XXXVIII

542 23 42
                                    

Victoria

Planeo una mochila para ir a visitar a mis padres, los cuales no veo hace como seis meses.

- ¿Y esa maleta? - pregunta asustado Eduardo.

- Haz la tuya, vamos un fin de semana a Asturias, a ver a mis padres.

- ¿Asturias? - pregunta confuso.

- Una comunidad autónoma al norte de España. Tiene paisajes parecidos a Francia, así que te sentirás bien ahí, espero - doblo con delicadeza cada pantalón, pero sin quedarme dormida, no podemos perder el vuelo.

- Perdón, el nombre me recordaba a Australia - rasca su nuca con una sonrisa. Mientras que mi determinante mirada indica que se disponga rápidamente a doblar la ropa pendiente.

- Ni rastro de Celio hoy en casa - digo cambiando de tema. No soporto los ambientes fríos, cortantes e incómodos en los cuales la tensión es tan sólida puede cortarse con un cuchillo.

- Está en la casa de mis padres. Quiero decir, en frente nuestra - ríe levemente él.

Mientras ordena la ropa que llevaremos dos días a la comunidad aaturiana del país, me encuentro estática observando sus facciones varoniles. Sobretodo la de su rostro, siempre con un semblante alegre presente. Su perfecta nariz, común en personas del continente africano y ascendencia de la misma. Sus ojos de color negro, acompañados de una mirada profunda, que siempre demuestra sus sentimientos a través de ellos, y unas largas pestañas. Unos labios anchos y una perfecta dentadura brillante y de color blanco. Además de la crema hidratante que siempre utiliza para tratar su eccema, que penetra los poros de su piel.
Tiene un rostro tan perfecto que puede considerarse realizada por el mismísimo Dios.

- ¿Qué observas? - sonríe él, descubriendo mi mirada perdida en su rostro.

- Tu perfecta cara. Eres jodidamente precioso, en serio - admito con toda la sinceridad que puede existir en mí.

- No seas generosa, no soy perfecto - dice mientras sigue colocando la ropa.

- ¿Cómo que no lo eres? - pregunto inédita.

- De hecho, soy tan imperfecto, que eso me hace atractivo; y a su vez eso te hace verme perfecto. Pero todos tenemos defectos. En serio - asiente él.

Su prematura sabiduría me sorprende a veces. Habla parecido a un señor, con la voz de la sabiduría.

- Me sorprendes. Pareces Toni Kroos. Habría un debate sobre cuál es más sabio - cierro la maleta, la cual no lleva más. Está llena y preparada para marcharnos.

- Graciosa. Bueno, vayamos al aeropuerto, nuestra ropa está preparada - agarra mi mano mientras bajamos a la primera planta.

El teléfono móvil de Eduardo suena sin parar, indicando una llamada entrante.
Este atiende la llamada y queda estático por un momento, evitando que su mochila ruede más.

Su mirada me inquieta, y su semblante serio acelera mis pulsaciones. Estoy deseando saber lo que le comunican en esa llamada. Es entonces cuando desatiende la llamada, guardando el teléfono en su bolsillo.

- Cariño, ¿qué pasa? - pregunto con mi sistema nervioso de lo más alterado.

- Mpendwa (cariño)... - musita con sus manos entrelazadas.

- Dime, ¿qué sucede? - paso mi dedo índice por debajo de mi nariz, como hago siempre que estoy nerviosa. Su constante silencio me inquieta de sobremanera.

- Tengo unas ganas enormes de conocer a mis suegros, y el lugar en que naciste. Pero no podré, sabes lo complicado que es el fútbol en cuanto en los permisos de viaje, y he sido convocado para el partido de mañana. Seguro que empezaré desde el banquillo, y es probable que ni juegue, pero te prometo que entre semana podemos ir al menos dos días a Asturias. Lo juro - dice con pena tomando mis manos.

QUERIDA AFICIONADA ↯ eduardo camavinga ✔Where stories live. Discover now