Capítulo 03: Cuando la venganza se vuelve un plato caliente.

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III

Ya habíamos caminado por varios minutos

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Ya habíamos caminado por varios minutos. Grabábamos de vez en cuando, ninguno quería saturar su almacenamiento. La espesura del bosque era tal que los rayos de la luna apenas si eran perceptibles. Me anidaba un tipo de terror que nada tenía que ver con el escenario que nos abrazaba, sino más bien con el tipo que tenía al lado. Temía a que en cualquier momento me golpease y saliese disparado, pero eso le sería muy riesgoso, o eso quería creer.

Dentro de esa densa espesura, mis dedos volvieron a vibrar de energía y mi pecho se infló de un aire fresco y cicatrizante; era como si cada bocanada sanara heridas latentes en mi interior. No podía, sin embargo, decir lo mismo de Alexander. Al voltearlo a ver, noté su palidez, la cual se recobró de inmediato al sentir mi mirada.

—Ni creas que te daré el gusto de flaquear. No sé cómo te enteraste, pero hoy les demostraré a todos ustedes que lo puedo superar.

No sabía bien qué responderle, así que continúe en silencio.

—Seguro te mandó alguien, una rata o «unas» ratas. No recuerdo haberte dado suficientes motivos para que hicieras una estupidez como esta.

—¿Robarme es poco? —Me atreví a cuestionar.

—Por favor, tu familia está entre las cinco más ricas de la provincia, pero ¿Sabes? Ahora me arrepiento de solo haberte robado, debí arruinarte esa cara que tienes. —Guardé silencio de nuevo, él chasqueó la lengua—. De hecho —Se detuvo de sopetón—, puedo hacerlo ahora mismo.

Mi corazón comenzó a bombear frío el momento en el que lo dijo. No quería salir golpeado, pero la mirada macabra que me dedicó tras sus palabras me dejó muy en claro que era capaz de ello.

Emprendí mi huida a toda prisa. Algún día sería golpeado, pero no esa noche. En tanto que daba todo de mí para alejarme de Alexander, a quien sentía más ágil que yo, las ramas y hojas debajo de mis pies crujían como una sinfonía apresurada que acompañaba mi carrera. Así como rezaba que no me alcanzase, así mismo que no me saliese algún animal o insecto. Esquivé ramas y arbustos; mi respiración áspera y entrecortada, mis extremidades empujadas a sus límites, hasta que un cuerpo cayó en seco.

Me detuve con temor a que fuese un animal, pero al girarme, me encontré con Alexander tendido en el suelo. Una avalancha de emociones me embargó, eran tantas que no sabía qué sentir con exactitud, pero actué con la mayor prontitud que pude. Corrí hacia él y comprobé que no se haya herido: revisé su cabeza, revisé su pecho, revisé su estómago y, a simple vista, no había sangre ni rasguño alguno.

Caí sentado a su lado. Toda emoción se hizo humo, salvo por la angustia que, al contrario, se intensificó. Pronto la percatación irrumpió en mi cabeza: estábamos perdidos. «Mis amigos vendrán por mí», me consolé. Pero, a medida que los minutos transcurrían, aquel pensamiento me abandonó poco a poco, de la misma forma que la idea de mi entorno como un lugar idílico. El bosque, que una vez había sido un refugio pacífico, ahora era un sudario de terror. Lo derredores se cubrían de una manta de pesadilla. Un grito de alerta que solo anidaba en mi mente suplantó con violencia el silencio, sentí como si de pronto lo único que este bosque desease fuera vomitarme lejos de sus entrañas. Traté de ignorarlo, traté, pero era tan asfixiante que me forzó a levantarme y comenzar a caminar, mas no fue suficiente, esa opresión crecía y crecía.

Preternatural - Volumen 1-2 (Corona Carmín & Mal Augurio) حيث تعيش القصص. اكتشف الآن