Capítulo 18: Ingenio retorcido.

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XVIII

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POV:

La vista ¡Oh, la vista!, era un deleite para mis ojos; un cuadro pintado con los matices carmesíes de la sangre, un festín macabro que fortalecía mi reino

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La vista ¡Oh, la vista!, era un deleite para mis ojos; un cuadro pintado con los matices carmesíes de la sangre, un festín macabro que fortalecía mi reino. Cual el volcán enardecido expulsaba su ira escarlata, así también brotaba la impía danza de la muerte que forjaba mi poderío. Fue una guerra colosal, una sinfonía despiadada que libramos durante décadas; cada acorde, un suspiro de agonía; cada estrofa, un grito de dolor, y este festival era el último néctar para empapar nuestras almas de la fuerza necesaria para alcanzar nuestra justicia.

Los brujos habían vivido como reyes durante años, o al menos, así se jactaban; pues solo la mitad de ellos conocía el sabor del poder, mientras que la otra parte sufría la amargura de una insulsa ignorancia, gobernados por un monarca cuya inteligencia rivalizaba con la de un humano de antaño.

—¿Por qué te desvives por estatus económicos y no por el poderío de tus ciudadanos? —interrogué a mi sirviente el día que me lo contó.

—Supongo que, tras tantos años sin enemigos dignos, salvo esas ínfimas criaturas de las sombras, Terraórva se ha convertido en un reino de humanos corrientes y humanos con magia, mi señor —respondió.

Bebí con parsimonia el contenido de la copa. No había razón alguna para actuar así. Yo solo sacrificaba a los vampiros debido a la impureza de su sangre, también llamados mezclúmbrios por cuanto era obvio que los hacía inverosímiles contendientes frente a un linaje puro como el de los heliúmbros.

No fue mi intención original otorgarles tanto tiempo a esos inútiles brujos para languidecer en vez de fortalecerse. Las circunstancias, sin embargo, me forzaron a hacerlo, y aunque en su momento maldije tales coyunturas, hoy las celebraba con gratitud.

Clemente me vistió con mi capa negra de cuello puntiagudo y, con ceremoniosidad, escolté a la cumbre del volcán. Desde allí, en un tono solemne y melodioso, desplegué mi siniestro telón de palabras.

—¡Oh, querido reino! ¡Oh, criaturas nacidas de la noche! Ha sido un largo pero fecundo siglo de exilio. Compláceme anunciar que el último fragmento del báculo crepuscular ha sido emplazado en mis manos. Por ende, estas son las últimas semanas que hemos de transitar por este mundano espejismo; los vampiros, por fin, obtendremos nuestra anhelada justicia, y nuestras almas nutriránse de la dulce sangre de la venganza.

Preternatural - Volumen 1-2 (Corona Carmín & Mal Augurio) Where stories live. Discover now