Capítulo 14

59 9 1
                                    

—CAPÍTULO CATORCE: Salvaje—

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—CAPÍTULO CATORCE: Salvaje

KARA

No fue tan fácil salir de todas las personas, tuve que avanzar a gatas hasta que mi mano alcanzó una extremidad del tocador de la casilla y me sujeté a este mientras me ponía de pie. Luego de haber sido pisoteada por tantos ciudadanos espantados tuve suerte de no haber sangrado, pero tenía algunos rasguños y golpes que mañana dejarían magulladuras.

El cielo apenas lograba el atardecer cuando encendieron las luces de la plaza y ahora se podía ver con claridad como los rebeldes descendían desde el tejado hasta la cubierta de las casillas. El pánico me atravesó el cuerpo y tuve que apegar la espalda al muro del edificio de piedra para esconderme. Los rebeldes se encargaron de atacar a los ciudadanos para quitarles sus joyas más apreciadas y saquear los puestos de los vendedores.

Había perdido de vista a Kamila y a los demás miembros del concejo, por lo que supuse que habían encontrado amparo antes de la primera ola de ataque. El ataque de rebeldes no se lo esperaba nadie, ni yo. Los eventos masivos siempre estaban equipados de un sistema práctico de seguridad, pero este siempre había tomado como fundamento a los miembros de la Corona, y aunque el protocolo no existiese, sería insuficiente mantener a toda la población segura. En medio del pánico, la gente huía remontándose unos a otros, y provocó que la entrada de la plaza fuese bloqueada. El desorden les dificultaba el paso.

De manera inconsciente, apreté dos dedos en mi oreja y llamé por la ayuda de mi amigo.

—Dante —susurré, rogando para que me escuchara—. Dante, te necesito.

No recibí respuesta. Volví a repetir su nombre y luego recordé que esta mañana no se encontraba en el estudio. Intuí que no se había llevado consigo su equipo o su propio receptor. Maldije en mi interior. Me encontraba sola en esto.

Intenté fugarme por las vías entre los edificios, pero entonces, se escuchó una caída contra la cubierta de la casilla donde me hallaba escondida. Un rebelde se estrelló contra mi espalda y la barbilla me raspó otra vez el suelo. El peso de quién me aprisionaba me limitaba respirar y tuve que estrellarle una patada para poder quitármelo de encima.

Corrí por la estrecha vía, pero el rebelde me aferró el brazo y me empujó contra la pared. Me encontré con sus ojos oscuros y noté que el cubrebocas oscuro se le había deslizado hasta el cuello, dejando a la vista una profunda cicatriz desde el labio hasta la mejilla. Por instante, creí que se trataba de Dante y su nombre salió de mis labios en un pequeño susurro, pero su mirada era tan fría y rabiosa que la idea se escapó de mi mente. Me aprisionó del cuello y reaccioné al empujar su mano con fuerza y separarme de su agarre.

El rebelde se dio la vuelta y me miró. Sabía que ellos estaban detrás de los ricos, jamás se atreverían a tocar a los pobres.

—Espera —le dije—, no soy una élite.

Estuve a punto de mencionarle que era una ladrona, como él. Incluso, si le mencionaba que era, en realidad, la famosa ladrona de espejos que tanto circulaban por los medios de comunicación, quizás me dejaría ir. Pero sería imposible explicárselo, dado que el rebelde me repasó de arriba abajo y se fijó en las gemas que llevaba ajustadas en el cabello.

—Yo creo que si lo eres —interpretó.

—Maldita sea —gruñí y retrocedí varios pasos, antes de que correr por la vía.

El rebelde me siguió y para mi poca suerte, divisé a un par de rebeldes que iban en dirección contraria a la vía. Tenía que haber imaginado que ellos nunca dejarían las salidas libres. Al notarme, salieron corriendo y tuve que retroceder, chocando contra el cuerpo del rebelde que me seguía. Atesté un golpe sobre su costilla cuando intentó tomarme desde atrás. Había conseguido que se enfureciera aún más porque se abalanzó sobre mí.

El primer golpe logré esquivarlo, pero el segundo me dio en el pecho y solté un pequeño quejido. Los músculos de mi cuerpo me estaban implorando para que detuviera. Me di la vuelta y me preparé para su próximo movimiento. Intentó lanzarme una patada, pero me agaché lo suficiente para que su pierna rozara sobre de mi capucha y me destapara el rostro. Me coloqué de pie y atesté varios golpes en su vientre.

El hombre emitió un rugido y sacó una daga. Tuve que haber sido más rápida, porque me distrajo el grito de los hombres que venían, y mi oponente aprovechó en lazarse sobre mí. Al instante, noté algo tibio y húmedo. Me había apuñalado en el antebrazo.

Cuando el rebelde me atacó de nuevo, bloqueé sus movimientos y le agarré con fuerza el brazo. Abrió los ojos cuando le quité el arma de las manos y esta cayó al suelo manchada de mi propia sangre. Se lo retorcí hasta que gritó y se encorvó. Sus ojos me miraron fijamente mientras yo apretaba mis labios por la furia.

—¿Quién...? —se quejó por el dolor—, quién eres?

Le devolví la mirada.

—Te dije que no era una chica de élite —contesté y saqué el arma de fuego que tenía escondida debajo del vestido y entre las ataderas de la pierna. La apunté contra su pecho.

Él me miró con sus ojos asustados. Empujé su cuerpo y continúe apuntándolo. Los hombres habían alzado llegar hasta nosotros. Mareada por el dolor y la ira, apunté también hacia ellos.

—Si me seguís —les dije—, aprieto el gatillo.

Sabía que no tenían armas de fuego. Preferirían los arcos y las fechas, y las armas blancas.

Retrocedí por el túnel y regresé a la plaza. El alboroto continuaba ahí y la entrada todavía permanecía bloqueada de gente. Corrí entre las casillas hasta alcanzar la puerta trasera.

Estaba con cerradura, pero la puerta era de madera y por el vejestorio material, estaba segura de que podía forzar la cerradura con un buen golpe. Me sujeté la herida del brazo con una mano y empujé con la punta de botín. El primer golpe logró que se desestabilizara, el segundo rompió un pedazo de madera y con el sudor en la frente, empujé con fuerza por tercera vez hasta que la cerradura emitió un chirrido. Agradecí que no tuviera que esforzarme más, porque sino me desmayaría ahí mismo.

Salí por la puerta, dejando atrás la revuelta y corrí sin mirar atrás. Sin creer que alguien me seguiría.

Ladrona de EspejosWhere stories live. Discover now