3-2. Yoongi

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Yoongi entró en la tienda a través de la oficina principal. Desde allí, podía ver el mostrador donde atendía a los clientes y su área de trabajo con un elevador hidráulico. También pudo ver el gran espacio que tenía disponible para los amigos. Tenía una televisión enorme y un cómodo sofá envolvente y hecho jirones en donde más de uno de ellos había acampado durante una mala noche. Él y su hermano, Hueningkai, tenían un par de habitaciones pequeñas en el piso superior.

No le sorprendió ver a Hueningkai y Jay sentados en el sofá, gritándose el uno al otro entre carcajadas mientras jugaban en la PlayStation. Jay era fácil de identificar con su cabello color agua. Mientras que Yoongi los observaba, su hermano se puso de pie antes de dejarse caer contra el sofá como si eso pudiese animar al personaje de la pantalla a hacer lo que él quería. Esa acción hizo que la blusa fluida de su hermano, se cayera sobre uno de sus hombros delgados.

Los ignoró, dejando su oficina para caminar hacia el fregadero, incapaz de borrar esa estúpida sonrisa del rostro.

No tenía idea de lo que había sucedido en esa cabaña, pero no podía recordar algún momento en que se hubiese corrido tan fuerte en medio de una paja tan torpe. Pero, no fue el acto lo atrapante, fue el hombre detrás de ello. Había algo tan malditamente caliente en ese hombre, con su cabello rojo, grandes ojos azules y pecas que desaparecían en cuanto se sonrojaba por la vergüenza... o por un orgasmo. Había sido tan fácil.

Todo lo que Yoongi había hecho fue poner la oferta sobre la mesa; fue Jungkook quien dio el primer paso, atrayéndolo y besándolo con fuerza. Había estado tan profundamente enrollado, tan confundido. Fue como si algo se rompiera dentro de él y toda esa represión y conflicto acabara por explotar en su interior, convirtiendo todo en un acto salvajemente desesperado. Yoongi estaba agradecido de haber estado en el otro extremo.

Sonrió un poco más. Siempre eran los seriecitos los que terminaban siendo unas bestias en la cama, y durante todo el camino a casa, Yoongi no podía dejar de imaginarse a sí mismos desarmando a ese hombre pieza por pieza hasta dejarlo temblando y suplicando por ser follado. Apostaba que, con la cantidad justa de presión, su pequeño psicópata pelirrojo haría cosas sucias, muy sucias por él.

Yoongi resopló cuando se dio cuenta de que se estaba poniendo duro de nuevo. Mierda. Era una pena que no pudiera volver a verlo.

Se echó agua en la cara, sacó una toalla de papel limpia del dispensador y pasó a secársela. Se dio cuenta demasiado tarde de que los ruidos del videojuego habían cesado. Se dio vuelta para encontrarse a los chicos parados directamente detrás de él, como algo directamente salido de una película de horror, incluyendo sus expresiones burlonas.

—¿Qué pasa? —preguntó vacilante, apoyándose en la sucia encimera de madera y cruzando los brazos encima de su pecho.

—¿Estás bien? —Preguntó Jay, su acento ruso filtrándose en sus palabras.

Yoongi frunció el ceño hacia el chico de cabello azul.

—Sí, ¿Por qué?

Una vez más, Hueningkai y Jay intercambiaron miradas. Estaba acostumbrado a la cara de juicio de parte de su hermano. Había salido del útero mirando a todos los demás como si estuvieran por debajo de él. Pero, era raro ver esa mirada en Jay. Su padre había sido un ejecutor de la mafia rusa y él era un asesino de veintidós años. Casas de cristales y todo eso.

Hueningkai ladeó la cadera, su mirada lo recorrió de la cabeza a los pies con sospecha. Yoongi puso los ojos en blanco. Era una jodida diva.

—¿Qué?

—Estás cubierto de sangre —señaló Hueningkai.

Yoongi resopló.

—Sí, es una especie de gajes del oficio.

M.N. (1-7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora