4-7. Yoongi

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Yoongi se arrodilló junto a un inodoro por segunda vez esa noche. Esta vez, en un restaurante de mierda al borde de la carretera. Su estómago ahora estaba terriblemente vacío, ardiendo de hambre o tal vez por el ácido, sus músculos se sentían acalambrados como si hubiera sido pateado por un caballo. ¿Cuándo fue la última vez que comió algo? ¿Cuándo Blake le trajo un sándwich? ¿Eso había pasado ayer? Cayó de espaldas contra la puerta del cubículo, rogándole a su cerebro que no pensara demasiado en las baldosas sucias debajo de él.

Esta historia estaba resultando peligrosa para su salud mental. Jeon Jungkook estaba resultando peligroso para su jodida salud mental... y su cordura. El sudor corría por su frente, llegando a sus ojos y rodando por la columna hasta que su camiseta estaba pegajosa.

Definitivamente no había predicho que esta noche resultaría de esta forma. Había anticipado que sería aburrido, que encantaría a Jeon Jicheol en una amistad y que descubriría lentamente todos sus sucios y pequeños secretos; que quizás le habría parecido intrigante en su teoría, pero que probablemente, en la realidad eran aburridos.

Cuando Jicheol nunca apareció, Yoongi casi se había ido –estuvo a punto de irse–, cuando notó a Jungkook en el bar. ¿Por qué no había seguido caminando y lo había intentado de nuevo en otra ocasión? En lugar de eso, se decidió a intentar seducir a un Jeon distinto.

También había sido presuntuoso al respecto. Al menos hasta que estuvo en el auto, conduciendo a su casa. Yoongi había ido en busca de una noticia y de alguna manera había terminado dentro de una película gay de acción.

¿Película de acción? Prueba con una película porno. Y ni siquiera es porno vainilla. La mierda kink que tienes que indagar en internet para conseguir. Del tipo que raya con lo ilegal.

Ugh.

—Ahora no —dijo Yoongi en voz alta a... a nadie. Porque su hermano no estaba allí.

Mamá diría algo así como que Dios te está castigando.

Yoongi podía oír el humor petulante en la voz de Geumjae. Así es como Geumjae decía todo lo que tenía por decir. Como si todo el mundo fuera divertido y estuviera por debajo de él. Sin embargo, tenía razón acerca de su madre. Ella hubiese dicho eso. Sacudiría la cabeza y agitaría la mano mientras se bebía otro Martini, quedándose de la terrible mala suerte de su familia. Solo su madre era capaz de convertir a una dama de clase media en un lastre.

Se secó el sudor de la frente. ¿A quién estaba engañando? Él también se compadecía de sí mismo. No había nada como vivir un evento que podría cambiarte la vida, para darte cuenta de que la misma te pende apenas de un hilo. Había pensado que era fuerte, que era ingenioso, que lo tenía todo resuelto. Pero una pequeña grieta –bueno, una grieta masiva–, y Yoongi se estaba fracturando en miles de pedazos mentalmente inestables.

¿Era posible tener una crisis de la mediana edad a los veinte años? Si la respuesta era sí, entonces era esto. Se estaba deshaciendo. Había pasado toda su vida con un objetivo en mente: ser un periodista policial. Pensaba que era la mejor manera que tenía de usar su amor por el crimen real en algo que pudiera ser bueno para el mundo, contando la historia de las víctimas. Tan noble. Tan altruista.

Pero no era así. Porque él también deseaba la fama. Lo necesitaba, incluso. No el dinero, no el estatus de celebridad. Solo la fama, porque la fama podría otorgarle, aunque fuera, una migaja de afecto de su madre. Su risa desesperada hizo eco en el baño vacío. Ni siquiera le agradaba y, aun así, estaba dispuesto a morir solo para impresionarla.

Yoongi en verdad era un jodido masoquista.

Y Jungkook era un sádico. Un sádico en sentido literal. Yoongi no había tenido que trabajar para poder sentirse deseado por él. Todavía seguía sin hacerlo. Había una extraña emoción que provenía de saber que incluso la más mínima cantidad de su interés ganaría más de la atención de Jungkook, como agitar una capa roja frente a un toro.

M.N. (1-7)Where stories live. Discover now