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Durante los siguientes dos días Zhanghao no fue a la escuela, alegando que sus heridas eran muy graves y no sanarían correctamente si volvían a golpearlo.

Sus padres creían que era por estar resfriado ya que su hijo sabía muy bien cómo aparentar estarlo.

Aunque la verdadera razón por la cual se quedaba en casa era para poder pasar tiempo con el chico de la ventana.

El contacto entre ellos era mínimo. Algunas veces, Hanbin entrelazaba sus meñiques. Otras, simplemente sus hombros se tocaban. Algunas veces Zhanghao jugaba con su cabello y otras Hanbin lo hacían con el de él. Pero sus encuentros casi siempre se limitaban al mayor haciendo tareas atrasadas mientras Hanbin hacía crucigramas sobre su cama o daba vueltas en su patineta alrededor de la estrecha habitación.

Casi fueron descubiertos un par de veces, pero no resultó ser nada serio. A veces el peliazul ayudaba a Zhanghao con alguna tarea que no entendía, pues era bastante listo y otras el azabache ayudaba a Hanbin a reorganizar su habitación. A veces, Hanbun le pedía a Zhanghao posar para pintarlo y él accedía con mucho gusto.

Los resultados eran increíbles. Zhanghao pensaba que Hanbin era el mejor artista del mundo.

Los peores momentos eran cuando debían separarse para que Hanbin asistiera a unas de sus citas, y el mejor era cuándo regresaba y simplemente se asomaba por la ventana.

En esos momentos veía al menor apoyando su mano derecha sobre el vidrio y mirándolo hasta que alguno de los dos se atrevía a tomar un marcador y escribir como el primer día en el que se conocieron.

El sábado estuvieron todo el día en la habitación del peliazul, riendo y hablando sobre cualquier tontería.

"¿Sabes bailar, Binnie?"

Nadie le había hecho una pregunta así.

"...La verdad nunca pensé en eso... en eso de aprender a bailar."

Zhanghao lo miró pensativo por unos segundos para después pararse de la cama e ir directo al escritorio de Hanbin, donde esté se encontraba en su silla giratoria.

El mayor le estiró la mano.

"¿Bailarías conmigo?"

No tengo que decir que la respuesta a eso fue una completa negación.

El domingo sucedió casi lo mismo, pero a la hora del almuerzo Hanbin le preguntó a Zhanghao si quería almorzar con él, y éste no se negó. Le preguntó cuál era su comida favorita, y éste no tardó en decir que el kkakdugi. Fue entonces cuando el chico de la ventana le dijo a su madre que quería almorzar aquello, y esta no se lo negó.

Media hora después llegó el repartidor, y Hanbin entró a su habitación con la caja llena de este alimento entre manos.

Zhanghao le había dicho a su madre que estaría estudiando en la biblioteca y que comería algo en el camino. Su mamá solo le deseó un feliz día.

¿Qué madre puede esperar que su hijo en realidad esté comiendo kkakdugi de carne con el vecino?

Zhanghao le demostró al peliazul que podía comer más de lo que parecía poder, y le mostró sus mejores eructos, aunque los de Hanbun eran inigualables.

Al terminar de almorzar, el celular del mayor vibró entre sus pantalones de pijama y sonrió al leer el nombre de la llamada cuando lo tomó en sus manos.
"¡Hola!"

"¡Hao-ah! ¿como estás?"

"Mejor que nunca" Contestó sonriendo mientras miraba el chico de ojos oscuros, el cuál estaba jugando un juego de preguntas en su celular.

The window boy - HAOBINWhere stories live. Discover now