Capítulo 27 - Todo el tiempo

3.2K 228 61
                                    

—O sea que es verdad

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—O sea que es verdad.

—¿El qué?

—No quieres firmar.

—No he dicho eso —Me recosté contra la pared cruzándome de brazos mientras Alexia se recolocaba la ropa. Apretaba los labios, incómoda con la situación, incómoda con que yo me hubiera enterado—. ¿Quién te lo ha dicho?

—El presidente y Mapi me han hablado al respecto. Están preocupados.

Alexia suspiró, masajeándose las sienes.

—¿Quién más lo sabe?

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Supongo que en el vestuario habrán hablado de algo al respecto para que Mapi viniera a preguntarme—. Asintió a mis palabras, recostándose también contra la pared opuesta y escondiendo la cara entre las manos con frustración. Di un paso al frente apartando las manos del rostro y cogiéndolas entre las mías—. Dime lo que pasa.

—No sé si es buena idea.

—No diré nada —Le aseguré, apretando sus manos y captando su atención—. Quizás entre las dos podamos encontrar alguna solución a lo que sea que esté pasando.

Alexia suspiró.

—Es que no está pasando nada. Todo está bien con las chicas, con el equipo —Fruncí el ceño—. Me siento bien aquí.

—No lo entiendo.

Tomó mi rostro entre sus manos y dejó un beso suave en mi frente.

—Prométeme que no vas a huir —pronunció contra mi piel, sin alejarse todavía, afianzando sus dedos en mi mandíbula.

No pude evitar que se me escapara una pequeña sonrisa.

—Te prometo que me quedaré.

Exhaló con hastío dejándose caer de nuevo hacia atrás con una sonrisa incómoda.

—Estoy muy nerviosa.

Alexia se mordía el labio, balanceaba sus piernas de un lado a otro, sus ojos iban a mil por hora, a todas partes, menos hacia los míos.

—No va a pa...

—Estoy hablando con el Chelsea.

Abrí mucho los ojos ante la confesión. El barça era el club de su vida, se notaba  en la cara el cambio que el llevar el escudo en el pecho le producía, cómo sentía los colores desde siempre. Era simplemente imposible que esa posibilidad estuviera sobre la mesa.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque estoy enamorada de ti.

Pestañeé el número máximo de veces que los pequeños músculos de mis párpados me lo permitieron. Mi cabeza empezó a pesar, a moverse, ni siquiera podía escuchar claramente lo que acababa de decir, porque lo había dicho, ¿no?
Mientras tanto, la boca de Alexia no paraba de trabajar, de mover los labios, la lengua, las palabras escapaban de su boca sin freno, como una cascada de la que no podía oír nada porque mi mente seguía parada en la frase: "estoy enamorada de ti".

—¿Estás enamorada de mí?

La futbolista detuvo el bocajarro de ansiedad que me estaba proyectando. Me miró directamente a los ojos, los observó. Y respiró.

—Nunca me había sentido así —Apreté los labios, sus ojos centelleaban, me sentía hipnotizada—. Necesito verte todo el tiempo, tocarte todo el tiempo. Quiero salir al cine, a cenar, a pasear por el barrio más feo de Barcelona, a lo que quieras. No puedo aguantar más sin hablarle a todo el mundo de ti. Eres lo único que tengo en la cabeza. Te echo de menos hasta cuando estoy contigo —Tragó saliva—. Me avisaste que esto no podía pasar y lo entendí, te juro que lo entendí perfectamente; pero no pude Mía, no pude no caer. Nunca he podido dejar de mirarte desde que te vi por primera vez. Lo noté por dentro, desde el principio, que era una de esas cosas que sólo pasan una vez. Y sé que es muy pronto para decirte esto. No quiero que te sientas presionada, no quería que supieras los motivos. Sólo quiero estar contigo.

—Alexia... —La tomé de las manos—. No puedo dejarte hacer eso. No puedes renunciar al club de tu vida por mi culpa.

—Sería capaz de renunciar a todo.

—No vas a irte del barça —Negué varias veces—. Antes me iría yo.

—No, Mía. Desde que estás trabajando aquí desprendes luz. Estás donde siempre tuviste que estar. No pienso ser yo quien te quite eso.

—Te quiero —Finalmente, Alexia soltó todo el aire que guardaba dentro, sus ojos suplicantes se entrecerraron y la besé. La rubia respondió al beso. Un beso diferente, mucho más lento, acompasado, lleno de sensaciones que nunca había experimentado, con la impresión de que podría derretirme en cualquier momento—. Y no pienso dejar que te vayas.

Sus ojos se clavaron en los míos, me sonrió con ternura y dejó un beso en mi mejilla.

—Ya está decidido.

Sería capaz de renunciar a todo - Alexia PutellasWhere stories live. Discover now