Capítulo 7 - El sonido más bonito del mundo

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Alexia apareció en The Elf Bar tan sólo dos días después

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Alexia apareció en The Elf Bar tan sólo dos días después. Venía sola. Hacía unos escasos cinco minutos que había desalojado el bar de clientes con expectativa de cerrar en cuanto terminara de recoger el polvo. Fue por ello que cuando oí la puerta cerrarse con dejadez, con las manos todavía en el mango de la escoba y sin ni siquiera molestame en levantar la vista, pronuncié:

—Ya está cerrado.

Supe que aquella persona que acababa de entrar no se había movido al no sentir sus pasos en la vieja madera del establecimiento. Permaneció estática y pasaron unos segundos de silencio. ¿Acaso estaba sorda?

—Lo siento, sólo será un momento.

—¡Oye! —Me quejé levantando la vista, agotada —.¿No me has oído? ¡Que está cerra... —Las palabras murieron súbitamente en mi boca nada más conectar con sus ojos de nuevo.

Llevaba una gorra, una chaqueta y un jersey todo del mismo color negro, unos vaqueros flojos y unas zapatillas blancas. El pelo rubio le caía con gracia sobre los hombros y enmarcaba un rostro perfecto.

—Hola, Mía.

Tragué saliva al escuchar mi nombre en sus labios, como si no fuera gran cosa, como si no despertara un millón de preguntas sobre el motivo y la forma en la que lo había averiguado.

Apoyé la escoba en la barra y di un paso inseguro hacia ella con un tembloroso saludo en respuesta. Ella aceptó la iniciativa y bajó los escalones para después recorrer los metros que la separaban de la barra y quedarse frente a mí.

Nunca la había visto tan de cerca, ni siquiera podría haberlo imaginado. Su cabeza rebasaba la mía unos exactos 5cm. Su perfume me envolvía, dulce y ácido en la nariz, como una fresa un poco verde. Me miró de arriba a abajo en silencio con gesto serio y yo recé porque no fuese capaz de percibir lo mucho que se me había acelerado el pulso y lo preocupante que era la manera en la que me temblaban las manos.

—Quería pedirte disculpas —Fruncí el ceño, confundida—. Te vi en el partido y no me acerqué a saludarte —Mi cabeza empezó a hacer un ruido insoportable. Estaba soñando. No había otra explicación—. De verdad, no sé qué me pasó. Me quedé parada sin saber por qué.

—N-no te preocupes. No tienes que...

—Sí me preocupo —Me interrumpió—. No estuvo bien y quiero compensarte —Si supiera que con sólo haberse plantado frente a mí de esta manera podría compensar hasta matar a mi familia...—Te he traído esto —Alexia descolgó la mochila que llevaba de sus hombros y buscó en ella por unos segundos. Finalmente sacó una camiseta y me la tendió con inseguridad y los labios apretados—. Sé que no es una gran reliquia, pero he pensado que podría gustarte.

La cogí en mis manos como si fuera de cristal y pudiera romperse en cualquier momento, con un golpe demasiado brusco. La observé con cuidado, como una obra de arte, quizás lo era, quizás debía enmarcarla.

Alexia me miraba con preocupación, con miedo de que darme una camiseta utilizada por ella no fuera suficiente para compensar un desplante que ella misma se había imaginado. Yo no hubiera pensado nunca que se acordara de mí siquiera.

—No sé qué decir... —pronuncié maravillada, ignorando mi miedo a ser percibida como una groupie sólo porque Alexia se sintiera tranquila.

—Puedes decir que es de cualquier otro partido o puedo darte otra si en alguno consigo hacerlo bien —añadió sin mirarme, colocando la mochila sobre sus hombros.

Estaba realmente vulnerable, decaída. No me había dado cuenta hasta aquel preciso momento Sus ojos estaban cansados y ojerosos, el ceño caído, los labios secos. Se mostraba insegura e insuficiente incluso conmigo, a quien después de verme hacía un par de días en uno de sus partidos podría considerar su admiradora con toda seguridad. Vi sus ojos tan vacíos de nuevo que mi corazón se encogió.

—¿Por qué dices eso? —pregunté con preocupación. Alexia se quedó en silencio, probablemente analizando los pros y los contras de airear sus problemas con una completa desconocida—. Si quieres contármelo, te escucharé.

—No es nada —Le quitó importancia—. Tan sólo un mal partido.

—¿De verdad es eso lo que piensas? —cuestioné.

Alexia guardó silencio de nuevo. Sonaba horrible de decir y probablemente no lo admitiría en voz alta nunca por lo moralmente feo que podía resultar; pero el que ella se sintiera insegura y vulnerable en mi presencia me estaba dando el coraje de actuar fuera de los nervios y la ansiedad, como si yo no fuera yo y ella no fuera Alexia Putellas.

Vi en su mirada que quería hablar, que quería soltar lo que tenía dentro porque la estaba comiendo, vi el ruego que se le escapaba por los ojos, pero la boca se negaba a pronunciar y entonces tuve una idea.

—No te voy a presionar si no quieres hacerlo, pero aunque puede ser que me taches de loca, tengo la sensación de que sí quieres, solo que no te sientes segura —Sin negativa por su parte, tomé la iniciativa y tomé una hoja del papel de cocina de la barra. Tomé asiento en uno de los taburetes, a su lado, de nuevo envuelta en su perfume, iluminada por las farolas de fuera y sus propios ojos. Empecé a escribir con rapidez utilizando el bolígrafo de las comandas y ella me miró con curiosidad. Luego de haber terminado, le sonreí, a lo que ella se sorprendió y le tendí la servilleta y el boli—. Ya no es fácil para una persona cualquiera hablar de sus sentimientos y sus inquietudes, de sus puntos débiles. Requiere mucha fortaleza, más aún haciéndolo con una desconocida y siendo una persona pública. Por eso he pensado en hacer esto.

Alexia leyó con paciencia la servilleta que ahora tenía en sus manos y puso cara de incredulidad.

—¿Eres psicóloga? —preguntó sin cambiar su cara.

—¡Sí! Y colegiada —respondí satisfecha de mis propios méritos. Vi como Alexia miraba a mi alrededor, tratando de ubicar a una psicóloga colegiada tras la barra de un bar irlandés—. Sé que estoy perdiendo dinero, pero nunca se pierde la esperanza de que salte una oportunidad —reí—. Pero vamos a lo importante, ¿sabes lo que significa eso? —Alexia negó con la cabeza, despacio—. ¡Secreto profesional! Como un cura. Nada de lo que digas puede salir de aquí. Podrían hasta quitarme la licencia —Levanté el dedo índice como advertencia.

Y Alexia rio. Y fue el sonido más bonito del mundo.


 Y fue el sonido más bonito del mundo

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Nos vamos juntando

Sería capaz de renunciar a todo - Alexia PutellasWhere stories live. Discover now