una nueva sesión de besos comenzó, aunque me sentía morir, pero quería y necesitaba más de él. Llevé mi mano hasta padawan y ya no necesitaba más estímulo porque estaba listo para seguir y una vez más en el baño Alan volvió a hacerme el amor. Para salir del baño, él me enrolló con la toalla, volvió a tomarme en brazos y me sentó en la silla del escritorio. Mientras él cambiaba las cobijas diligentemente, yo me dediqué a verlo, pues su trasero se miraba muy lindo. Terminó con la cama y fue hasta el armario para buscar algo cómodo para que me cambiara. Me tomó en sus brazos una última vez, lo abracé y besé su mejilla. Me recostó sobre la cama y acarició mi cabello. Se puso de pie y buscó sus cosas.

—Te amo, mi príncipe —fue lo último que dije, pues como si de arte de magia se tratara, me sentía muy cansada. Los ojos se me cerraban. Él se recostó a mi lado y acarició mi mejilla.

—Descansa preciosa, mañana será un nuevo día —mencionó y sentí un beso en mi frente, en mis mejillas y los románticos se quedan en mis labios. Me recosté a su lado y me quedé dormida. La mañana siguiente llegó y lo primero que hice fue buscarlo y no lo encontré. Debo de admitir que, si me dolió muchísimo, porque no dejó una nota o algo. Lo único que se puede sentir de Alan aquí es su aroma casi inexistente. Miro la hora y veo que me he levantado 30 minutos después de lo normal. Comienzo mi día como todos los demás, cocinando desayuno para todos. Por alguna razón Alan no bajó a desayunar, ni almorzar y mucho menos a cenar. Esa noche salí al jardín con la esperanza de verlo y nunca apareció. Comenzaba a agitarme, no quería pensar que Alan solo jugó conmigo.

«Posiblemente esté ocupado con las cosas de su universidad» 

Suspiré, me abracé a mí misma y me regresé a mi habitación. Al día siguiente, pasó lo mismo, con la diferencia que en la cena si estuvo presente. Lo miré todo el tiempo y él no me miró en ningún momento. No podía seguir con esta incertidumbre, necesitaba escuchar de sus labios lo que le pasaba. Por primera vez en la madrugada subí las escaleras con rumbo a su habitación. Abrí la puerta sin tocar y entré lo más rápido que pude. Él estaba caminando del baño a su cama y se sorprendió al verme.

—Necesito saber ¿qué te pasa? ¿Por qué me estás ignorando?

Mi pregunta fue directa. Para que de igual manera reciba una respuesta de su parte.

—¿Porque preguntas? Si está más que claro, ya obtuve lo que quise de ti. ¿Enserio creíste que iba a enamorarme de una sirvienta como tú?

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Copyright © 2023 Valery Archaga

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