Hielo

18 2 0
                                    

Iba a decirle que lo sabía, que sabía que había sido yo. Que no había otra explicación lógica del extraño suceso. Iba a decirle que solo quería protegernos, que lo hice en defensa propia, que no era mi intención acabar así, que lo lamentaba, que no me controlé y solté toda mi rabia hacia esos atacantes bastante poderosos. Iba a pedirle que me perdone, que no quería hacer eso, que no era yo en ese momento pero todo estaba en mi contra. ¿Qué le iba a decir? ¿Qué no me controlé y apareció una nueva yo furiosa que se apoderó de mi cuerpo y que fui yo la que creó ese desastre?

-Luccio, no se qué viste y cómo lo viste pero te aseguro que no soy tan idiota como para dejar que esos hombres abusaran de nosotros.

-Ya, pero fuiste lo suficiente idiota como para matar al jefe de esa "asociación de drogatas" en un baño de una fiesta, llena de gente. Nos has metido en un lío.

-Una aventura más. - Sonreí. Adopté ese tono gracioso que él hacía cuando estaba nervioso. Y sonreí, porque no pude aguantar las lágrimas.

-Sí. ¡Que ganas tengo de qué me persigan unos dementes adictos a la droga! - Dijo después de soltar mi mano.

Nos metimos en un saco de dormir que encontramos tirado en la cabaña, como si hubiese sido preparado anteriormente. Miré a Luccio, contemplaba las estrellas que se podían ver en el tragaluz de la cabaña. Alcé la vista hacia el cielo, una suave brisa soplaba sobre nosotros y la culpa me invadió de nuevo.

- ¿Soy una asesina?- Le pregunté quitando la mirada del cielo para poder centrarme en él. Totalmente. Sabía la respuesta, pero quería oírlo de él.

-No.- ¿No? ¿Qué acababa de decir Luccio? ¿Qué yo no era una asesina después de haber hecho lo que hice? Me giré hacia él apoyada en mi codo con una expresión en mi rostro que claramente significaba - ¿Me lo puedes explicar?- Él me miró, con aire tranquilizante. Mientras yo me quedaba prendada de sus ojos, profundamente calmados respecto a la reacción anterior. Observé que tampoco se había limpiado la sangre que se había quedado impregnada en su nariz y labios. Su ojo había adquirido ahora el color morado.

-No eres una asesina, ¿De acuerdo? 

-Pero tú mismo has dicho que...

-Yo no he dicho nada

-Pero si antes...

-Antes estaba mirándote.- Fruncí el ceño y clavé mis ojos en él. A modo de explicación. Él se apoyo sobre su codo, al igual que yo. Tomó uno de mis rizos.-Eres tan hermosa.- Parecía como si me estuviera seduciendo. Se acercó más a mi rostro, ahora con una leve expresión sorprendida, esperando que me dijera que estaba pasando. Pero no dijo nada. Quitó los dedos de mis rizos y posó su mano en mi barbilla, tocó mis labios con su pulgar. Suave, todo era tan suave y perfecto que no sabía que hacer. Se acercó aún más. Nuestras narices se tocaron y sus ojos se cerraron. Yo hice lo mismo. Caí en la tentación. Y en el momento en que acarició sus labios con los míos noté un sabor metálico. No me detuvo. Y seguimos besándonos como dos amantes listos para lo que nos esperaba.

Sus besos eran cálidos, tranquilos y suaves. Cuando él me besaba sentía que todo estaba bien, me olvidé de lo que era en realidad. Una fugitiva. Huía a cualquier parte cuando él hacía resplandecer mis labios.  Pero Luccio no quería solo unos besos. Noté su mano debajo del saco que nos mantenía calientes, bajando hasta llegar a mis pechos. No lo detuve, le dejé que me conociera, que me notara. Siguió bajando, por mi abdomen, me estrechó más hacia él. Cuerpo a cuerpo. Y mientras me seguía besando su mano seguía bajando, encontró el botón de mis vaqueros, bajó la cremallera. Pero nada más. No. Le aparté dulcemente de mí. Lo sabía.

-¿No era esto lo que querías?- No, no quería que me besaras por obligación. No quería que me alejaras de mis temores. No quería nada de lo que has hecho. Quería que me dijeras la verdad, que dijeras que todo pasara, aunque era mentira. Quería irme. Pero no se lo dije aunque estuviera furiosa. No se lo dije porque mi expresión lo decía todo.

-¿ De verdad crees que soy hermosa?- Le pregunté, porque pensé que era lo único que escuché sincero.

-Blanca, eres preciosa. Pero...

-Pero soy una asesina

-¡No! No es eso, es que...

-Te quiero.- Dejé que mis labios tomaran el control, a pesar de que el no sienta lo mismo, a pesar de que quizás con esto, nuestra amistad se haya acabado.

-Y yo -  Y me abrazó. Pero no un abrazo como el de antes. No. Era un abrazo cálido, suave y protector.

-No te dejaré sola, estamos juntos en esto.- Y fundí entre sus brazos. Me acurruqué junto a él. Posando mi cabeza sobre su hombro. Él apoyo su cabeza sobre la mía y esperamos a que el sueño nos encontrara.

Era de madrugada, aún no había amanecido. Y a través del tragaluz se podría ver el cielo aún en su total oscuridad. Estaba sola, metida en el saco de dormir totalmente sola. Sobraba un espacio y a mi lado se impregnaba la figura de Luccio que antes había dormido junto a mí. Silencio. Tan solo silencio. Los búhos creaban ambiente con sus ululas. Pero seguía sin escucharse nada. Saqué mi móvil del bolsillo trasero de mi pantalón. Observé la hora. Tenía razón, eran las 4 de la madrugada. Y estaba sola, en esa cabaña en medio de la nada, con los búhos  de acompañantes. Salí del saco sin hacer ruido. Me incorporé igual. En silencio. Observé de nuevo a mi alrededor. Nada. Parecía que Luccio se había ido y me había dejado a mi suerte.

Me enfadé, me enfurecí tanto que podría haber golpeado todo a mi alrededor. Podría haber gritado y espantar a los búhos. Estaba furiosa con Luccio pero también conmigo. Lo creí. Creí que me ayudaría, creí que me quería. Es decir, me quedé dormida sobre su hombro. Nunca nadie me había tranquilizado así. O quizás mentido de esa forma. Me sentía una estúpida. Y más que nunca una asesina.

-Sí, la tengo comiendo de mi mano, Alessandro. No te preocupes, está dormida.- Un sudor frío pasó por mi cuerpo. Ya no tenía a nadie. Me había traicionado. Y lo que era peor, ya no sabía quién era ese chico, ese chico al que iba dirigido el mensaje, ese chico que me fundió en besos y abrazos, ese chico que fue mi tranquilizante. Sin embargo, no sentí miedo. Me encaré con él justo cuando terminó su llamada. Y aún adormilada, con mis fuerzas por los suelos, le planté cara.

-¡Te has despertado! Vuelve a dormirte, yo estoy aquí. - Dijo al mismo tiempo que pasaba un brazo sobre mi hombro y me dirigía a la "habitación"

-Luccio...

-¿Sí?

-No puedo dormir...- Le dije mientras que le hacía señas para que viniera conmigo.

-Tranquila, te llevaré a casa por la mañana.

-No quiero ir a casa

-¿No? ¿Y qué quieres?

-A ti.

- Blanca, no es momento para tonterías

-¿Ah no?- Dije mientras abandonaba mi posición y me dirigía hacia él.

-No, vuelve a dormirte. - Dijo empujándome suave, como si él también estuviera atormentado. Aunque era buen jugador, buen mentiroso.

-¿Para dejarte hablando con "la asociación de drogatas" sobre mí?

-¿Qué? ¡No! -Negó con la cabeza. Fijó su mirada en mí. Lo sabía. Sabía que yo le había escuchado. Supo que yo era más lista de lo que él suponía.

-¿Cuánto has escuchado?

No fui yoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang