3-9. Jungkook

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Cuando Jungkook entró en su habitación para buscar algo de ropa, Yoongi lo siguió, mirando de un lado a otro como si estuviera tratando de asimilarlo todo. No tenía idea de qué podía ser tan interesante sobre el espacio grande y luminoso. Era muy... minimalista. El decorador lo había llamado decoración escandinava. Si bien apreciaba las líneas limpias, los escandinavos claramente sobreestimaban la necesidad que Jungkook tenía sobre las mantas. Estaban colocadas sobre los sofás y cuidadosamente dobladas en cestas tejidas. Demonios, había una colgada en una escalera que no conducía a ninguna parte.

No había tenido ningún interés ni participación en el diseño de su propio apartamento. Cuando había encontrado el lugar, Kendra se acomodó instantáneamente como en casa y se refirió al sitio como si fuera de ambos. A Jungkook no le había importado lo suficiente como para corregirla. De todos modos, se había imaginado que de esa manera iba la cosa.

Kendra había contratado a un decorador –con el dinero de Jungkook, por supuesto– pero se había convertido en tal pesadilla, que tres diseñadores habían renunciado en los primeros seis meses. Y terminaron antes de que el cuarto pudiera completar el trabajo. Jungkook había considerado simplemente darle el lugar y mudarse a otro sitio, pero la familia entera enloqueció. Jooheon, incluso, había amenazado con meterle una bala en la cabeza si Jungkook le regalaba un apartamento de un millón de dólares como premio de consolación.

A Jungkook no es que le hubiese gustado mucho Kendra, pero tampoco la quería muerta, así que se quedó con el apartamento y le pagó el doble al decorador para que hiciera lo que ella quisiera y no lo molestaran. De todos modos, en un día cualquiera, él apenas y se daba cuenta de donde estaba. La mayoría de las noches trabajaba hasta el anochecer, y luego volvía a casa y se iba directo a la cama... con excepción de las noches en que trabaja para su padre. Entonces, realmente no importaba donde se acostaba al oscurecer, siempre y cuando se siguieran los protocolos.

Jungkook se puso unos pantalones cortos deportivos y se puso rígido en cuanto los brazos de Yoongi lo rodearon por detrás.

—¿Qué estás haciendo?

Yoongi se rio entre dientes.

—Abrazándote.

—¿Por qué?

Yoongi le besó el hombro, y sus labios se demoraron mientras que ambas manos se extendían encima del vientre de Jungkook.

—Porque me gusta tocarte. Hueles bien y eres cálido.

Jungkook hizo todo lo posible por relajarse.

—Oh.

—Realmente no te tocan muy a menudo, ¿Eh? —Reflexionó Yoongi.

—Me crie dentro de una familia de psicópatas. No somos muy buenos con los abrazos.

—¿Ni siquiera tu padre? —Yoongi cuestionó.

—Mi padre hizo lo mejor que pudo con todos nosotros. Siempre estuvo muy consciente de nuestra autonomía corporal. Si no queríamos ser abrazados o que nos besaran, él simplemente mantenía la distancia.

Yoongi retrocedió.

—¿Te molesta?

Jungkook agarró las manos de Yoongi antes de que estas pudieran deslizarse a su alrededor, y las colocó en su lugar, manteniéndolas allí en caso de que intentaran retirarse de nuevo. Se echó hacia atrás, descubriendo que le gustaba la sensación de la piel de ambos tocándose.

—No. Yo solo... no sé cómo procesar el afecto.

Una vez más, Yoongi soltó esa risa exasperante.

—No tienes que procesarlo, pecas. Solo tienes que sentirlo.

M.N. (1-7)Where stories live. Discover now