Una noche.

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Capítulo 36.


Cuando la moto se detuvo y tuve que soltarlo el frio me llego a los huesos.

—Vamos adentro campanita.

—Deja de decirme así —volvió a sonreír mientras ponía su mano en mi espalda guiándome.— ¿Es tu casa?

—Si... —vacilo en su respuesta— ¿Estás pensando ya en una redada?

Me encogí de hombros sonriéndole de regreso, el entrecerró los ojos.

—¿No confías en mi Diablo?

—Con mi vida —el sarcasmo goteo de cada palabra y se dio la vuelta para abrir la puerta.

Había conducido por poco tiempo, así que tenía una idea de la zona en donde estábamos.

Tomo mi mano cuando entramos. El lugar no llamaba la atención, pero era bonito... nada comparada con la enorme casa en la que me secuestro. Pensar en eso me hizo meditar otra vez el síndrome de Estocolmo y mi estupidez.

—Estas helada —levanto mis manos y sus labios se acercaron para exhalar buscando calentarlas.

Esta vez su cercanía me tomo por sorpresa de manera diferente.

—Siempre estoy fría —di un paso atrás en reflejo y el me dejo libre.

—¿Quieres tomar algo?

—Agua —aunque el efecto de los tragos parecía no haberme afectado igual a otras veces, o mejor dicho el Diablo lo había contrarrestado; aun sentía un leve mareo. —No se me ha olvidado la pregunta que te hice... ¿Me seguiste o como supiste donde encontrarme?

Camino hasta la cocina y lo seguí. La seguridad en cada uno de sus pasos era hipnotizante ¿Qué estaba haciendo aquí? El seguro tenía una idea clara de que pasaría.

—Pensaba hablar contigo en tu casa, pero vi cuando te ibas. No quería echar a perder tu cita romántica.

Me entrego la botella de agua y bebí. Sus ojos me repasaron y otra vez sentí los nervios, esperaba la escaza luz ocultara mis mejillas ardiendo.

—No te preocupes, no la echaste a perder.

Su sonrisa vacilo.

—¿Qué excusa le diste a tu novio?

—La misma que le dijiste a tu amiga.

No tardó mucho en cortar el espacio entre nosotros. Hizo la botella a un lado y su mano fue a mi mejilla.

—Yo no necesito excusarme —se acercó más, su boca estaba peligrosamente cerca.

Ni siquiera lo había besado y aun así, simplemente con el recuerdo de sus labios en mi piel y sus dedos recorriéndome tenía suficiente para no sacarlo de mi mente y necesitar más.

—¿En serio? —no estaba segura de que estábamos hablando.

—En serio —su voz apenas era un susurro mientras se inclinaba un poco—. ¿Qué necesitas de mi Aisling?

Sentía mi pulso latiendo duro en lugares donde no debería, tome un largo respiro que me inundo con su olor a menta.

—Necesito lo mismo que tú —no sé cómo me las arregle para hablar a través de mi aliento.

¿Qué debía hacer para desintoxicarme? Era obvio, pero la respuesta aun me daba miedo, incluso pensarla.

Movió mi cabello a un lado antes de tocar mi cuello dejando el rastro de piel hormigueando ¿En qué momento también unas manos me parecían atractivas?

La Amante Del DiabloWhere stories live. Discover now