Capitulo 4

140 18 3
                                    


"A un rosedal no se le puede pedir más que brava preciosidad y una enorme desconfianza representada por numerosas espinas"

✿✿✿

A las orillas del río Han, donde sólo un camino de grises piedras separaban tierra firme del profundo azul, el florista brillaba preciosamente bajo el abrazo de un gentil atardecer. Destellos dorados y naranjas lo cubrían por completo mientras una ligera y cálida brisa desordenaba en una caricia sus cabellos. Se veía majestuoso, híbrido, desconectado del mundo y más cercano a ser parte de una historia idílica. Su semblante impasible ante el gentío que le rodeaba, perdiéndose en su turbio reflejo.

El estupor invadió los sentidos de Song Mingi, preguntándose si no estaba enfrentándose a un espejismo, pero nuevamente estaba errado; la belleza de Kang Yeosang era tan real como el temblor que atenazó sus extremidades.

Luego de lo acontecido en la floristería, había estado evitando los alrededores del río Han por temor a cruzar su camino con el de aquel chico. Se negó rotundamente a dejar su oficina durante el almuerzo sin mediar explicaciones con su asistente y agradeció a los cielos que su auto hubiera salido del taller para entonces, así no tendría que atravesar las calles del centro de Seúl a pie ni mucho menos se vería tentado a perderse "accidentalmente" por los callejones que daban a cierto escondite mundano en el que terminaba cada vez que sus tribulaciones nublaban su juicio.

No obstante, esa tarde de sábado había optado por tomar aire fresco. Algo en su interior se lo había pedido a gritos durante toda la mañana hasta que, finalmente, cedió. Creyó que eso le daría un respiro a su atolondrado ser, pero los gritos parecieron volverse cada vez más estruendosos, más guturales y asfixiantes. ¿Qué había de malo con él?

Siendo sincero, podía alardear sobre un coeficiente intelectual envidiable, pero aún así, había cosas por las cuales se sentía un completo ignorante. Su sentir, por ejemplo.

No se entendía.

Tampoco entendía a ese áptero espécimen amante de las plantas.

No comprendía su forma de actuar. Se había enfrentado a personas decididas que clamaban de frente aborrecerlo o adorarlo, necesitar algo o no necesitarlo... querer todo de él o no querer nada en lo absoluto; pero desde hacía tiempo que no se encontraba con un gris en su vida, con un neutro, con la indiferencia.

Tal vez por eso aún dubitaba al acercarse, porque quería agradarle y estaba aterrado de no lograrlo. Quería dejar de ver desconfianza y odio injustificado en sus bellos orbes enmarcados por largas pestañas. De repente, soñó con destruir aquella sombra de pavor que permanecía unida a Yeosang cuando un extraño se le acercaba; porque, muy en el fondo, quería que alguien lo quisiera por ser él y no por su posición. Quería que alguien lo mirara por fuera del trabajo o la universidad. Quería que alguien lo alentara y le susurrara palabras de aliento sin conocerlo o a su historia, sin ataduras ni condicionamientos.

Sólo un alma que se atreviera a decorar su mente con colores pasteles y estrellas de bronce (porque él no se creía merecedor de estrellas doradas o azules)

"Las personas nacidas bajo esta flor nacieron para ser amadas. Deben serlo", un eco reverberó por las paredes de su inconsciente y deseó con todas sus fuerzas que estuviera en lo correcto.

¿Él realmente había nacido para ser amado?

Eso era lo que el chico a unos pasos de distancia le había dicho semanas atrás.

Taciturn devotion | MinSangWhere stories live. Discover now