3-3. Jungkook

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Jungkook no estaba seguro de cuánto tiempo se quedó allí sentado, mirando fijamente a la puerta y preguntándose si todo eso realmente había sucedido o si es que había entrado en una especie de estado disociativo y lo había alucinado todo. Tenía que ser eso último. Sí tenía que ser eso.

Jungkook no se enrollaba con desconocidos, no permitía que otros hombres le dieran órdenes, no los empujaba contra las paredes y se ponía de rodillas ante ellos... sin importar cuan sexy fueran dichos hombres, o lo oscuro que fueran sus ojos, o los suaves que fueran sus labios, o lo baja y ronca que sonaba su voz cada vez que hablaba.

Sus párpados se cerraron entre pestañeos.

Ábrete para mí. Dame tu lengua.

No pudo detener el escalofrío que lo recorrió. Por mucho que Jungkook quisiera fingir que se lo había imaginado todo, todavía podía sentir el sabor de Yoongi en su lengua, sus labios aún estaban rojos y su garganta todavía dolía. Prácticamente le había rogado por chupársela.

Jungkook negó con la cabeza. Y había estado tan cerca de salir del encuentro sin avergonzarse a sí mismo. Yoongi había estado a punto de irse. Él pudo haberlo dejado ir y seguir con su día, pero una opresión en el pecho que nunca antes había experimentado lo dejó abrumado. No saber si lo vería de nuevo le había robado el aliento y obligado a actuar por instinto. Y su instinto natural había sido arrodillarse. Para él.

Cristo.

Y ahora, no sabía qué hacer con eso.

¿Había sido miedo? ¿Jungkook, alguien que nunca había experimentado realmente el terror, en ese momento había tenido miedo de no volver a ver a Yoongi? Tal vez solo se trataba de aburrimiento. Había tenido una mala racha en citas desde que sus hermanos habían decidido emparejarse de por vida como una clase de pingüinos psicóticos. Nunca había tenido mucha suerte con el sexo opuesto. Con cualquier sexo, la verdad. Es simplemente que encontraba a la gente... tediosa. Y prefería concentrarse en el trabajo, en hacer cosas en las que era bueno.

Sacó su teléfono y abrió el Instagram de Kendra desplazándose por publicaciones sordas sobre baristas molestos y como se le había roto la correa de su bolso de Balenciaga. Uno que él le había comprado cuando comenzaron a salir.

Salir con Kendra había sido fácil. Era como salir con una muñeca inflable. Ella había sido todo superficialidad, como él. Jungkook nunca tuvo que preocuparse por herir sus sentimientos. Ya que ella no tenía ninguno. Era insípida y vacía. Cualquier desaire que percibiera era fácilmente perdonado tan pronto como Jungkook abría la billetera.

Si era honesto, nunca había sentido nada por Kendra, pero eso no era raro en las personas con un diagnóstico como el de él. Se lo había atribuido a sus genes malos. Simplemente era que su cerebro estaba mal conectado. Ella nunca le había pedido una florida confesión de amor. No le importaba si él prefería trabajar hasta la medianoche. Solo había pedido posesiones materiales. Eso debería haber sido suficiente para él. Pero,

¿Por qué no podía haber sido suficiente para él?

Ahora estaba este maldito tipo, un completo desconocido, que había hecho que Jungkook se sintiera... despojado en cuanto se había alejado, una sensación que ni siquiera había creído posible. Simplemente no tenía ningún sentido. ¿Era así como se había sentido Junseop? ¿O Jooheon? ¿Era por eso que protegían tan violentamente a Jimin y a Taehyung?

¿Por qué se habían sentido ansiosos de abrazar ese sentimiento? Era horrible. Lo hacía sentir como si no pudiera respirar completamente, y no es como si él tuviera la clase de trabajo que le permitiera distraerse por culpa de un hombre de ojos marrones que no conocía límites.

M.N. (1-7)Onde histórias criam vida. Descubra agora