Acusación Capítulo III

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—Fui yo... tranquilo —Asdras intentando engañarlo, pero no surtió efecto—. Cuando alguien no paga los favores o indultos, dejan de recibir ayuda, ¿no es así?

—Así es, los que pudieron empacar sus cosas fueron a Loria, los demás nos quedamos, pero cada vez somos más pocos. Pronto el pueblo desaparecerá...

El hombre siguió barriendo, con una mirada triste al suelo.

—Por eso tiene que caer la Iglesia —dijo Asdras apretando sus puños.

—¡Por el sagrado halo! —chilló el hombre—. No digas eso, nunca se sabe de dónde puede haber un acusador negro.

—Nunca llegarán aquí —dijo Asdras con firmeza.

—Te equivocas, Asdras de Campolivo —dijo una voz en la lejanía—. Se te acusa de suma blasfemia, suma herejía, e intento de deicidio.

Lejos entre los arremolinados vientos polvorientos estaba una figura, vestida con una capa negra y capucha.

—Un acusador de negro —gimoteó el anciano.

—¡Por fin! —dijo con una risita Crisanta.

A Asdras no le importó que el abuelo escuche a la santa.

—Conmigo como testigo, te acuso del mayor de los crímenes cometidos alguna vez —dijo quitándose la capucha, su cabello era rubio y corto, sus ojos eran azules, tenía una fina cicatriz en una de sus mejillas—. Cercenar a un santo y huir con una de sus partes.

—¡Si mátalo ya! —gritaba de felicidad Crisanta—. Estaba esperando este momento.

Asdras se sacó del hombro la bolsa que tenía a la santa, trató de entregársela al anciano, pero este retrocedió.

—¿Qué hiciste? —le preguntó asustado el anciano.

—Decapité a la elegida.

—Ay —chilló Crisanta.

El bolso cayó en la arena haciendo un sonido sordo. El anciano entró a su casa.

—Sé quién eres —dijo Asdras desenvainando su espada—. Ophicus, uno de los acusadores principales.

Ophicus se encogió de hombros y sacó un cuchillo.

—Dime tus razones antes de matarte —le dijo el acusador, pasando su arma de mano en mano—. Quiero escuchar la tonta razón para cometer el peor de los actos.

—Acusador mátalo ya —gimoteó Crisanta desde dentro de la caja.

—En un momento santa —Ophicus hizo una reverencia.

—Estoy harto... de la corrupción, de que las personas mueran en los días de favores, ¡harto de la maldita Iglesia! —la voz de Asdras se escuchó en todo el pueblo—. Crean santos a su conveniencia, ella —señaló a la caja—. Ni en un millón de años es ejemplo de virtud o moral, me van a decir que ahora es una santa, que tengo que rezarle y encima pagarle por favores.

—Entonces, es porque tu exnovia es una santa, ¿verdad? —Ophicus suspiró—. De todas las razones posibles, ¿enserio una tan banal?

—Eso le dije —añadió Crisanta.

—¡Cállense! —le gritó Asdras a ambos—. Es por las personas, para que ya no sufran y mueran por este sistema.

—Que mentira —dijo Ophicus—. Estas personas, por ejemplo, están condenadas con o sin la Iglesia. Si te preocuparan en serio, buscarías la forma de ayudarles. Tú solo odias a la Institución, y decides soltar tu rabia contra nosotros. Mira, no tengo problemas con que esa sea tu cruzada, pero dila sin mentiras, no quieras disfrazar tu rabia como una ayuda a los demás.

Devuelve mi CabezaWhere stories live. Discover now