Capítulo 15 - Recogepelotas

3.1K 201 28
                                    

Mía

Oups ! Cette image n'est pas conforme à nos directives de contenu. Afin de continuer la publication, veuillez la retirer ou télécharger une autre image.

Mía

—¿Mía Martínez?

Me puse recta y pestañeé. El hombre que sujetaba una lista de nombres entre los que se encontraba el mío me miró de arriba a abajo y agradecí por dentro haberme probado toda la ropa de mi armario intentando averiguar cuál de mis chaquetas me daba una apariencia más profesional.

Asintió al verme frente a él y me guió por un largo pasillo en completo silencio. Todas las puertas eran de cristal y eso me dejaba ver muchos despachos vacíos, salas de reuniones en plena presentación o personas tecleando con un atuendo muchísimo acorde a la situación que el que yo había escogido.

Finalmente, llegamos a la última puerta, una un poco más grande y bien identificada como una placa dorada en la pared contigua donde se leía "Joan Laporta".

—Joan —Habló el hombre que me acompañaba asomando su cabeza por la puerta—. Mía Martínez está aquí.

—Sí, por supuesto —respondió el presidente—. Hazla pasar.

Se despidió de él asintiendo y sujetó la puerta para que yo ingresara al despacho antes de marcharse.

—¡Mía! —Me saludó con calidez— Por fin, Alexia me ha hablado mucho de ti —Tragué saliva. ¿Qué clase de expectativa podría haberle puesto?— Siéntate, por favor.

Obedeciendo a sus palabras, tomé una de las sillas negras frente a su mesa y me senté. Controlé mi nerviosísimo tratando de alisar mi americana oscura.

—Buenos días —respondí todavía sin atreverme a mirarle a los ojos y aclarando mi voz todo lo posible.

—Yo soy Joan, presidente del club —Mis ojos delataron la obviedad— Bueno, quizás ya me conocías, pero siempre es de buena educación presentarse.

Su cercanía me hacía sentir cierta confianza y comodidad en la situación. Su rostro era afable y su tono era suave y tranquilo. No trataba de amenazarme, de increparme sobre el tiempo que no había ejercido o por mi falta de experiencia laboral.

—En ese caso —extendí la mano hacia él—, yo soy Mía Martínez.

La estrechó con gracia y se recostó sobre su silla, desde luego, mucho más acolchada que la mía.

Una de las paredes del despacho era un enorme ventanal que dejaba ver un par de campos de entrenamiento en el que algunos niños y niñas de la Masía comenzaban a calentar para sus entrenamientos matutinos.

Detrás de mí, había estanterías de libros, estadísticas, fotos para la historia y alguna camiseta enmarcada. Todo aquí era realmente bonito, decorado hasta el mínimo detalle para que cualquiera que pasara un tiempo en el interior se sintiera más culé por segundos.

—No vamos a hablar de tu currículum o tu experiencia. Sé que tienes los estudios necesarios y eso es suficiente en ese sentido. Quiero escuchar tu proyecto —Sus ojos oscuros se clavaron en mí por completo.

—¿Mi proyecto? —Tartamudeé. Nadie me había avisado de que debía preparar una presentación o una propuesta de cualquier tipo.

—Sí —afirmó, resuelto—. Como sabrás, estamos intentando profesionalizar todo lo posible los equipos femeninos y eso incluye también al cuerpo técnico. Para que nuestras jugadoras puedan rendir al máximo nivel, debemos enfocarnos no sólo en su estado físico, sino también es su estado mental —Asentí de acuerdo a sus palabras—. Tenemos un cuerpo de psicólogos deportivos. Lamentablemente, no cuenta con los profesionales necesarios y acostumbran a acompañar más en la masía. Aunque, siempre están disponibles para el primer equipo, el masculino tiene uno propio además de los del club y el femenino debe tener acceso a las mismas facilidades.

—¿Entonces mi función sería como psicóloga única para el primer equipo? —pregunté.

—Esa es la idea —Carraspeó—. Quizás cuando tengas más tiempo libre, tendrías que acompañar a algunos de los equipos filiales y también en otras ocasiones los psicólogos de la Masía te acompañarán a ti. Todos formamos un equipo.

Me mantuve a la espera de que la entrevista comenzara, de hablar de lo rápido que aprendía y mis ganas de trabajar para enmascarar mi falta de experiencia, pero el presidente se mantuvo sonriente, satisfecho y en silencio.

—¿No vas a preguntarme nada? —Me atreví a decir.

—No. El trabajo ya era tuyo.

—¿Qué? ¿Por qué?

Laporta se encogió de hombros.

—Alexia es la persona más seria y comprometida con este club que conozco. Ella te recomendó como psicóloga del primer equipo, no para un puesto cualquiera. No hay persona de la que me pueda fiar más en ese sentido, si ha visto que eres la indicada para esto, es que lo eres —El ansia de saber qué era exactamente lo que Alexia había dicho de mí como para que Laporta no dudara ni por un momento en contratar a una chica prácticamente recién salida de la facultad me comía por dentro. Quería preguntar, quería saber; pero no sentía que pudiera simplemente pedir que me narrase la conversación—. Así que, me muero de curiosidad por ver qué es eso que hay dentro de ti y cómo van a mejorar mis jugadoras.

(...)

Los brazos de Irene me soltaron. Di un largo suspiro y me senté de nuevo en la silla roja de aquel restaurante. Ella había insistido en celebrarlo. Probablemente no sólo mi nuevo puesto de trabajo sino también mi reciente separación, que aunque no dudaba de que la hacía infinitamente feliz, todavía no sentía las aguas listas para lanzarse a decirlo abiertamente.

—Todavía no me puedo creer que Alexia te haya enchufado en el Barça —escupió sin miramientos—. ¿No tendrá algo para mí? Aunque sea de recogepelotas.

—¡Que no es enchufe! —Me quejé.

—"Si ha visto que eres la indicada para esto, es que lo eres" —repitió con rintintín. Yo rodé los ojos—. Vas a tener que agradecérselo... —sugirió con una sonrisa perversa.

—Eres tonta.

—¿Me vas a decir que lo ha hecho por buena samaritana y no porque quiere meterte la lengua por todos los sitios que le dejes?

—¡Irene! —Le grité. Ella levantó ambos brazos en señal de paz—. No le gusto en ese sentido. Cuando vino a verme después de lo de Marcos... se me fue un poco la pinza. Tuvo la oportunidad y no le interesó. Ya está.

—Claro porque lo de plantarte en casa de una camarera que te cae bien es lo más normal del mundo —Bufó.

—Pues sí. Puede que no tenga muchos lugares en los que hacer amigos libremente, sin preocuparse por chorradas.

—¿Te crees que por ser futbolista vive en una cueva? —Me interrumpió.

—Además —La ignoré—, ahora soy su psicóloga. Si tanto quisiera acercarse a mí, no habría dicho mi nombre con Laporta. Ahora no puedo tocarla ni con un palo y seguro que eso me va a resultar más difícil a mí que a ella.

__________________________

Finjamos que no he desaparecido un mes...

Sería capaz de renunciar a todo - Alexia PutellasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant