Capítulo 21. Casandra

376 68 4
                                    

—¡No, no, no, no, no! Por favor Zita no— dije cayéndome al suelo— Zita no puede morir, ¡Ella no! Esto no puede estar pasando— chillé llorando

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—¡No, no, no, no, no! Por favor Zita no— dije cayéndome al suelo— Zita no puede morir, ¡Ella no! Esto no puede estar pasando— chillé llorando.

¿Qué era esto? ¿Por qué había tenido una visión sin preguntarle nada a las cartas? Además, ¡¿Qué era lo que acababa de ver?! ¿Era el presente o el futuro?

¿Y si era el futuro? ¿Y si aún podía salvar a Zita?

Las palabras de mi maestra sonaron en mi mente al instante: "Cass el futuro no se puede cambiar"

Aun así tenía que intentarlo ¡Se trataba de Zita! Zita, la mujer que me enseño todo lo que sé, la mujer que me cuido durante toda la infancia ¡La única persona en el pueblo que me había dado cariño de verdad! Tenía, tenía que intentarlo, se lo debía.

Tome las muletas torpemente, lloré más al sentir el dolor en mi cuerpo, pero eso no me detuvo, balanceándome torpemente hacia la puerta, y avance lo más rápido que pude.

Salí de la casa sin que Rosa me escuchara y directamente tome el camino hacia la casa de Zita. Cada paso era más duro que el anterior y el movimiento poco a poco empezó a marearme.

¡No te rindas, Cass no te rindas! ¡NO TE RINDAS!

Caí, provocándome un fuerte dolor que hizo que gritará.

Levántate ¡Levántate!

Intenté hacerlo con todas mis fuerzas, pero simplemente no pude. Desesperada, arrojé las muletas, e hice lo único que sabía hacer: llorar, llorar como la inútil que era.

Una mujer que pasaba por el camino me vio y de inmediato se acercó a ayudarme.

— ¡Niña Barul!— dijo la mujer al levantarme— No debería salir en su estado—

— ¡Zita! — chillé al instante—Tiene que correr y advertir a Zita está en peligro ¡Por favor!—

El rostro de la mujer se tornó oscuro, antes de murmurar.

—¿Tan pronto supo pronto lo que le paso a la maestra Zita, niña Barul?—

Mi cuerpo se heló al instante.

—¡No, por favor no!— dije entré lágrimas.

— Apenas hace una hora encontraron su casa abierta, ya llamaron a la policía—

—¡NO!—

Me alejé de la mujer y tomé las muletas.

¡Zita no! ¿Por qué? ¿Por qué nos está pasando esto?

Seguí avanzando por camino lo más rápido que las muletas me permitían, hasta que tomé el sendero que llevaba a la casa de Zita, aún y desde lejos, la realidad me golpeo en la cara, la casa de Zita era un alboroto.

La policía ya había llegado y un pequeño grupo de gente se había reunido para ver ocurrido. Vi a mi madre hablando con unos policías, también vi a Martha llorando desconsoladamente junto con su esposo José, a Billy que intentaba aguantar el llanto y más atrás vi a Sarah; miraba la escena, quieta como estatua.

La Profeta | Seth ClearwaterWhere stories live. Discover now