Se llama resaca.

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Capítulo 6.


Bajé ya vestida para el trabajo y vi a Max listo y relajado mientras tomaba algo. Mi cabeza palpitaba y trate de no pensar en nada mas que en el café que estaba a punto de tomar de un trago, aunque lo detestara. Cuando salimos de la casa me puse unos lentes oscuros, para intentar que la rojez de mis ojos, no fuera evidente. No había llorado lo suficiente como para que se notara , pero no dormí tan bien como me habría gustado y las dos cosas juntas hacían que me encogiera antes los rayos de sol de la mañana.

Fui hacia mi carro, por desgracia Max me detuvo haciendo un ademan hacia su camioneta y sostuvo la puerta abierta para mí. Puse los ojos en blanco tras las gafas, él pudo notar mi gesto y bufo.

—Puedo conducir —dije entrecerrando los ojos.

—Lo sé, pero me ofrezco como chofer este día.

—Odias que entren en tu camioneta.

—Eso es un incentivo más para que notes lo que estoy sacrificando. Esta oportunidad no se volverá a repetir.

Quería llevarle la contraria, en su lugar cerré mi boca y caminé a la puerta.

—Solo acepto para torturarte todo el día y que sea más llevadero este dolor de cabeza.

—Lo sé y el dolor de cabeza se llama resaca.

Cerro de golpe la puerta y yo me encogí ante el ruido. 

Amigos... que haría sin ellos.

****

El edificio frente a mí era imponente y acomode mi chaqueta mientras revisaba que no me faltara ninguna identificación. No sabía porque me sentía nerviosa. Suponía que tendría que enfrentarme a preguntas sobre la boda, esperaba que el tener pocos amigos en este lugar, las disminuyera. Max se giró cuando noto que no lo seguía.

Sus hombros se tensaron y el enojo era evidente. No hacia mí, pero si hacia alguien en específico. Esto recordaba viejos tiempos, la escuela militar donde siempre tuve el don de caer mal, las cosas no cambiaron mucho. Una agente del FBI que logro entrar a los 22 años cuando las reglas decían otra cosa. "Solo está ahí por quien es su padre y quiénes son sus contactos" La mayoría de los que trabajaban en ese lugar apenas me toleraban, incluso ahora que ya tenía dos años trabajando ahí.

Di un paso vacilante y me recompuse rápido, la fuerza de Max siempre era un ejemplo. Era dos años mayor que yo y entramos juntos al FBI. Él nunca me recrimino por el trabajo que le costó entrar, porque sabía que a mí también me costó de otra forma. Max no la había pasado mejor que yo, ni en la escuela, ni en el ejército. Era fuerte, pero cuando se enteraron de su orientación sexual, a la mayoría no le importo. A los idiotas por otra parte, les importo demasiado. Y estar en ese lugar rodeado de varios idiotas, con entrenamiento y mucha testosterona... no era bueno.

Max paso su brazo a mi alrededor y me permití apoyarme en él un segundo. Cuando pasamos todos los protocolos de seguridad entramos en el elevador donde estaban otros dos agentes veteranos, que parecía odiar a todos, pero en específico a mí.

—¿Cómo es que estas aquí? Creímos que estarías en tu luna de miel.

Max se encrespo, yo levante la mirada mientras me quitaba los lentes para encontrar sus gestos burlones.

—Se acostó con otra y me entere en la ceremonia —me recargue en la pared esperando que llegáramos pronto a nuestro piso—. Debí invitarlos, se puso mejor de lo que yo incluso esperaba.

La Amante Del DiabloWhere stories live. Discover now