Arena

16 2 0
                                    

Vale, un momento para pensar. Un momento pero podría preguntármelo durante años. ¿Qué acaba de pasar? ¿Porqué aquel muchacho de ojos oscuros me estaba pidiendo que confiara en él? ¿Porqué me estaba pidiendo matrimonio un desconocido, es más, un enemigo? ¿Qué iba a hacer ahora?

-Blanca, por favor.- Ahora se encontraba suplicando. Como si se tratara de vida o muerte. Le miré. Me sumergí en la profundidad de sus ojos.

-Sí.- Dije, pero no fui yo. Aquella que lo pronunció. No fui yo.

-¿Sí?- Una vez más se quedó a que yo contestara. Lo hice. Pero sonó más como un suspiro. Que se vio arrancado cuando la gente comenzó a aplaudir y a silbar. Alessandro volvió a su forma. Erguido, más alto que yo. Me miró avergonzado, con un sentimiento de culpa que todavía no podía entender. Y por primera vez, no lo pude entender. Fue como si nos separásemos al instante, como si hubiesen roto nuestra conexión. 

-Te voy a abrazar, vale?- Me dijo cogiéndome de la mano después de colocarme el anillo. Dorado, resplandecía sobre mi dedo anular.

-¿Porque?- Pregunté. Mientras dejaba que me abrazara. Puso las manos sobre mi espalda, justo en el medio. Espere que me abrazara fuerte, quizás como unas palmaditas pero no lo hizo. Supe que había hecho algo que le habían pedido. Como Luccio, solo cumpliendo órdenes. Pero Alessandro era diferente y sentía. Sentía culpa. Sentía lástima. Lástima por ser quién era. Así que lo abracé, lo abracé tan fuerte que él hizo lo mismo. Apoyé mi cabeza sobre su hombro y sentí que al fin descansaba. Porque con él todo era más sencillo pero a la vez complejo. Porque con él lo sabía todo pero a la vez nada. 

Se acercó a mi oído.

-No lo sé.- Susurró mientras que de su ojo salía una lágrima. Intenté decir algo, pero mis labios me lo impedían. Así que no dije nada. Y nos quedamos abrazados mientras la multitud seguía aplaudiéndonos.

Pasados unos minutos, dejamos de abrazarnos. Alessandro me ofreció su mano.

-¿Vamos?- Le acepté su mano. Una cálida bienvenida. Y mientras la gente murmuraba y algunos aún aplaudían, salimos cogidos de la mano como dos almas tristes de ese lugar.

Por el camino, él no habló de lo sucedido. Pero yo no estaba de acuerdo en seguir callada.

-¿Porque?

-Es difícil de explicar.

-¿Porque?- Repetí.

-Porque no sé nada

-¿Sobre qué?

-¡Sobre nada! ¡No sé nada sobre lo que quieren hacer!

-¿Así que te manejan?

-¡No!

-¿Entonces?

-No, no me manejan, Blanca.

-¿Y porque no sabes nada?

-Porque no sé nada.

-Pero debe de haber una explicación, ¿no?

-No. Lo único que sé es qué no fui yo.- Conocía bien esas palabras, que como el había dicho, costaba tiempo explicarlas. Así que sin más que decir paré de caminar. Esperé que él hiciera lo mismo.

-¿Ahora qué?

-Lo sé.

-¡Oh tú lo sabes todo!

-Lo sé.- Repetí. Acercándome aún más a él. Lo suficiente para coger sus manos.

¿Qué haces? 

-Créeme.

-No te entiendo Blan...- Su cuerpo se vio envuelto en un cálido abrazo que le proporcioné. Tranquilizador, porque eso era lo que necesitaba. Él hizo lo mismo, pero lo hizo más fuerte, como si yo fuera la única que podría salvarlo. Y así era.

No fui yoWhere stories live. Discover now