Capítulo 5. Seth

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Reserva Quileute, Estados Unidos, 2008

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Reserva Quileute, Estados Unidos, 2008

— ¿Estás segura de que quieres jugar con nosotros?—Preguntó Embry a Sarah por tercera ocasión.

Sarah estaba al otro lado de la improvisada cancha de futbol que habíamos organizado en la playa, amenazaba con pinchar el balón de soccer si no le permitíamos jugar con nosotros.

— ¿No prefieres ir con las chicas?— Pregunté yo.

—El juego puede ponerse agresivo—Comentó Embry.

— ¿Es en serio? —Comentó Sarah— Las chicas llevan media hora contemplando a esa bebe — dijo refiriéndose a Claire que estaba con Emily, Kim, Leah y Quil jugando en la arena y haciendo... no sé, cosa de bebes.

—Creí que a todas las chicas les gustaban los bebes—comento Brandy.

Sarah tomó la pelota y la pateo ¡Muy rápido! Brandy apenas pudo esquivar el golpe en la cabeza.

—No me disgustan, pero prefiero jugar ¡Empecemos ya!— dijo con una sonrisa.

Estábamos jugando Embry, Brandy, Collin, Jared, Sarah y yo. El juego avanzaba de forma pacífica hasta que Leah entro a jugar. Todos sabíamos lo que eso significaba: Desde que Sarah llego a la reserva, ella y Leah de alguna u otra forma terminaban enfrascadas en competencias físicas que me ponía los pelos de punta. Leah era por supuesto más rápida y fuerte, pero aun así Sarah era ágil y lo daba todo cuando competía, así que prácticamente había estado detrás de ambas, asegurándome que Sarah no se matara del agotamiento.

—Deberías cuidarte el brazo— comenté en un intento de persuadir a Leah para que no jugara.

Rodó los ojos y por supuesto no me hizo caso. Después de su caída, entre Quil y mi mamá le acomodaron el brazo; dos fracturas y solo tuvo el brazo enyesado ¡dos días! Antes de asegurar que ya se encontraba perfecta, pero yo sabía que aún no sanaba por completo, los huesos de licántropo tardaban al menos una semana en sanar de verdad, podía escucharla gemir cuando lo movía de forma brusca. 

—Como quieras—murmuré molesto.

Tal como había previsto el partido empezaba a ponerse más y más brusco, yo intentaba interponerme entre todo lo que pudiera golpear de forma sería a Sarah hasta que Sam me llamó desde una orilla de la playa.

—Por favor no la vayas a matar de un balonazo—Susurré a Leah, quien justamente esquivo un balonazo de Sarah.

—No, si yo la mato primero— dijo Sarah que al parecer estaba lo suficientemente cerca para escucharme.

¡Rayos! ¡Sarah tenía muy buen oído! Sabía que era imposible, pero a veces me parecía que escuchaba casi como yo. Tenía que tener más cuidado de no decir algo indebido. Leah solo se rio de mí, y siguió jugando.

Le sonreí a Sarah y ella me sonrió antes de salir corriendo tras el balón, enrojecí, aún seguía totalmente preso de la revolución de hormonas que era la imprimación, aunque las emociones eran igual de fuertes que al principio, poco a poco me iba acostumbrando.

La Profeta | Seth ClearwaterWhere stories live. Discover now