Capítulo 2

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Eris.

Podía sentir como sus manos eran cálidas al tocar mi cuerpo, cerré mis ojos disfrutando de sus besos alrededor de mi cuello, estar con ella solía relajarme bastante.

Odiaba los primeros días, siente eran un detonante de estrés para mí. Además, el recibir a toda la nueva generación de estudiantes era agotador, sentía sus miradas sobre mí y no podía evitar pensar en que me estarían juzgando. Muchas personas consideraban que tenía un talento, pero siempre estarían aquellas personas que sentirían que algo iba mal conmigo, no les culpaba hasta yo lo pensaba.

―Estás sonriendo. ―Abrí mis ojos para encontrarme con los ojos de color miel que me miraban con ternura.

―Claro que no. ―Mentí, se me había escapado una sonrisa.

―Algún día tendrás que admitir que te gusto, no es muy lindo siempre encontrarnos aquí.

―Me gusta aquí. ―Ella rodó los ojos, no era fan de mi salón de clases, pero al menos me permitía privacidad. ―Sabes que debemos ser cuidadosas con esto, no sé si al director le guste nuestra relación.

―Creo que te preocupa más la opinión de Camille. ―Ella limpió los restos de labial que había dejado en mí.

―No te pongas celosa de ella, te he dicho que es como mi madre.

―No son celos, pero simplemente no puedes esperar a que ella te dé ordenes sobre el qué hacer con tu vida. Tienes 21 años.

―Le debo la vida, lo mínimo que puedo hacer es confiar en sus decisiones. Sabes que debo cumplir al menos cinco años en este lugar para hacerle ver al concejo que soy una persona de confianza.

―Te tuvieron cautiva casi toda tu vida, no me sorprendería que pudieses odiarles.

―No lo hago. ―Fui sincera, Camille se encargó de hacerme entender que era necesario. Gracias a ella había tenido una segunda oportunidad. ―Solo digo que vayamos lento.

―Llevamos 6 meses así.

―Si quieres dejarlo, lo entenderé. ―Ella me miró fijamente antes de dar un largo suspiro.

―Solo no me tengas cinco años así. ―Yo asentí, sabía que nadie merecía algo así. Sobre todo, cuando había pasado años en un sótano encerrada. ―Vamos, debemos estar el campo de baseball. ―Ella empezó a tomar sus cosas para dirigirse a la salida.

―Espérame, vamos juntas. ―Pude ver como una pequeña sonrisa se volvió a instalar en su rostro cuando salimos juntas del salón, era lo que podía ofrecerle por ahora.

―¿Cómo están tus manos?, fue un día largo.

―No tuve que hacer grandes esfuerzos, además Camille me entregó mis guantes nuevos. Se supone que son una versión mejorada.

Eso fue lo ultimo que pudimos hablar antes de intentar llegar al campo de baseball. Como odiaba a las grandes multitudes.

Los guantes que siempre llevaban en mis manos ayudaban a que no recibiese grandes impactos cuando usara otras varitas, aunque hace años aquello no pasaba. El concejo me permitió comprar varitas de práctica, las cuales usaban los magos en sus primeros años, esto con uso meramente académicos, luego debía romperlas pues aún desconocían que podría pasar si alguien más llegase usarlas. Por otro lado, si usaba varitas de otros magos, podría llegar a romperlas si usaba demasiada potencia en mis hechizos.

En el caso de mi varita, fue un proceso difícil de selección, pues casi ninguna aguantaba mi máxima potencia de aquel momento. Hasta que Camille me llevó con un viejo caballero que se encontraba en retiro, él construyo una varita solo para mi con esencia de dragón para que resistiese cualquier cosa, o eso dijo. Desde las pruebas no tenía que usar mi máximo poder, otra petición del concejo para no hacerlo.

La Guerra de ErisWhere stories live. Discover now