3.5-1. Jungkook

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Era descortés mirar fijamente. Era algo que su madre le había inculcado desde que Jungkook era pequeño. No mires. No te obsesiones. No permitas que la gente vea quién –No, no quién si no qué– eres realmente. A la gente normal no le gustaban esas cosas, no encontraban románticas o halagadoras sus tendencias de acecho.

La cuestión era que Jungkook nunca se había obsesionado con nadie más que con Yoongi, no había visto a nadie más que a Yoongi desde el momento en que este había arrastrado su colchoneta junto a la de Jungkook en la clase de preescolar de la Sra. Faison y le confesó que le tenía miedo a la oscuridad. Jungkook le había asegurado que él no le tenía miedo a nada, y eso lo había tranquilizado lo suficiente como para que Yoongi se quedara dormido.

Yoongi no recordaba eso y tampoco se acordaba de Jungkook. Después de que Jungkook le prendió fuego a la cama de los padres de Yoongi, su madre se había encargado de alejarlos de las miradas indiscretas... y de Yoongi. Pero Jungkook había encontrado su camino de regreso. En el momento en que obtuvo su licencia, averiguó donde estaba Yoongi, lo que estaba haciendo, y había encontrado la manera de hacer que sus caminos se cruzaran otra vez.

No es que Yoongi supiera algo de todo eso. Hasta donde él sabía, él y Jungkook eran solo amigos debido a las circunstancias. Ambos necesitaban dinero, así que ambos trabajaban en la cafetería del campus, que era donde Jungkook estaba sentado ahora mismo, tomándose un descanso de treinta minutos junto a un grupo de personas a las que llamaba amigos. Bueno, quienes lo llamaban amigo a él. A decir verdad, no le importaría mucho si un agujero se abriera y se los tragara justo en medio de Hallowen Grounds.

—Irás, ¿Verdad, Kook?

Aparecieron unos dedos perfectamente cuidados que chasquearon a una pulgada de su rostro. Jungkook arrastró su mirada del chico detrás del mostrador para observar fijamente a la muchacha de cabello rubio frente a él.

—¿Qué?

Mandy puso los ojos en blanco.

—Nunca me escuchas.

—Para ser justos, nunca dejas de hablar —dijo Jason—. Es difícil mantenerse al día.

Mandy le mostró el dedo medio y le lanzó una mirada enojada, que solo hizo que Jason se volviera más atrevido. Sin embargo, a Mandy le gustaba la atención. A ella le encantaba ser el centro de atención. Pero, Jason tenía razón en algo, ella nunca dejaba de hablar. Y nunca lo hacía sobre algo que pudiera interesar a Jungkook. Hablaba de las fiestas de fraternidad y de los partidos de fútbol y, bueno, de Jungkook en sí. Había estado tratando de acostarse con él desde el comienzo del último año, y ni siquiera su orientación sexual parecía detener los constantes intentos de engatusarlo para tener una cita.

Pero Jungkook solo tenía ojos para Yoongi. El dulce, suave y peligrosamente bonito Yoongi. Como si pudiera escuchar sus pensamientos, el muchacho alzó la vista desde el mostrador y le dedicó una tímida sonrisa. No le llegó a los ojos. Yoongi no le había dado una sonrisa genuina desde que ese pedazo de mierda de Holden había aparecido en su vida.

—No puedo. Tengo que trabajar —dijo Jungkook—. Me toca cerrar esta noche, ¿Recuerdas?

Mandy hizo un puchero, su labio inferior se asomaba en una apariencia que no era tan linda como ella pensaba.

—¿No puedes buscar a alguien que pueda cubrirte? Como ese niño que tiene acné.

El niño en cuestión era Remi, y él se habría reído si hubiese escuchado lo que Mandy había evaluado en cuanto a su apariencia. La piel de Remi no era tan ilustre, pero eso no impedía que las chicas se lanzaran a sus brazos. Era inteligente, divertido y con una familia asquerosamente rica. Y, de alguna manera, seguía siendo un buen tipo.

M.N. (1-7)Where stories live. Discover now