Capítulo 10

24 19 3
                                    

Este cap es corto :,). Vota, comenta y recomienda si te gusta, por favor <3

***

Los castigos eran algo que ya daban por hecho incluso antes de que comenzaran. Había castigos públicos cuando los problemas eran causados entre dos secciones diferentes y estaban los castigos internos cuando había problemas dentro de la sección y todo se solucionaba en privado. Los capitanes tenían la obligación de hacer cumplir los castigos ya fueran para los que estaban bajo su cargo o no.

Por eso, la paliza que le había dado Barnell al volver al edificio fue más o menos lo que había anticipado cuando le dijo que fuera al edificio de la sección con esos ojos que prometían dolor. Mucho dolor. Pero no había previsto que luego de unos cuantos golpes e insultos, el capitán ordenaría que le ataran al poste para golpear y que se quedara ahí durante el resto del día. Sin almuerzo. Sin ir a correr antes de la cena. Sin cena. Y cuando la noche había caído, cuando los demás prisioneros llegaron tras cenar y encontraron a Barnell practicando un conjunto de golpes contra él y vieron que aún seguía ahí casi pudo sentir su lastima y sus ojos volvieron a brillar justo antes de recibir un puñetazo en la mandíbula por parte del capitán. Allí estaba Tebec con el brazo vendado.

Me merezco esto. Eso pensó en un momento.

Los prisioneros se quedaron todo el tiempo después, viendo cada golpe de Barnell y escuchando cada quejido que soltaba en respuesta hasta que supo que solo las cuerdas lo mantenían de pie. Y Barnell se dio cuenta de eso. Todos se dieron cuenta. Pero nadie dijo nada. Él no dijo nada.

— ¿Ibas a matarlo? —preguntó Barnell.

El cansancio le invitó a no responder ni a levantar la cabeza pero terminó haciendo un esfuerzo para verlo a los ojos. El capitán resopló y dio un asentimiento. Un guardia se acercó y no desató las cuerdas, las cortó. Se desplomó contra el suelo y se apoyó en los antebrazos intentando tomar todo el aire que las ataduras no le habían permitido mientras jadeaba.

—En el combate luchaste bien —dijo el capitán para que todos lo escucharan—. Has aprendido bastante. Tú eres un ejemplo de lo que quiero que todos logren en el combate y de lo que quiero que no hagan fuera de él —Barnell se agachó con un equilibrio perfecto—. No son como las otras secciones. Son mi unidad —y se movió tomándolo bajo los brazos para ponerlo de pie contra el poste. No pudo evitar quejarse—. Y mi unidad no se rebaja a las estupideces de las demás porque mi unidad, mis soldados, arrasarían con las demás.

El chico se apoyó lo mejor que pudo y plantó los pies con tal de no caer. Los prisioneros y guardias los miraban a ambos y aunque no quería terminó presionando su costado.

—Todos en este maldito edificio son soldados —dijo el capitán viéndolos a todos y cada uno—. No son guardias y prisioneros, en la guerra no habrá distinciones. Son soldados, todos lo son —y se volteó a verlo con intensidad en sus ojos—. Así que ahora tengo que preguntarte ¿Qué eres? ¿Eres un prisionero o un soldado?

Tragó saliva antes de verlo a los ojos y responder: —Soy un mestizo, fui un prisionero y seré un soldado. Tú me convertirás en un soldado.

— ¿Eso quieres? —inquirió el capitán acercándose pero sin bajar la voz.

—Sí.

— ¿Quieres que te convierta en un soldado?

—Sí.

— ¿Quieres que te convierta en un guerrero?

—Sí —y gruñó cuando lo dijo.

El capitán lo observó durante un momento y asintió al decir: — Bien. Lo haré mientras sigas mis reglas —y, para su sorpresa, le tendió la mano. Se la estrechó. El capitán se volteó a ver a los demás—. ¡Y eso es para todos: Los convertiré en guerreros entrenandolos tan bien como pueda si siguen mis reglas! —se giró volviendo a ver al chico—. Se acabó tu penitencia.

Rompió el contacto visual al asentir. Barnell empezó a deslizarse por el salón con dirección a la salida pero se detuvo cuando los prisioneros se hicieron a un lado para dejarlo pasar y dijo: —Les doy autorización para responder a los golpes siempre y cuando no hayan comenzado el enfrentamiento —volvió a ver al chico—. Y para la próxima, soldado, ataca al cuello —El capitán señalaba un punto en su piel muy cerca de una horrible cicatriz—. Aquí. No podrá recuperarse de eso —muchos prisioneros, no, soldados reaccionaron con escepticismo y sorpresa ante la sugerencia del hombre, otros sonrieron cuando agregó:—, créeme.

Tras eso el chico llegó a entender un poco más porqué habían asignado a Barnell como capitán de la primera sección. Este hombre era uno de ellos.

***

Gracias por leer <3

El Guerrero del Norte ©Where stories live. Discover now