Capítulo-10 Desvelando el pasado

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27-octubre-1899.

The Loft — Ambarino.

El viaje desde Van Horn hasta la ubicación que me había indicado el tabernero era larga, tomando varias etapas. De camino a mi nuevo objetivo, me crucé con una zona en obras donde estaban construyendo el nuevo trazado del ferrocarril. Con mucho cuidado comencé a cruzar con mi caballo, hasta que escuché como un hombre que por su aspecto parecía el capataz, discutía con un segundo sujeto. El desconocido después de golpear al capataz le apuntó con su revolver, hasta que yo lo desarmé de un tiro.

—El próximo disparo irá a la cabeza, así que deje en paz a ese hombre —dije apuntando al desconocido.

—Esto es un asunto privado, ¿a usted quien le ha dado vela en este entierro?

—Aquí el único entierro que contemplo es el suyo si no hace lo que le digo y se marcha por donde ha venido.

—No tiene ni idea de con quien está tratando —gritó el hombre airado hastaque disparé a escasos centímetros de sus pies

—¡Vale, vale! Usted gana, ¡pero esto no quedará así! —dijo señalándome con agresividad, marchándose malhumorado.

Al quedarme a solas con el capataz, se presentó como Percy Whitsickle, me agradeció mi intervención, seguidamente me explicó como un magnate avaricioso conocido como Leviticus Cornwall se había adueñado de la parcela fronteriza por la que tenía que pasar el ferrocarril, al no detener las obras, envió a sus matones para que los echaran. Sin saber porque, sentí la necesidad de ayudarle. Apresuradamente subí a lomos de Artemis, cabalgué un par de kilómetros hasta llegar a un campamento vigilado por varios hombres armados. Puesto que el matón al que amenacé con anterioridad se encontraba entre ellos, comenzaron a disparar. De un saltó me bajé del caballo, desde el aire alcancé de muerte a dos matones, los otros tres siguieron disparando contra mí. Me escondí tras el tronco de un árbol, abatiendo a un tercer sicario. Los otros dos comenzaron a huir hasta que derribé a uno de ellos alcanzándole en el muslo.

—¡Escúchame bien escoria sarnosa! Dile al apestoso de tu jefe que el ferrocarril seguirá su curso tanto si quiere como si no, como vuelva a meterse con esta gente, yo misma iré a por él después de haber matado a toda su familia —dije amartillando el arma bajo su gaznate.

—Vale, vale, pero no me mates, por favor... tengo familia —dijo con notable temblor.

—Mejor, porque serán los primeros en morir si a esta gente les pasa algo —dije después de lanzarlo violentamente contra el suelo.

Tras huir apresuradamente, el capataz vino hasta mí agradeciéndome lo que había logrado, pese a que intentó recompensarme con dinero, me negué a aceptarlo, recordando las lecciones que me dieron mis padres adoptivos. No obstante, sí que saqueé los cadáveres de los sicarios y el campamento en el que se habían establecido.

El resto del camino se desarrolló sin sobresaltos aunque me tomó un par de días, a causa de la extensión del terreno, cruzando enormes zonas boscosas y teniendo que ascender algunos puertos de montaña. Al llegar a las inmediaciones del refugio me encontré con un pequeño campamento situado junto al camino, dos fogatas permanecían encendidas, una de ellas calentado algo en una olla. Antes de entrar en el emplazamiento admiré su estructura. Una curiosa cabaña de troncos rematada en una atalaya de tamaño medio. El interior resultaba entrañable y acogedor, a diferencia del campamento exterior, no había desorden ni caos, todo estaba en su sitio. La cama se hallaba al fondo de la estancia a mi izquierda, junto a una ventana. Un telégrafo a mi derecha junto una vitrina con algunos rifles de precisión. Una estufa central y unos pocos muebles que según suponía contendrían víveres. Frente a mí se extendía una larga escalera que sin duda llevaría a lo alto de la torre.

La paradoja de SadieWhere stories live. Discover now