Canto número 28. ¿Los cuervos cantan equivocaciones?

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Los cuervos no cantan equivocaciones

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Los cuervos no cantan equivocaciones.

Pero yo sí cometería una.

Hoy era Día de Muertos y, como siempre, Kaux se convertía en todo un maravilloso espectáculo. Era tradición que algunas casas abrieran sus puertas para permitir visitantes en sus altares, por lo que la mayoría de las calles estaban repletas de gente, velas y cempasúchil formando un colorido sendero que al final guiaba a la plaza del pueblo, donde se hallaba el altar más grande, uno dedicado al fundador de Kaux, conocido como Rogelio Bustamante, cuyo apodo era...

—Kalen —completó el chico del mismo nombre.

—¿No será este el Kalen del que me hablaron el otro día? —cuestioné.

Kalen se encogió de hombros.

—Sabes, realmente no hay nada confirmado —respondió—. Mi abuela dice que todas las leyendas y relatos son verdad, mi madre dice que lo son pero a medias, y mi papá hizo una investigación al respecto y dijo que no llegó a nada concluyente. Ese día se armó la bronca en casa.

—Tu papá nunca se para por aquí —señalé—. O al menos nunca lo he conocido.

—Mi abuela no es muy afín a él, y su relación con mamá tampoco ha sido la mejor en los últimos años —explicó—. No tiene problemas con Marisol y conmigo, es un buen padre, pero es de un mundo totalmente diferente al nuestro. O al menos al mío.

Asentí y continuamos caminando por la acera para ver los altares. Algunos eran de lo más espectaculares, iluminados por la calidez de las velas en la oscuridad de la noche, con ostentosos arcos de cempasúchil, frutos y calaveras rodeándolos y las fotografías de las personas enmarcadas en portarretratos chapados en oro.

Incluso Ramona había abierto las puertas de su casa para que visitaran su altar, no sin antes ordenarnos a Kalen y a mí que encerráramos a Ramiro en una habitación del piso de arriba para no "matar de un infarto a humanos ignorantes". Sentí algo de pena por el catrín, algo estúpido considerando que este no tenía sentimientos y nunca nadie quiso explicarme cómo exactamente es que funcionaba.

«Es complicado. Mejor solo acéptalo sin cuestionar». Me sugirió Kalen una vez. Después de eso decidí no seguir indagando por miedo a descubrir algo muy desagradable.

—Ten —Kalen llamó mi atención.

Me volví hacia él y vi que me ofrecía un par de veladoras.

—¿De dónde las sacaste? —interrogué.

—Me las regaló la señora de allá —contestó—. Dijo que los muertos nos perseguirían en nuestros sueños si no prendemos al menos una vela.

—No chingues. —Chasqueé la lengua—. ¿Es amiga de tu abuela o algo así? Solo Ramona dice ese tipo de cosas.

—No, pero creo que es dueña de una tienda de artículos esotéricos —agregó—. Para efectos prácticos, es casi lo mismo.

Continuamos andando, y me llamaba la atención las casas cuyas luces estaban apagadas y sus puertas cerradas. La mía era una de esas. Jamás celebrábamos nada, ya fuera muertos, Navidad o Año Nuevo, las celebraciones no estaban en los planes de los Rangel. La última vez que celebré estas tradiciones fue cuando mi madre todavía no me había abandonado. Cuando en muertos pusimos un altar para su fallecido abuelo, o cuando en Navidad me regaló un pequeño carro de juguete hecho de lata y yo le di un horrible dibujo de personas de círculos y palitos hecho con crayones. Ella lo amó, y yo amé que ella lo amara.

Los Cuervos Cantan PresagiosWhere stories live. Discover now