Capítulo 3

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Debería haberlo publicado anoche xd

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Para el medio día los carruajes de metal con prisioneros ya estaban siendo desocupados. Habían llegado. El chico y el prisionero 212 estuvieron esperando durante mucho tiempo después que se detuvieron hasta que tres guardias abrieron la puerta y les apuntaron a ambos con sus espadas mientras uno de ellos sacaba las cadenas del soporte y los obligaban a bajar.

El chico pudo sentir una brisa fría estrellarse en su rostro, no debían estar lejos del calabozo pero necesitaba conocer su ubicación actual. Los guardias los llevaron a empujones por un sendero y caminaron hasta que vieron una muralla con guardias armados arriba que los vigilaban al acercarse. Vieron a más guardias y prisioneros siguiendo la misma dirección a donde los llevaban. Dentro de los muros.

Las gigantescas y sin dudas pesadas rejas estaban abiertas, tras ellas pudieron ver lo grueso de los muros al caminar por el túnel que daba a un enorme espacio abierto. Era increíble pensar que los muros lo rodeaban todo, incluso los edificios del fondo. El chico no pudo seguir apreciando el ambiente por el empujón del guardia mientras lo guiaba a una gran estructura.

En cuanto entraron tanto el chico como el prisionero 212 se asombraron de ver a tantos prisioneros en un mismo lugar. Era un gran salón de techos abovedados con vigas decorativas, grandes ventanas y una tarima al fondo que se elevaba a un metro de altura sobre el suelo. Y claro muchos guardias armados a los lados, en la tarima, en la puerta y el chico llegó a pensar sobre qué llegaría a hacer uno de ellos para cumplir con su trabajo, hasta que mirando una viga pudo distinguir al que observaba desde las alturas, oculto en las sombras, con arco y flecha en mano vigilaba y veía todo con casi aburrimiento hasta que noto la mirada del chico, viéndolo a los ojos y el chico casi pensó haber visto al guardia sonreír al romper el contacto visual y seguir con su escaneo constante de todo movimiento sospechoso.

Los guardias que los escoltaron se fueron, tal vez para traer a más. Pasaron minutos en que no pasó más que ver a muchos prisioneros lanzándole miradas de confusión por su tamaño y notable corta edad, escuchar susurros de algunas conversaciones estúpidas y notar al nervioso prisionero a su lado que no dejaba de balancearse sobre sus pies o darle un ritmo constante a una pierna para luego parar y hacerlo con la otra.

—Trata de calmarte. — dijo el chico con tono cansado.

— ¿Acaso me vas a decir que no estas nervioso? —inquirió el prisionero logrando cruzar los brazos a pesar de las cadenas.

—No.

— ¿Aunque sea algo ansioso?

—No sé. —respondió frunciendo el ceño contando a los dos guardias que vio pasar a través de la ventana, con los que vio afuera en el camino, sobre la fortaleza, en las tarimas y en las vigas debían ser alrededor de...—...setenta y nueve... —susurró sin darse cuenta.

— ¿Qué? ¿Estás contando? —interrogó 212 negando con la cabeza—. Y dices que yo soy el que está nervioso.

—No estoy nervioso. —mintió.

— Da igual —soltó el prisionero que resultaba tener los ojos de un turquesa vibrante que resaltaba con su piel dorada y el cabello castaño—. ¿Por qué siento que nos van a matar?

—Tal vez lo hagan.

—No eres bueno dando ánimos —dijo 212 soltando un suspiro y negó con la cabeza—. ¿Qué crees que pasará ahora?

—Vendrá, un imbécil, alguien de mayor rango, nos llamará escoria y nos convencerá de pelear en la guerra para dejar de serlo —dijo por lo bajo distraído tratando de recordar específicamente el número de guardias que vio fuera de la prisión.

El Guerrero del Norte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora