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¿Por qué lo tenían?.

¿Para qué lo tienen?.

¿Pensaban siquiera decirle?.

Esas preguntas rondaban por la cabeza del cachorro Kingston, quien, utilizando una de las sillas, bajó su antiguo celular, sintiendo sus manos temblar, tal vez, por el nerviosismo o por el enojo que sentía en ese instante.

 ¿Por qué  sus papás habían tomado su teléfono?, ¿qué querían con eso?.

Bueno, el problema no era que lo tuvieran, ¡el problema radica en que nunca se lo dijeron!.

Eso le molestaba, podía llegar a tener la mentalidad de un jodido bebé en pañales, pero no por eso significa que debería de ser ignorante de las cosas.

Elio apretó sus labios con fuerza, sus ojos cambiando abruptamente de turquesa a neón muy rápido. Su collar comenzó a chispear, pero poco le importaba a él más que la tan molesta situación que pasaba ahora.

Elio ignoró completamente las palabras "tranquilizadoras de Milo", su rabia poco a poco salía a flote, al igual que la punzada de dolor y tristeza de saber que sus padres le ocultaron esto.

Si jugaron con algo tan importante, como lo era parte de su anterior vida e información de esta, ¿qué más podían hacer?.

El amargo sentimiento de traición llegó hasta sus entrañas, logrando que en un acto rebelde, se dirigiera a uno de los cajones cerrados detrás del armario, donde sabía, que se encontraba su anterior ropa, la que no era del todo "infantil".

De nuevo, pensaba que su madre la había botado, no, también se sorprendió al descubrir que solo estaba escondida en la mis habitación donde dormía. 

No sabia que era más tonto, si él por no darse cuenta, o sus padres al no encontrar un buen lugar donde esconder sus cosas.

Si iban a decir una mentira u ocultar algo, que al menos lo hagan bien.

Milo, quien se había resignado al intentar tranquilizar a Elio, soltó pequeños gruñidos.

Al fin de cuentas, no recuerda ni sabe porque tuvo que decirle tremenda verdad, sabiendo el carácter que Elio se carga.

—¡Deberias de apoyarme, Milo! — Elio le refutó, gruñendo en voz baja y terminándose de colocar aquella camiseta gris de nirvana— ¡no darles la razón a ellos!.

Elio tiró el chupete que anteriormente estaba enganchado en la ropa que tenia puesta y que su padre le había regalado, siendo su última preocupación el que se pudo haber dañado o perdido.

—¡Ño razon elos, Elio! —Milo chilló, luciendo igual de enojado que él.

Elio solo lo ignoró, futuras lágrimas ondeando por sus ojitos, pero que se obligaba a no soltar.

Ahora mismo no era un tonto bebé el cual pueden pasarle las cosas por su nariz y no se daría cuenta. 

—¿Eli, amor?

El pequeño dirigió su mirada a la puerta, quitando bruscamente las lágrimas que habían brotado y bajado por sus mejillas.

Ian lo observó preocupado, abriendo los ojos sorprendido al ver la situación en la que se encontraba.

Estaba resolviendo unos problemas de manada desde las seis de la mañana con Bastian, dejando a su cachorrito dormir por más tiempo, hasta que Kian comenzó a molestarlo, dándole malos presentimientos que inconscientemente eran direccionados a su niño.

 Y vaya que no se equivocó al encontrarlo con su vieja ropa de adulto, un olor agrio desprendiendo de él, su pechito subiendo y bajando...

¿Acaso estaba llorando?.

Cachorrito Perdido - ABDLDär berättelser lever. Upptäck nu