Su corazón dolía, abatido por las rápidas palpitaciones que golpeaban contra sus costillas. Todo su cuerpo se estremeció cuando el chico lo envolvió entre sus brazos con total efusividad y, pese a sus culpas, Mingi lo recibió gustoso, apretándolo fuerte como el otro le había enseñado.

— Espero esté preparado para una travesía— declaró, risueño— ¿Sabe viajar en bus, verdad?

— Repito. No nací en cuna de oro— resopló, aún sin creer que recibiera preguntas de lo más increíbles. Aunque, si pensaba en las comodidades con las que vivía, podía entender el pensamiento del rubio—. Anda, guíame.

Yeosang era todo sonrisas pese a las ojeras que el mayor logró distinguir debajo de aquellos orbes. No quería ser entrometido, mucho menos estropear el ambiente, pero estaría mintiendo si dijera que no notó un gesto cansado en él. Prefirió ignorar ese hecho por el momento.

— ¿Le fue bien en el almuerzo?— el rubio preguntó desde el asiento de la estación mientras él se mantenía unos centímetros más alejado, de pie.

Esa mirada dolorosamente honesta estuvo a punto de ponerlo nervioso; le gustaba que Yeosang se interesara por las cosas mínimas que le comentaba.

— Supongo— fue su escueta respuesta, sin embargo.

— ¿Se lleva mal con sus compañeros? ¿Sus jefes son malos con usted?

— No mantengo relación alguna con ellos, más que para lo esencial.

— ¿Por qué?

— No es de mi interés.

Sabía que estaba poniéndose a la defensiva, pero no podía evitarlo, se sentía en extremo expuesto a que el chico dijera que se merecía estar solo. No sería la primera vez que recibiera ese tipo de comentarios de todas formas.

Aún así, el brillo en los ojos de Yeosang no desapareció ni por un segundo. Él continuaba admirando a su hyung con una calidez reconfortante.

— ¿Le gusta su trabajo?— repuso.

— Soy bueno en lo que hago— contestó con clara convicción—. No me disgusta particularmente, pero dudo poder decir que me apasiona.

— ¿Ningún pasatiempo?

— No hay nada que llame especialmente mi atención— apartó la mirada, hastiado y avergonzado a partes iguales.

No le gustaba proclamar en voz alta la monotonía y el sinsentido de su vida. Parecía un bueno para nada.

— Entonces, solo es cuestión de expandir sus horizontes. ¿Siquiera ha intentado cosas nuevas últimamente?— tanteó inocente, jugando con sus pies.

— No se le enseñan nuevos trucos a un perro viejo— el más joven lo observó consternado.

— ¿Cuántos años tiene, hyung?

— Cumpliré veintiocho el mes entrante.

— Cistus, lo recuerdo— recompuso un poco más animado mientras se ponía de pie para abordar el transporte. Ambos pagaron el respectivo boleto y se acomodaron. Entonces, el rubio continuó su monólogo—. Aún es demasiado joven para entregarse a la resignación. La vida puede darnos cientos de perspectivas negativas, pero al final, basta con observar un nuevo brote florecer hermosamente para entender que hay un millón de otras perspectivas que vale la pena apreciar antes de dar las cosas por sentadas.

El castaño arqueó una ceja, escéptico a lo que el otro decía.

— ¿Quién podría estar así de enamorado de la vida?

— Usted mismo lo está viendo— batió sus pestañas, dedicándole un pequeño vistazo antes de volver a enfocarse en la ventanilla—. Además, soy testigo de personas que se han aferrado a lo bello de la vida. Si conociera a Seonghwa hyung...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 29, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Taciturn devotion | MinSangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora