Lava

11 2 0
                                    

 ¿Qué pensaba este tío? Vamos a ver, que aquella noche de terror Luccio iba a protegerme de verdad? ¿Y porque me drogó y se inventó otra historia completamente diferente? ¿Qué es lo que pretenden conseguir conmigo? 

- Alessandro, ¿Qué ventaja os puedo ofrecer? Quiero decir, si mi padre me quiere muerta al verme junto a ti no crees que nos querrá muertos a los dos?

-Blanca, aún es temprano para que lo quieras entender todo. Pero te daré un avance, en este matrimonio falso,-. Dijo mientras señalaba el anillo que tenía puesto sobre el dedo.- Nada ni nadie sabrá lo que escondemos, y te lo aseguro, tu padre no nos querrá ver muertos entonces pero nosotros sí, ¿verdad?-. No me había dicho nada, todo lo que estaba en mi mente se dispersó en un instante. Y sentí como si estuviera sola. Porque así lo era. Estaba sola y ese chico de ojos oscuros venía a por mí, y esas palabras, esas palabras que pronunció, tan solo eran para engañarme. Y una vez más me sentí estúpida, como si acabara de nacer, acurrucada, pequeñita. Alessandro se erguía frente a mí esperando una respuesta. Había elegido jugar y así lo haría.

- Si mi plan funciona, detendremos esto.

-¿Tu plan?

-Mi plan.

-¿Y se puede saber que es lo que se te ha ocurrido ahora?

-Lo descubrirás.

-No juegues conmigo, Blanca. Te lo advierto.

-De eso  se trata, de jugar.- Alessandro me miró. Me miró con una leve curvatura en sus labios pero sus ojos estaban llenos de fuego. Una mirada incandescente se apoderó de él. Mientras que yo solo trataba de no ser tragada por uno de mis deseos. Miraba su rostro, perfecto. Lo miraba a él, perfecto. Y no me hartaba de observarlo. Observar todas sus jugadas. Observar a aquel muchacho que mentía, que mentían sus labios, que me mentía todo él. Excepto sus ojos, aquellos ojos que se volvían cada vez más claros a mi vista.

Sé. Sé algo. Que él me oculta. Qué intenta esconder. A la vista de todos es perfecto. Pero a la mía no. Lo descubriría, porque nada se me resiste. Sin embargo no era algo con lo que lo podía juzgar. Al fin y al cabo éramos dos desconocidos. Dos desconocidos que se iban a casar. 

-Vale, pero ¿Porqué tenemos que casarnos?

-¿Prefieres que te tenga de rehén?- Vaya, así que así era yo de importante en este juego.

- ¿Hasta cuándo?

- Hasta cuándo tu padre venga a suplicar.

-Mi padre no tiene nada que suplicarte.

-No sabes nada.- Dijo mientras aceleró el paso.

-Sí, es cierto, no sé nada. Pero estoy dispuesta a saber.- Lo seguí hasta que llegué junto a él y lo agarre del brazo. El tacto le estremeció. Y de nuevo nuestras miradas se juntaron como el primer día. Pero esta vez nada nos tenía encadenados. Sentí mis deseos. Sentí los suyos. Él sintió mis deseos. Me miró los labios, abiertos, intentando decir algo. Pero ni siquiera el aire se apropió de ellos. Mis ojos de dirigieron a los suyos, también abiertos, a punto de conseguir el siguiente paso. Se acercó, me acerqué, hasta que el aire pudo viajar entre nosotros. Todo se detuvo, no hubo nada. Una camioneta nos pitó. Resulta que estábamos en medio de la calle. La camioneta no paró, algo que yo si hice. Estaba en blanco. Pero Alessandro no. Tenía todos sus sentidos activados.

 Me apartó, rodando y colocando su mano sobre mi cabeza. Caí sobre él. No fue un golpe duro, porque él me protegía con su cuerpo. Aunque él hizo una mueca de dolor. Yo me quedé mirándolo.

-Te puedes quedar ahí si quieres.- Me sobresalté porque mis sentidos estaban solos en la luna. 

-¡Oh! Sí.

-¿Sí?

-Quiero decir...¡No!- Me levanté de golpe, intentando no hacerle daño.

-Ya lo suponía.- Dijo mientras él también se levantaba. Una vez más, me permití observarlo. Mientras se sacudía la suciedad del pantalón. Mi mente volvió en sí.

-¿Qué?

-¿Acaso he dicho algo?- Dije sin pensar. Quizás con un nuevo tono que no conocía.

-Tú no. - Miró mis ojos. Que anteriormente lo miraban a él. A él y a su ropa. A él y su cuerpo.- Pero estos dos mirones sí.- No, no otra vez. Los señaló y se acercó todavía más. No podría soportarlo más, a menos que pasara otra camioneta, claro. No podía controlar mis impulsos. Ni mis deseos si se acercaba más. Abrí mis labios. Él se acercó a mi oído.

-Hazlo.- Susurró. Y lo que me había costado tanto retener al fin se había librado. Un cálido beso. Suave. Pero salvaje. Me lancé hacía él. Puse mis manos sobre su rostro. Inesperado. Él hizo lo mismo. Me besó. Y sentí que todo lo que pensaba conocerle, absolutamente todo, era mentira. Esa no era yo. No, no fui yo. La que se lanzó desesperada hacia él. No. Noté su mano acariciándome la cintura. Me estremecí cuando siguió bajando hasta rozar mis curvas. Pero no podía abandonar mis principios. No se quién se apoderó de mí y mi cuerpo por esos instantes, pero esa no era yo. Y dudé que Alessandro fuera Alessandro.  Dejándolo de besar, me acerqué a su oído al igual que hizo él.

-No aquí.- Susurré mientras quitaba su mano sobre mi cintura. Él me miró con los labios rojos por mi pintalabios. Asombrado. Como si algo nos hubiera descubierto, en vez de descubrirlo nosotros.

-¿Dónde?- No me lo esperaba, eso sí que no me lo esperaba. Pero no podía fingir que lo conocía, porque entonces todo era esperado. No se me ocurrió nada. Opté por una sencilla mirada, volví a mirar sus labios y después a sus misteriosos ojos, que se encontraban con una mirada suplicante, una mirada desconocida para mí. Pues era yo quién la hacía y no otros.

-Sígueme.- Dije mientras le agarraba de la mano para seguir corriendo calle abajo. Ahora yo lo retenía. Y ni loca volvería a ese asqueroso cobertizo. No con un anillo tan valioso. Corrimos, corrimos hasta que nos cansamos. Y cuándo lo hicimos, paramos.

-¿Cuál era tu plan?

-¿Mi plan?

-¿Besarme? ¿Hacer que mis instintos actuarán en mi contra?

-¿Qué? Yo no...

-¡Oh sí! ¡Tú sí! Y lo has conseguido.- Dijo mientras yo desviaba la mirada. ¿Cómo se lo iba a explicar si no sentía nada?- ¡Mírame! ¡Mira mis ojos! ¿Es qué no lo ves?- Negué con la cabeza.- ¡Te necesito!

-Ya, ya lo sé.

-No, no de esa forma.- Fruncí las cejas. Esperé una respuesta. 

-No dejé que te hicieran daño porque te necesito. Eres mi única esperanza.- Negué con la cabeza quitando la mirada de sus ojos. Lo estaba confesando todo. Y no lo pude soportar.

- No... No lo entiendo...

-Ni yo.

-¿Entonces?

-Lo que te dijo Luccio es verdad. Lo que tu dijiste es verdad. Tenías razón, en todo.

-Luccio dijo muchas cosas, y yo también. No sé a lo que te refieres.

-Tu padre está aliado conmigo. Y necesita que nos casemos. 

-¿Porqué?

- Para conseguir toda la banda. Nos casaremos y tú y yo compartiremos banda. 

-¿Y tú se lo vas a permitir?

-¡Te iban a matar, Blanca! ¡Si yo no hubiera hecho lo que hice te hubiesen matado!

-¿Aceptaste?- Pregunté, lo más sorprendida y exhausta. Porque lo estaba. Estaba harta de que fuéramos simples peones. Él bajó la cabeza.

-Sí.- Aparté la cabeza y quizás mi mente de ese pensamiento. Estaba atrapada.

-¿Nos están vigilando?

-Lo más seguro. ¿Porqué?

-Por esto.- Dije mientras me acercaba hasta besarlo una vez más. No podían hacer nada contra el amor. Y los únicos herederos éramos nosotros. Éramos el rey y la reina. Y un solo rey no puede hacer nada. Me alejé de él. Me quité el anillo y lo solté. Cayó por una alcantarilla que teníamos cerca. Se esfumó. Él me miraba sorprendido, yo también lo estaba, pero una sonrisa nos invadió.

- ¿Creíste que alguien puede matarme?

No fui yoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin