capitulo I: vida diaria

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El sol se asomaba tímidamente por el horizonte, pintando el cielo de tonos cálidos y dorados. Mientras la élite de Beverly Hills se preparaba para enfrentar un nuevo día de lujo y comodidades, una figura solitaria emergía de las sombras de un callejón oscuro.

Tracey, con su cabello negro y desaliñado, emergió como un fantasma de la noche. Sus ojos cansados ​​reflejan el peso de sus experiencias pasadas, mientras que sus ropas gastadas y sucias contaban la historia de una vida de dificultades y luchas.

Sin un hogar al que regresar, Tracey llevó consigo todos sus tesoros en una manta blanca y agujereada que envolvía su pequeño refugio en las calles. A paso lento y cauteloso, comenzaba su rutina diaria en Beverly Hills.

Con determinación, se dirigió hacia un rincón tranquilo en un parque cercano, donde había un banco abandonado que se convirtió en su lugar secreto. Allí se sentaba, con la manta como único abrigo contra el frío matutino, y se sumía en sus pensamientos mientras observaba a la distancia las majestuosas mansiones y los autos lujosos que la rodeaban.

La rutina de Tracey era una danza constante de supervivencia. Se deslizaba entre las calles y los parques, evitando miradas curiosas y esquivando el peligro que acechaba en las sombras. En ocasiones, se cruzó con otros seres solitarios, compañeros de vida en la calle, pero la desconfianza manifestó las distancias entre ellos.

Su jornada se basaba en la búsqueda de recursos para subsistir. Caminaba con pasos sigilosos hacia las tiendas cercanas, donde eludiendo la mirada de los vendedores, recogía restos de comida que habían sido desechados. Era una lucha constante contra el hambre, pero se aferraba a la esperanza de sobrevivir a otro día.

A lo largo del día, Tracey se volvió invisible para la mayoría de los residentes de Beverly Hills, una sombra en medio del derroche de riqueza. Sus necesidades y sueños eran eclipsados ​​por la opulencia a su alrededor.

A medida que el sol se escondía detrás de los rascacielos, Tracey regresaba a su rincón secreto en el parque. Se envolvía en su manta agujereada, el único abrazo que conocía, y cerraba los ojos, esperando que la noche le trajera la protección que tanto anhelaba.

Tracey caminaba sola por las calles adoquinadas de Beverly Hills, una sombra entre la opulencia que la rodeaba. Su mirada perdida se encontró con el desfile diario de lujos y excesos que caracterizaban a este mundo de riqueza y privilegios.

A un lado, vio a hombres y mujeres ricamente vestidos, corriendo con sus perros de raza por los amplios senderos del parque. Sus risas y sonrisas resaltaran el contraste con su propia soledad y silencio.

Al otro lado de la calle, observaba a hombres de traje salir de imponentes edificios de oficinas, perdidos en sus mundos de negocios y poder. Sus autos de alta gama relucían bajo el sol, un símbolo ostentoso de su éxito y estatus.

En las aceras, grupos de amigos reían y charlaban mientras salían de tiendas de lujo, con bolsas de marcas exclusivas en sus manos. Tracey se sintió como una intrusa en este mundo de abundancia, ajena a todo aquello que parecía estar reservado para unos pocos afortunados.

El corazón de Tracey latía con añoranza mientras pasaba frente a un elegante café, donde las mesas eran ocupadas por personas que disfrutaban de exquisitos capuchinos y dulces tentaciones. Ella siguió su camino, su estómago vacío y sus labios resecos anhelando un simple bocado para saciar el hambre que la acompañaba constantemente.

Cada mirada, cada risa, cada auto que pasaba a toda velocidad, era un recuerdo doloroso de su propia realidad. La ciudad de los sueños para algunos, era una pesadilla para ella. Pero entre la envidia y el deseo de unirse a ese mundo de comodidades, también existía una determinación silenciosa en su corazón.

Tracey seguía caminando con paso firme, sosteniendo la manta blanca que la cubría con un poco más de fuerza. Aunque el mundo pareciera indiferente a su presencia, ella estaba decidida a encontrar su lugar, a buscar su propia luz en medio de la oscuridad.

En medio del lujo deslumbrante, Tracey era una presencia invisible, pero en lo profundo de su ser, una chispa de esperanza comenzaba a brillar. Ella no sabía lo que el destino le tenía reservado, pero estaba lista para enfrentar los desafíos y descubrir la fuerza que llevaba dentro.

El sol se ocultaba lentamente detrás de los rascacielos, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Las luces brillantes de Beverly Hills comenzaban a parpadear, transformando la ciudad en un escenario de ensueño para algunos, pero una pesadilla para otros.

Tracey buscó un rincón escondido en el opulento parque, su lugar secreto donde podría encontrar un poco de paz entre la hostilidad de la arquitectura diseñada para alejar a los vagabundos como ella. Se planifica acercar a un banco largo y lujoso, con su diseño meticulosamente para evitar que alguien se durmiera en él.

Con resignación, Tracey se acomodó bajo el banco, tratando de encontrar una posición lo menos incómoda posible. La dureza del concreto le recordaba que este lugar no estaba hecho para alguien como ella. Pero no tenía otra opción. No tenía un techo que la protegiera, ni un hogar donde resguardarse

A medida que la oscuridad se apoderaba del cielo, las luces del parque comenzaron a iluminarse. El bullicio de la ciudad se desvaneció, resultó por el silencio nocturno y la soledad que la envolvía. Era una soledad diferente a la que había experimentado en la calle durante el día. Ahora, se sintió aislado de todo y todos, en un mundo que no parecía pertenecerle.

Las lágrimas amenazaban con escapar de sus ojos, pero Tracey se obligó a estabilizarse fuerte. Recordaba las noches en las que soñaba con tener un hogar, con una cama cálida y cómoda donde poder descansar sin miedo. Pero eso solo eran sueños, y la realidad la golpeó una y otra vez.

Bajo la sombra del lujo, Tracey se sintió invisible y frágil.

bajo las estrellas de beberly hills Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang