Capítulo 19

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 —CAPÍTULO DIECINUEVE: Proyecto Lealtad—

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—CAPÍTULO DIECINUEVE: Proyecto Lealtad

KARA

Dante me levantó,  sacudiéndome el hombro para despejarme del sueño y por efecto, abrí los ojos de golpe. La súbita agitación de sus brazos me sobresaltó y aún más cuando susurró:

—Kara, hay algo que tienes que ver.

El corazón se me aceleró.

Luego, se inclinó hacia atrás, apartándose el cabello oscuro de la cara y esperó a que me recompusiera del sueño. Al saltar de la cama, evitó mi mirada y se volvió hacia la puerta.

Había un cierto rechazo en sus movimientos. Estaba claro que seguía disgustado conmigo. Una frialdad ahora se cruzaba por sus ojos y tan solo aguardó a que me colocara de pie.

—¿Qué ha sucedido?

—Han publicado un nuevo anuncio —soltó—. Sobre ti y Marxel.

Lo acompañé hasta la sala de estar. El hijo del káiser se estaba recomponiendo del sueño también, tenía el cabello rubio desordenado y una marca roja en la barbilla a causa de la camisa de su uniforme. Me vio, soltó un gran bostezo y me sorprendió cuando me mostró una sonrisa ladeada.

—Buenos días, Kara —pronunció.

Kara

Había pronunciado mi nombre como si fuésemos amigos de toda la vida. Lo miré extrañada. Sí, quizás nos habíamos contamos uno que otro secreto, pero no significaba que en el tiempo que estuviera aquí iríamos por ahí diciéndonos «buenos días y buenas noches».

Me volví hacia Dante. El ordenador estaba encendido y ya había seleccionado la noticia de esta mañana. Presencié las grandes y dilatadas letras del título de la portada.

«ORDEN DE BÚSQUEDA Y RECOMPENSA»

—Están ofreciendo una gran cantidad de dinero por la entrega del hijo del Káiser —explicó Dante—. Quinientos mil Praks.

Era mucho dinero. Dante me miró de lado, sabía exactamente lo que estaba pensando, pero no íbamos a realizar este intercambio.

—¿Tan poco? —dijo Marxel a nuestras espaldas, inclinando la cabeza en dirección a la pantalla—. Estaba seguro que mi vida tenía más valor.

Rodeé los ojos, volviéndome hacia él.

—Sigue siendo mucho dinero.

—No lo suficiente —dijo el engreído.

Dante me enseñó la segunda página del periódico digital, esta vez no había una fotografía sonriente de Marxel, sino un retrato dibujado mío. Era una chica con capucha oscura y la mirada hacia abajo. No tenía rostro.

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