Capítulo 24.5 (Extra) - Conversaciones profundas

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Mi madre se había encargado de traer la comida para todas en varios tuppers que todavía mantenían el calor

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Mi madre se había encargado de traer la comida para todas en varios tuppers que todavía mantenían el calor. Aunque, como era obvio, no habían contado con la presencia de Mía, siempre solía pasarse con la cantidad.

—Mía, cuéntanos un poco sobre ti, ¿no? No es lo más habitual para mí encontrarme a desconocidas en la cama de mi hija —Mi madre atacó en cuanto soltó una ración de patatas en el plato de la morena—. ¿Cómo conociste a Alexia?

—Bueno... —comenzó a hablar con voz temblorosa— Yo trabajaba de camarera en un bar aquí en Barcelona y...

—Es la psicóloga del equipo —Terminé por resumir mientras metía un bocado de carne asada en la boca.

Si dejaba a mi familia empezar con ella, no terminarían nunca.

—O sea que os gusta el amor imposible —picó Alba con una sonrisa traviesa y dándole un codazo a Mía, que había vuelto a ponerse roja.

—Alba, por favor...

—Ya nos conocíamos de antes —Mía continuó con el relato—, hablamos muchas veces antes de que yo trabajara allí. De hecho, Alexia no suele hablar mucho en sesión —rio sin ganas.

—Seguro que fueron conversaciones profundas —Mi hermana levantó las dos cejas.

—¡Alba! —La regañé—. No hagas esto más incómodo de lo que ya es.

—Lo fueron —Mía continuó el chiste, sin cortarse un pelo—. Lo único que hacíamos es discutir.

—Alexia nunca ha sabido ligar —Mi madre se encogió de hombros.

Yo abrí mucho los ojos. Mía se echó a reír.

—Es pésima—añadió Alba.

—Cambiemos de tema —Me quejé.

—Recuerdo una vez que habíamos discutido y la estaban forzando a venir a consulta. No decía nada así que le dije que para estar sentada en silencio, que se pusiera a otra cosa, que no perdiera el tiempo.

—¡No me lo digas! —exclamó mi madre, interrumpiendo a la psicóloga—. Se puso a hacer ejercicio.

—¡¡Sííí!!

—A mí me hizo lo mismo con dieciséis años. No cambiará nunca.

Todas las mujeres de la mesa se echaron a reír menos una.

—¿Y tú familia sabe de lo vuestro? O eres tan reservada como mi hija, que hay que arrancárselo todo.

—Mamá, es que... —Comencé a hablar antes de que pudiera hacerlo Mía.

—Ay dios... —Mi madre miró como su otra hija se llevó una mano a la cara—. Creo que la has cagado, mamá.

—¿Qué? —Mi madre nos miró a ambas intermitentemente. Su rostro se desencajó con vergüenza—. Lo siento mucho, Mía. No quería incomodaros es que mi hija nunca...

—Mamá —advertí, antes de que pudiera hablar.

—Perdón, perdón, ya me callo.

La comida, salió infinitamente mejor de lo que hubiera podido llegar a imaginar. Mía tenía verdaderamente un talento para gustarle a la gente, para que entraran en confianza con ella.

Estaba suelta. Hacía bromas con mi madre, se ayudaba de mi hermana para reírse de mí. Se había quedado para el postre, el café y la sobremesa. Nala se había echado una pequeña siesta junto a sus pies y mi madre no había dudado en prometerle que volverían a verse sin falta. Estaba encantada, la conocía lo suficiente como para saber que mi madre la endiosaría por semanas.

Decidió marcharse a las siete y media de la tarde, pues aún debía hacer unos recados antes de llegar a su piso. Me hubiera gustado besarla. No se si debería. Ella no podía estar aquí, ella no podía haber dormido conmigo, ese beso tampoco se suponía que debiera pasar, mucho menos después de comer con mi familia. Nos quedamos en silencio por un instante, mirándonos como las otras dos veces en las que ninguna se había atrevido a despedirse con un pequeño beso en los labios.

—Oh, por el amor de Dios —Se quejó Alba desde la silla, bebiendo de su segundo café—. Sólo bésala de una vez.

Mía no disimuló la carcajada cuando vio mi cara tornarse color rojo oscuro. Acarició mi mejilla con la mano derecha y dejó un pequeño beso del que no me aparté en ese mismo sitio. El corazón me latía desenfrenadamente. No era algo que no hubiera pasado nunca, había pasado mucho más que eso, pero esa vez era muy diferente, la situación lo era, yo lo había sentido diferente.

—La próxima vez, ¿verdad?

Sólo pude asentir, abrumada por el desparpajo que había tenido y, a la misma forma, por el haber dado con el punto medio entre las ganas de tocarla que me ardían en las manos y la situación nueva sin reglas marcadas en la que nos habíamos visto envueltas aquel día.

Volví a la mesa bajo la atenta mirada y el silencio acusador de mi familia. Ojalá morir.

—Con que echando un polvo de una noche... —Se burló Alba—. Ahora sí que has sorprendido a mamá.

Antes de que pudiera responder, ella lo hizo.

—No lo es —dijo, con seguridad—. ¿Verdad, cariño?

Me mantuve en silencio unos segundos, en los que Alba me miró con curiosidad.

—No lo sé —Torcí la boca—. No es sólo sexo, pero tampoco es nada más.

Mi madre asintió con tranquilidad. Alba sólo disfrutaba de la situación, de verme tener que hablar con mamá de mi vida sexual.

—Es encantadora, Ale... Y cómo la miras... Has encontrado a alguien muy especial.

Sonreí, completamente rendida a la evidencia.

—Sí. Parece que la he encontrado.

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Holaaa, perdón que sea tan corto y simple, pero era necesario jajaja. Aquí terminan los capítulos extra. Espero que hayan dejado todo un poco más cerrado :)

Sería capaz de renunciar a todo - Alexia PutellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora