Prefacio

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Él lo miraba, lo miraba mucho y sin reparos, hasta el punto de sentirse un puto acosador.

Song Mingi lo observaba con brillantes estrellas doradas en sus orbes. Tanta era su insistencia, que a veces se preguntaba cómo ese chico no quedaba encandilado ante tal escritunio.

Detallaba con alevosía cada parte del cuerpo ajeno, enumerando sus partes favoritas, sorprendiéndose gratamente cuando no encontraba ni una sola cosa que le disgustara. Delineaba con su vista, desde una distancia prudente, las delicadas facciones dignas de un príncipe de cuento de hadas y suspiraba embelesado.

Era víctima de sus anhelos.

Pero, ¿por qué? ¿Qué podría darle aquel chico a él, quien lo tenía todo?

El de rubios cabellos sólo era alguien común, sin nada excepcional que ofrecer. No poseía una gran fortuna, ni un trabajo de ensueño. No parecía tener grandes aspiraciones de vida, ni planes de seguir alguna carrera universitaria. No tenía una pareja estable y su grupo de amigos se reducía a jóvenes inexpertos, bufones dando pasos de bebé en el mundo adulto.

Y aún así, ese Kang Yeosang tan simplón, tan insípido y tan remilgado... era la personificación de lo inalcanzable.

Patéticamente, quedó prendado de la simpleza por mera curiosidad.

Porque lo único que Kang Yeosang pedía era que alguien lo abrazara sin lastimarlo, al igual que la luna deseaba con todas sus fuerzas que dejara de ser la fría oscuridad quien la rodeara entre sus brazos.

Taciturn devotion | MinSangWhere stories live. Discover now