Capítulo 32

1.4K 124 42
                                    

Eris.

Me encontraba en la habitación que me habían asignado, agradecí que tuviera un tragaluz que permitía entrar la luz solar o sino no hubiera podido mantenerme ahí por días, si bien ellos no me prohibían transitar, no podía salir del subterráneo por el peligro de que usaran a Charlotte como un rastreador para atraparme. La situación era algo irónica, pase gran parte de mi vida en un encierro y para mejorar ello debía estar atrapada bajo una ciudad entera, al menos esta vez por mi propia voluntad, parcialmente. Tampoco es que la situación me permitiera sólo irme.

Había aprovechado mi tiempo aquí para reflexionar sobre las cosas que habían pasado, en las cosas que Zeus me había dicho y la comparación que hacía con la realidad que me había tocado vivir. Luego de la visita a la casa de Charlotte solo me quedaba un consuelo, al menos mientras solucionaba las cosas para nosotras, pero por ahora me conformaba con la foto de la mujer afrodescendiente que tenía a un lado de mi cama. Su pelo con rizos y la forma de sus labios me recordaban a Ares, él se parecía más a ella, aunque Zeus me dijo que tenía su sonrisa. Yo me miraba al espejo tratando ver el parecido con ella, ciertamente había rasgos similares, al menos respondía a mi pregunta sobre mi tono de piel morena frente a la piel tan pálida de los Koch y mis ondas.

Había una cosa que hacía que mi corazón doliera al verla, saber que ella me amó tanto como para dar su vida con tal de verme sonreír unos segundos.

Cuando desperté, Zeus estaba a mi lado junto a su lobo que me miraba directamente. Me sobresalté, él me había atacado y me había quitado mis pastillas, iba a quitarme mis guantes cuando él notó que había despertado, quería salir de aquí, pero noté que mis manos estaban descubiertas. ¿Sabía lo peligroso que era aquello para cualquiera que estuviera a mi alrededor?

—Eris, has despertado. —Me sorprendí por su tranquilidad, no parecía sentirse en peligro pese a que había levantado mis manos.

—Déjame ir.

—Puedes hacerlo.

—¿Cómo?

—Siempre has podido hacerlo, hablábamos en serio. —Eso me descolocó. —Estuviste dormida algunas horas, así que te recomiendo estar un rato acá, tu cuerpo debe estar cansado aún. —Miré la intravenosa que tenía en mi mano. —Estábamos limpiando tu cuerpo de las pastillas que Norah te daba, noté que tenían el nombre de un medicamento para la ansiedad, pero en realidad están hechas con sustancias que permiten disminuir la magia en tu cuerpo. Una vez termine el suero te sentirás mejor, y si te quieres ir, puedes hacerlo.

—¿Se supone que debería confiar en ti por hacer estas cosas?

—No estoy pidiendo que confíes en mí, tú eres libre para hacer tu propio juicio sobre las acciones que el resto de las personas toman. —Terminé volviendo a acomodarme en la cama del hospital en la que estaba, no había ventanas así que supuse que seguíamos en el subsuelo. —Ahora bien, si hay algo que me gustaría pedirte.

—Esperaba que viniera eso.

—Quiero que escuches mi historia, creo que me dará el tiempo mientras termine el suero. Me gustaría que la supieras, porque hasta cierto punto es parte de tu historia. —Miré la bolsa que estaba a mi lado, supongo que no tenía nada más que hacer.

—Te escucho.

Zeus se dedicó a contarme de su vida, había cosas que ya sabía cómo el hecho de que era el hijo de Apolo y al ser el hijo mayor, debía ocupar el puesto en el concejo que le correspondía a su familia, esto ultimo era algo nuevo, nunca supe que Apolo fuera parte del concejo, pensé que toda su vida se dedicó a construir La Academia. Era el plan familiar de que Zeus fuera el sucesor de Apolo, mientras que Atenea debería ser la próxima directora de la institución educativa, pero ninguna de esas cosas pasó. Zeus se enamoró de una humana y renunció a todo por ella, incluso a su familia, Apolo quiso obligarlo a quedarse con tal de mantener el status quo, pero Zeus escapó para ver el nacimiento de Ares.

La Guerra de ErisWhere stories live. Discover now