Capitulo 8

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"Las estrellas brillan bajo su mejor esplendor, y dentro de su último suspiro, cuando están a punto de morir"

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Yeosang no se consideraba una persona demostrativa. No es que huyera despavorido ante cada muestra de afecto posible, de hecho, era más bien del tipo que recibía gustoso lo que le ofrecían; aún si, a veces, debía correr lejos de Wooyoung cuando se portaba en extremo meloso, al punto de asfixiarlo con sus cuelgues de koala y besos en lugares inesperados de su cuerpo solo para descolocarlo.

Pero lo que pasaba con Mingi estaba siendo... peculiar.

Sus cuerpos se habían encontrado más veces de las que quería admitir. Los constantes abrazos apretados era casi una necesidad para ambos. No ayudaba que el mayor fuera un león de pocas pulgas que alzaba demasiado la voz y se ponía a la defensiva de repente. Tampoco ayudaba el hecho del pacto furtivo entre ellos donde, de forma poco madura, recurrían a un ridículo abrazo para decir "hola".

Las razones escapaban de su consideración, pero una parte de sí dictaba que debía demostrarle algo al abogado. Una vocecita en su interior, tal como si estuviera conectada por un hilo transparente a los pensamientos del hombre, le indicaba que tenía que reparar algo.

Quizás solo estaba intentando repararse a él mismo. No podía descifrarlo con seguridad.

Lo único que sabía era que los brazos de Mingi eran cálidos, cómodos y que le prometían una seguridad indescriptible, una que hacía muchísimo tiempo había perdido.

Y eso le aterraba.

Le aterraba de sobremanera la idea de encariñarse así de rápido, tanto que ni siquiera quería admitirlo. Porque todo lo que se había desarrollado de manera fugaz en su vida, jamás lo había llevado a nada bueno. No creía estar listo para afrontar las consecuencias de su efusividad una vez más.

Y aún así, Yeosang tampoco quería privarse de sentir ello por su confusión. Tal vez estaba siendo demasiado descuidado o quizás demasiado fantasioso.

Como fuera, el florista había dejado de ignorarle al pasar por su lado cuando atravesaba a paso apresurado las calles del centro. Se detenía con una afable y sincera sonrisa, de esas que tanto le gustaban al abogado, preguntando por el estado de Gaeul antes de continuar su camino sin mediar explicaciones. Mingi dejó de cuestionarse por qué el rubio traía una "mascota" consigo cada vez, asumiendo que, simplemente, la misión de su vida era rescatar animales bastardos de las crudos bulevares para buscarles un hogar.

Lo intuía porque incluso él había sido salvado por esas mismas manos.

Pocas veces el abogado se había animado a pasar por la floristería y era, más que nada, porque Sangwon resultaba ser lo suficientemente descarado como para dejarlo solo e ir a hablar con la linda chica del mercado de flores. Él, por su parte, prefería enfrentarse a la mirada juiciosa y curiosa del compañero de trabajo de Yeosang antes que ser quien se pintara de adorno invisible entre esos dos para sostener las velas de una cita imaginaria.

Sin embargo, por sus adentros agradecía el egoísmo de su baboso amigo, pues le agradaba ver al áptero desplazarse a sus anchas por el local. Se le veía distendido al armar recados y macetas. Era adorable la forma en que arrugaba el entrecejo cuando estaba muy concentrado en su tarea, incluso le parecía interesante ver el ligero temblor mientras sus manos se conservaban hábiles. La forma delicada en que desinfectaba sus herramientas o cómo limpiaba los refrigeradores, inesperadamente, le resultaron la actividad más entretenida. Las manos de Yeosang eran delicadas, fuertes, destrozadas por el labor con las espinas; las cicatrices apenas visibles, las venas sobresalientes que le envolvían el dorso y los nudillos. Aquella sonrisita leve mientras le hablaba a las flores.

Taciturn devotion | MinSangWhere stories live. Discover now